LA contaminación acústica está cada vez más presente en la sociedad y los jóvenes son la clave para que, desde la educación, combatan este problema. ¿Y cómo acabar con él? Los semáforos que controlan el ruido fueron una de las soluciones que ayer se plantearon en el salón de plenos del Consistorio, cuyos asientos, acostumbrados a recibir a miembros de partidos políticos, esta vez acogieron rostros muy diferentes a los habituales. Un total de 150 estudiantes, gracias al programa de educación para la sostenibilidad Agenda 21, apuestan por cambiar el mundo, pero sobre todo, por acabar con los altos decibelios en los espacios públicos como sus propios centros de estudios.
El nerviosismo se palpaba en el ambiente. Llevaban semanas preparándose un discurso convincente con el que proponer a la corporación municipal proyectos innovadores para reducir la contaminación acústica; ideas que les han costado sudor y lágrimas. Pero ahora que las jornadas intensivas de trabajo han llegado a su fin, se sienten satisfechos. “No tomas conciencia de este problema hasta que no te metes de lleno en el proyecto”, confesaba Izaro Brea, que junto a su compañero David López, ambos estudiantes de IES Zorrotza, plantearon implantar más semáforos que midan el ruido en edificios públicos.
Realmente preocupados por este problema, proponen que los bilbainos sean conscientes de lo molesto que son los altos decibelios en el colegio o en el centro de salud de su barrio. Por eso, tenían que hacer algo, así que se pusieron manos a la obra e hicieron pancartas con mapas sonoros de la ciudad identificando los lugares con más ruido.
Estos dos jóvenes creen que este hecho afecta a su rendimiento académico. “Ya es costumbre que haya mucho ruido y no tendría que ser así porque causa muchos problemas físicos y psicológicos a la hora de dormir. Por ejemplo, nos genera estrés”, decía Izaro. Parece que ahora que concluye el curso académico el esfuerzo ha dado sus frutos. “Estamos contentos con el resultado porque hemos logrado que se reduzca el ruido en las distintas zonas del instituto. No de manera radical, pero lo que queríamos era controlarlo”, comentaban ambos.
Otras propuestas A Lucía Hernández y Ailem López, del colegio Trueba de Artxanda, les preocupaba otro asunto. Estas dos jóvenes de 12 y 13 años, nerviosas, se animaron a lanzar su pregunta: “¿Se van a implantar más islas silenciosas en la villa?”. A lo 1o que el concejal de Movilidad y Sostenibilidad, Alfonso Gil, respondió: “Por el momento no, pero eso no quiere decir que no se vayan a poner”.
Ambas confesaban que han tenido un curso ajetreado en el que les ha costado animar al resto de compañeros y profesores a implicarse en el proyecto. “Estamos orgullosas de que nuestro mapa de ruido haya detectado que zonas como el patio o el comedor son las que concentran más decibelios”, decían. Ahora toca seguir trabajando para poner fin por completo a los problemas de salud que les generan a muchos de ellos.