VAYA lío!” en Bilbao La Vieja. El barrio con más personas de raza negra por metro cuadrado de Bilbao. El distrito con las aceras más repletas de inmigrantes africanos y subsaharianos, con más peluquerías afros, súper de chinos, supermercados latinos y tiendas árabes de nombre impronunciable, se enredó ayer en una gran madeja física y metafórica por amor al arte. A priori, nunca se me habría ocurrido acercarme. Lo hice atraída por la curiosidad de un programa cultural, BLV-ART, uno de esos proyectos de expresión artística de vanguardia que sirven de palanca de cambio para dinamizar y rehabilitar estas zonas. Un motor que despeja cualquier sombra de duda sobre su trasnochada fama de zona lumpen.
En el Museo de Reproducciones, unos puñados de personas contemplan la acción en vivo de Ana Matey e Isabel León presentando la performance, Desovillar. Además de unos cuantos culturetas y personal de la organización, algunos vecinos del barrio se acercan a curiosear cómo las artistas se entrelazan en un gran ovillo, primero entre las bocas y las orejas y luego ya por todo el cuerpo en absoluto silencio hasta acordonarse por completo. “¿Estarán hablando de la ley mordaza?”, se pregunta alguno entre el respetable. “Mira, mira parece que se van a hacer un burka de lana”, comentan los más atrevidos, arruinando el silencio atronador que reina en toda la sala.
La gente comprende poco de este tira y afloja retórico de la comunicación. Los que entienden dicen que las artistas plasman su experiencia en un proceso de comunicación y creación en el que están presentes aspectos como la conexión, el enredo, la dificultad o la unión. Pero ¡ojo! en un momento de la performance -¡qué palabro!- el ovillo cae al suelo y Ángel, un espontáneo de 68 años, lo recoge. “Entender he entendido poco la verdad, pero me ha gustado”, confiesa al finalizar. Sin embargo, a él le parece perfecto que se hagan iniciativas de este tipo que “ayudan a perder el miedo o el respeto a la zona para acercar hasta aquí a personas de otros barrios y otros distritos ”. Todo con el objetivo de aprovechar la riqueza y la diversidad cultural.
A medida que avanza la obra, cada vez el nudo es mayor, los hilos son más espesos y es más difícil desenredarlos. La dramaturgia alcanza su culmen cuando los hilos tiran y tiran y aprietan los cuerpos de manera cada vez más brutal. Las creadoras permanecen concentradas. Previamente han hecho ejercicios de yoga y han solicitado a los fotógrafos que no haya flashes para que la representación se desarrolle en completo silencio. Una expresión cultural sin ataduras ideológicas, apta para todos los públicos. No obstante, hasta la vigilante del Museo de Reproducciones, curtida en mil batallas, mira con estupefacción.
¿ley mordaza? Cuando le espetas a una de las creadoras, Isabel León, que la representación parecía hablar de la ley mordaza, asegura que cada espectador ve siempre una cosa diferente. “Simplemente hablamos de la comunicación que va de una a otra persona, que es complicada, que te enreda, te tira, porque la comunicación en muchas ocasiones crea tiranteces. Por eso es tan pesada de realizar... Sin embargo, al final cuando te acercas a la otra persona, toda la tensión termina desapareciendo”, aclara.
Durante quince minutos desarrollan su particular comunicación sentadas en unas sillas.
Sin embargo luego se levantan y siguen enredadas, caminando con dificultad, movimiento sus cuerpos como contorsionistas enmadejadas hasta sacar literalmente su obra a la calle San Francisco. “El tira y afloja simboliza los desencuentros que hay en los procesos comunicativos. Que uno quiere llevar hacia su lado al otro, y entonces tiras... Significa querer llevarte a tu terreno las conversaciones o las situaciones”, especifica con rotundidad León.
los residentes, al margen Una acción que anuda espíritus y almas hilvanando sensaciones en una esmerada puesta en escena. Pero ni en el interior del museo ni luego en su salida a la calle aparecen esos espectadores que una ve que conforman el paisanaje de San Francisco. Ni un solo negro se acerca aunque sea por equivocación. Ni un solo subsahariano se asoma aunque sea a echar una miradita.
Performance teatro, exposiciones, visitas guiadas a galerías y espacios de creación, talleres y música centran la programación diseñada en la presente edición para revitalizar un barrio, cuyos residentes parece que se mantienen al margen.
El coordinador y comisario del programa, Txema Agiriano, aclara que las artistas creadoras del proyecto Exchange Live Art “investigan sobre la comunicación y los procesos compartidos”. El programa “se incluye en una actividad más amplia que han organizado las artistas, una convocatoria internacional en la que van haciendo proyectos en diferentes países y ahora estamos en Bilbao”, indica.
En la inauguración de ayer, el alcalde Juan Mari Aburto, también expuso su punto de vista porque “más allá de mostrar al público formas de expresión artística urbanas y vanguardistas, el objetivo que subyace de BLV-ART es ser una herramienta al servicio del cambio, un elemento tractor para la dinamización y rehabilitación de estos barrios de Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala”, subrayó.
No en vano el objetivo no es solo satisfacer las necesidades culturales de sus residentes, sino ofrecer un atractivo a toda la ciudadanía. De esta forma, estos barrios conforman un polo cultural de vanguardia en el que surgen nuevas formas de creación ligadas a las artes plásticas, el cine o la moda. Por ello, desde el miércoles y hasta el día 16, oferta hasta una veintena de actividades culturales con el teatro como gran protagonista. Entre los espacios elegidos destacan la Sala Bilborock, el Centro Municipal de San Francisco, BilbaoArte o el Museo de Reproducciones. Habrá muchos espectadores. Eso seguro, pero faltarán aquellos que pueblan sus calles.