Bilbao - A partir de mayo, los visitantes del Museo Marítimo podrán conocer a fondo qué es la carpintería de ribera y la importancia que tuvo en Bizkaia este oficio tradicional, ligado a la pesca en embarcaciones de madera. La entidad trabaja ya en una exposición permanente que muestre cómo era esta técnica de construcción naval y qué papel jugó en nuestro territorio.

“Se va a poder ver un mapa de los carpinteros de ribera de Bizkaia, qué astilleros había en cada pueblo, qué personas eran, qué tipo de barcos hacían, en qué instalaciones trabajaban...”, enumera Jon Ispizua, carpintero de ribera del Museo Marítimo y responsable del proyecto Erein. A través de antiguas herramientas, se explicará cómo era el proceso de construcción de un barco. Para ello, los 34 voluntarios están recuperando las piezas que donó el astillero Cortázar, de Bermeo, cuando cerró sus puertas en 2007 después de más de seis décadas de actividad. La colección incluye sierras, azuelas, hierros de calafatear, remesas de clavos galvanizados -que se elaboraban en Durango expresamente para los astilleros de carpintería de ribera de todo el Cantábrico- e incluso planos. Todo, tal y como quedó el taller cuando se cerró. La exposición se completará con las fotografías de Juan Antonio Apraiz, divulgador de temas náuticos, que documentó este trabajo en la década de los 70 en astilleros de su Bermeo natal. Los voluntarios del taller ya están trabajando en la recuperación de las piezas, con el acompañamiento y asesoramiento de dos conservadores del Museo Marítimo.

Según explica Jon Ruigómez, director del museo, se va a trabajar junto a alumnos de la Facultad de Bellas Artes de la UPV para diseñar el espacio expositivo de la muestra. “Van a proponer diferentes proyectos que vamos a tener en cuenta a la hora de diseñarla”, explica el responsable. “Siempre van a tener un punto de vista más joven y será interesante para atraer a nuevos públicos al museo”.

Lo que sí se puede visitar ya es el trabajo que realizan los 34 voluntarios del taller de carpintería de ribera. En los últimos meses más de 200 personas han conocido de primera mano cómo aprender a recuperar este oficio tradicional. “Puede parecer una cifra baja pero el goteo de personas que se interesan por el taller es incesante. Y más desde que apareció en DEIA el reportaje sobre su trabajo”, admite Jon Ispizua. Hasta aquí se han acercado tanto personas que pasean por la explanada exterior del museo como aquellas que han visitado su colección. “Entre los voluntarios hay personas que saben muchísimo: quien ha trabajado 40 años en La Naval, un amarrador, un estudiante de Náutica, un marino que está navegando... Es una visita diferente y enriquecedora”, finaliza Ruigómez. - A. Atxutegi