Bilbao - Contar quién es Miguel Aguiló es casi imposible. Este economista y doctor ingeniero de Caminos de 72 años fue director de colosos empresariales como el Grupo Iberia o Astilleros Españoles. Siempre relacionado con la docencia, es profesor emérito de la Universidad Politécnica de Madrid y ha publicado decenas de libros. Ahora trabaja para la constructora ACS, editando una colección de grandes tomos sobre arquitectura, ingenieria y ciudades. Además dirige una fundación que lleva su nombre. Hablando con él, se descubre que su currículó también podría recoger que es un enamorado de Bilbao.

El ciclo que abre hoy el Colegio de Ingenieros de Euskadi se titula ‘Lecciones de Bilbao’. ¿Cuánto se puede aprender en esta ciudad?

-Mucho. Desde hace años he traído a mis alumnos de la universidad de Madrid a enseñarles la ciudad. Es uno de los viajes de prácticas preferido.

¿Por qué?

-Primero porque Bilbao es un crisol para los ingenieros, es donde hacemos todo. Puedes elaborar cualquier puente en el campo, pero la significación que tiene en la ciudad aumenta exponencialmente y Bilbao es única para eso. Es un lujo ya que además tiene el mar que entra cada día hasta el Ayuntamiento, es el mejor escaparate del mundo para la ingeniería civil.

Sin embargo, su labor no es reconocida a nivel general.

-Es una profesión hermosa, pero se da por descontada.

No entiendo.

-Tú abres un grifo y si sale agua, a tí que más te da de dónde viene, cómo se trae, lo que ha costado... Pero detrás hay mucha ciencia, mucho esfuerzo. Además en Bilbao la geografía es difícil y obliga a pensar, a tener soluciones para temas complejos de verdad.

Ser un botxo hipoteca la ciudad.

-Sí, pero también los ingenieros sentimos que los ciudadanos están empujando constantemente. Bilbao es lo que es porque sus habitantes siempre han pensado que era la mejor. No puedes decir que Bilbao es el ombligo del mundo si no te preocupas porque la gente trabaje para que lo sea. Y eso implica un listón muy alto y que solo trabajen los buenos.

Como bilbaino me voy a ruborizar.

-No es ningún deseo de agradar. Es simple lógica. Solo eres bueno si el cliente te exige y el ciudadano es exigente porque le gusta su ciudad.

Es el topicazo de los chistes.

-Efectivamente, pero es real. Además, Bilbao tiene unos alcaldes que son la envidia de todo el mundo.

Más flores.

-No. Han sabido canalizar ese esfuerzo de que la ciudad sea mejor y los ingenieros estamos encantados de tener políticos que sepan trabajar a medio y largo plazo. Los proyectos no se pueden cambiar cada cuatro años. Eso impide que la ciudad crezca y nos pone la labor mucho más difícil. Aquí da gusto trabajar.

¿Son sensibles los políticos con las propuestas de los ingenieros?

-La pregunta es al revés. Los ingenieros no hacemos las cosas de una forma y estamos a gusto si los políticos nos la compran. No pensamos que los puentes colgantes son mejores que los atirantados. Nosotros necesitamos ideas claras y tiempo y, con ello, trabajamos para que las ciudades sean mejores. Esa estricta dependencia del corto plazo en esta ciudad, milagrosamente, no ha existido. Esa es la clave de Bilbao.

-Es un especialista en puentes. ¿Qué le parece el abanico de pasos que cosen la ría de Bilbao?

-Es chocante. Esta ciudad ha tenido la suerte de que los puentes se han destruido muchas veces. Ha habido que reconstruirlos y la ciudad se ha conformado en torno a donde se tendían. Han sido embriones de desarrollo urbano. Después, siempre han importado innovación tecnológica.

¿Históricamente?

-El puente Euskalduna, obra de Javier Manterola, es uno de los mejores de España y es absolutamente innovador, pero el puente de Bizkaia fue el primer transbordador del mundo, y el primero de hierro en España estuvo en Burtzeña, en 1823... Es algo que muchos bilbainos desconocen.

¿Son trabajos muy anónimos?

-Los puentes, igual que los edificios o la propia ciudad, son difíciles de explicar, de qué significan para el entorno. La crítica gastronómica del me gusta o no me gusta ante una obra de ingeniería o un edificio no sirve.

Póngame un ejemplo.

-Explico a mis alumnos lo que significa el Guggenheim y me da igual que el autor sea Frank Gehry. Les indicó por qué ha buscado esos materiales, las formas, su distribución, el porqué abraza el edificio el puente de La Salve... Este tío es muy listo. Ha cogido el sitio y con el edificio ha hecho que la ciudad gravite en torno a él. Un guía turístico no cuenta eso y esta esencia es la importante, la que se debía conocer.

Eso es muy difícil de explicar y a los ingenieros, perdone, no se les da bien esa faceta.

-Es uno de nuestros problemas serios. No hemos aprendido a contar bien las obras. Una de las razones de este ciclo es vender lo que he hecho y poner en valor su importancia. Tenemos un gran papel en la construcción de la ciudad y somos completamente desconocidos.

¿Qué espera del diálogo entre los alcaldes que va a moderar hoy?

-Me interesaría que cuenten cuál es su papel temporal en un recorrido de ciudad que es de largo plazo, en el que están inscritos y donde ellos tienen que recoger, asumir y potencia según su criterio. También me gustaría que se pronuncien sobre nuestra tarea, cómo nos ven y que quieren de nosotros.

¿Por dónde cree que va el futuro de Bilbao como ciudad?

-El futuro lo tiene garantizado si sigue con la constancia en la que está. El único problema es que esté abierta a las cosas. Tendrá que estudiar bien las nuevas opciones y problemas que surjan, pero si se tiene clara la trayectoria y ninguna ciudad, insisto, como Bilbao tiene tan claro su recorrido, no tiene que inventarse nada.