Bilbao - Tras una exitosa temporada en el Palacio Euskalduna en la que han conseguido llenar el patio de butacas, la Banda Municipal de Música de Bilbao (creada en 1895) sigue su camino ampliando horizontes. Entre los desafíos planteados por José Rafael Pascual, director del ente municipal desde hace año y medio, destaca que “la banda sirva de vehículo cultural en el siglo que nos ocupa”.

Empezó su trayectoria tocando el bombardino, ahora es director y compositor, ¿cómo fue ese camino?

-No soy planificador, ni tengo grandes retos. Una pauta máxima es intentar hacer lo mejor que puedo el trabajo que me toca en cada momento. Nací en una familia musical: mi padre ha sido músico de banda y mi hermano mayor también. Para mí cantar una canción de solfeo en casa era como merendar.

¿Cuál fue su primera impresión de la Banda Municipal de Música de Bilbao cuando llegó?

-La conocí en enero de 2014, como director invitado. Encontré un grupo muy estable en lo musical, pero también un grupo con un sentido del trabajo muy claro. La profesionalidad no solo se acredita con una titulación, sino con la actitud.

Además de director es docente en el extranjero, ¿cómo compagina ambas actividades?

-Gané dos premios en el extranjero y eso me abrió muchas puertas fuera, por lo que viajo mucho desde hace veinte años. Se lleva con una gran organización, mi trabajo como director ha reorganizado mi vida. Tengo una familia detrás que está al cien por cien conmigo, sin la cual no haría nada de lo que hago.

¿Qué diferencias percibe entre la banda de Bilbao y otras que ha conocido a lo largo de estos años?

-Casi siempre me fijo más en lo que las une. Es curioso cómo con una misma obra dirigida en un país o en otro se pueden observar problemas comunes. La música te ayuda a entender la globalización en su sentido más auténtico. Las únicas diferencias de dirigir una banda en un lugar o en otro son las habituales que la propia cultura del lugar imprime en el trabajo. Lo que más me apasiona de este mundo es cómo tengo que desarrollar procesos de trabajo que me sirvan en todos los sitios. Si no hay dos personas iguales en el mundo, tampoco hay dos bandas iguales.

¿Se ha llevado alguna sorpresa en ese sentido?

-Me ha ocurrido estar en un pueblo pequeño en mitad de Colombia, tener que dirigir a Shostakovich y decir con pensamiento europeo: ¡Aquí cómo van a tocar a Shostakovich! Y emocionarte y darte cuenta de lo equivocado que estaba.

La Banda Municipal de Bilbao es una institución centenaria, ¿cómo han integrado la modernidad?

-Tiene un gran eco social en la ciudad, pero la imagen que se tiene de la banda para muchos no sale del ámbito populachero. Queremos demostrar que la banda municipal tiene un valor profesional de un nivel artístico al mismo nivel que cualquier otro ente de la ciudad, con unas posibilidades de trabajo ligadas a nuestra contemporaneidad. Por eso, la temporada que acaba ahora se ha titulado: Descubriendo con la banda. La banda tiene que servir de vehículo cultural en el siglo que nos ocupa.

¿El público se acerca por el poder de convocatoria de la banda o al escuchar la música en la calle?

-Hay público que tiene costumbre de acudir cuando sabe que actuamos, pero no a espacios cerrados. Para muchos la banda es solamente una cuestión de ámbito externo. Al tocar en la calle, ni las condiciones acústicas son las idóneas, ni se percibe realmente el trabajo realizado en la sala de ensayos. Algunos creen que la banda es un elemento decorativo que de cuando en cuando toca. Eso es solo una parte pequeña de nuestro trabajo. La Banda Municipal de Música de Bilbao tiene la calidad suficiente como para hacer una temporada de conciertos como lo hace una orquesta sinfónica.

¿Por qué se da por hecho que una banda tiene un rango inferior a una orquesta?

-Esos prejuicios, como casi todos, parten de la ignorancia. El problema es que históricamente la banda no se ha estudiado en nuestro país ni desde el punto de vista de la musicología, ni de la pedagogía. Se le ha asignado un papel sin desarrollar su potencial, que es lo queremos hacer en Bilbao. Vamos a estar en El Arenal, en todos los actos populares... Pero sobre todo queremos ofrecer un trabajo artístico de calidad.

La presencia de la banda en El Arenal, de hecho, es simbólica, ya que su primer concierto lo ofreció ahí.

-Es un espacio que forma parte de nuestra historia y tiene que seguir siendo así. Actuar en El Arenal no implica que no podamos hacerlo en cualquier otro escenario. Este año también hemos actuado en el Campos Elíseos, en el auditorio del Conservatorio Arriaga... Nuestra pretensión para la siguiente temporada es tener cuatro espacios de actuación: Azkuna Zentroa, el Palacio Euskalduna, el Teatro Campos Elíseos y El Arenal. En cada uno de ellos vamos a ofrecer un tipo de música, con una planificación adecuada al escenario.

¿Sueñan con llenar el Palacio Euskalduna?

-Además de llenarlo el objetivo es de educar. Los artistas tenemos una gran responsabilidad; hay que entretener, por supuesto, pero se puede entretener con una calidad u otra.

¿A qué se refiere?

-Hay que ofrecer repertorios que sorprendan y abran nuevos mundos. Planificar el repertorio de una banda es como cuando los padres eligen lo que comen sus hijos. Si siempre les dan patatas fritas nunca apreciarán el valor de un buen plato de lentejas.