Bilbao. "Es una pena, una oportunidad única que ha perdido Bilbao y que probablemente no se pueda dar nunca más". Taxativo, con una profunda tristeza y tono sentido de melancolía en la voz, Patxi Garaigordobil, responsable del grupo Ibaizabal, propietario del mercante Mónica Sofía, anunciaba el naufragio de la iniciativa que iba a convertir a este gran paquebote en el buque insignia del Museo Marítimo de Bilbao.

Una vez más, la crisis y el elevado coste del mantenimiento posterior de un barco -que mide de largo casi como dos campos de San Mamés seguidos-, han supuesto que la iniciativa no haya podido llegar finalmente a buen puerto. Y eso que la Autoridad Portuaria, uno de los miembros del patronato que dirige la entidad museística, estaba dispuesta a financiar las obras de remodelación de los diques ubicados al lado del Puente Euskalduna para que pudieran albergar el paquebote, ahora anclado en el canal de Deusto.

Pero asumir la propiedad del Mónica Sofía iba a implicar muchos gastos en el horizonte de una entidad que no está muy boyante. "La próxima semana el Museo Marítimo enviará una carta oficializando el rechazo y agradeciendo la donación que al final no ha podido ser", explica Garaigordobil.

Uno de los gastos posteriores iba a ser el derivado del acondicionamiento de sus grandes siete bodegas a las que se tenía la intención de dar diferentes usos para atraer público y reflotar las instalaciones navieras. Aunque la pretensión era ceder esos grandes espacios, con una media de 4.400 metros cúbicos de capacidad, en régimen de concesión -para albergar iniciativas tan distintas como una sala de exposiciones, un cine o una discoteca-, habría que realizar una inversión inicial que tendría que asumir el Museo Marítimo. Luego, además, quedaba el mantenimiento posterior e integral del barco. Su presencia flotando en el agua obligaba, por ejemplo, a realizar una revisión periódica para limpiar el casco por su parte exterior y evitar así problemas de corrosión.

visto Bueno del Ayuntamiento El Ayuntamiento de Bilbao, otro de los patronos del Museo Marítimo, estaba también a favor de la arribada del buque a los diques; el alcalde, Iñaki Azkuna, había dado su plácet al proyecto, pero siempre y cuando no supusiera ningún gasto de inversión a la ciudad.

Si esta singladura se hubiera concretado sólo un par de meses antes, hubiera podido navegar sin marejada alguna. La razón es que el municipio había previsto aprovechar las ayudas del Fondo Estatal para el Empleo del Plan Zapatero para acometer las obras en los diques -se tenían que ampliar en anchura para poder acoger el buque-, pero los plazos se cumplieron y no se pudo llegar a tiempo para presentar el proyecto. En este sentido, Azkuna ya advirtió de que "nosotros no vamos a poder costear esas obras". Recordó que "ese dinero se debe utilizar en otras cosas más necesarias para los barrios de Bilbao".

Ahora, Garaigordobil se lamenta del desenlace final de una iniciativa en la que se venía trabajando desde hace más de un año y que tenía también una derivada sentimental para Bilbao. Aunque no es un barco de gran porte o emblemático, el Mónica Sofía fue uno de los últimos buques que se construyó en los astilleros Euskalduna en 1978 antes de la empresa fuera cerrada por el Gobierno español. También es el número 300 en la lista de barcos botados en los desaparecidos astilleros. "No creo que se encuentre otro buque con sus características para el Museo", asegura el responsable del Grupo Ibaizabal, una de las firmas navieras con más arraigo en Bizkaia. La intención era realizar también visitas didácticas a su interior para atraer turistas y aficionados al mundo marítimo. Hubiera sido, prácticamente, como tener otro edificio para el museo al que sacar partido.

Tras el naufragio de la iniciativa, la empresa ya está buscando un lugar para proceder al desguace de la histórica embarcación. Con toda probabilidad, el desmontaje pieza a pieza de este bulk carrier se efectuará en algún país de sureste asiático o en la India "donde mejor oferta se consiga", explica Garaigordobil. Una vez que se concrete la operación, el barco zarpará del Canal de Deusto, su actual ubicación, donde esperaba para arribar al Museo Marítimo. Será su última singladura y un final triste para lo que podía haber sido.

Cuatro nombres En sus 32 años de vida, el buque ha transportado carga de todo tipo a lo largo y ancho del mundo. "Ha viajado por todo el mundo llevando grano, cemento y mercancía diversa en general", recuerdan sus dueños. El granelero fue encargado por la Naviera Aznar y bautizado, en un principio, como Exportazul. De ahí pasó a denominarse Icod a partir de 1990; Akana Bulk, desde 1993, hasta llegar a su actual nombre, Mónica Sofía, en 1997.