Bassala Bagayoko, pívot del Surne Bilbao Basket: “Durante la lesión le preguntaba a diario a mi fisio si iba a poder volver a jugar a baloncesto”
El pívot maliense de 18 años rememora sus vivencias tras ser el debutante más joven de la historia de la ACB y atravesar por un durísimo proceso de recuperación de una grave lesión que le tuvo más de dos años sin jugar
Con apenas 18 años, Bassala Bagayoko ha tocado ya extremos muy radicales que otros jugadores no viven en toda una trayectoria profesional. De la brutal exposición mediática y las desmedidas alabanzas tras convertirse el 25 de abril de 2021 en el debutante más joven en la historia de la ACB (14 años, siete meses y 15 días, arrebatando el récord ni más ni menos que a Ricky Rubio) a sufrir en noviembre de 2022 una gravísima lesión de rodilla que le tuvo alejado de las canchas durante casi 27 meses. El pasado verano abrió un nuevo periplo al aterrizar en el Surne Bilbao Basket, donde asegura estar encantado. La entidad de Miribilla ha llevado con mucha calma la fase final de su recuperación y en los tres últimos partidos ha dado un gran paso al frente tras las bajas de Tryggvi Hlinason y Marvin Jones.
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Tras una larguísima lesión, ha jugado tres encuentros en ocho días y con considerable protagonismo en cancha. ¿Cómo se encuentra?
—Me encuentro muy bien. Después de la lesión todo está yendo muy bien. No tengo ni dolor ni molestias en la rodilla y estoy muy contento.
Hábleme del encuentro de vuelta ante el Dijon, de esos cinco minutos finales locos de remontada. ¿Cómo lo vivió desde la cancha?
—Bufff… Esos minutos no los voy a olvidar nunca. Fue un momento muy importante para nosotros. Veía que el equipo iba a por todas y yo me centré en ayudar en lo que estuviera en mis manos, lo hice lo mejor que podía y al final todo salió perfecto. Fue algo increíble, la verdad.
¿Cómo se percibía Miribilla, el empuje de la afición, durante esos momentos?
—Algo extraordinario, brutal. Antes de ese encuentro, cuando me tocaba ver los partidos desde la banda, ya me daba cuenta de lo mucho que empujaba la afición cuando se venía arriba. Eso me encantaba y esperaba con muchísimas ganas el momento en que me tocara a mí vivirlo desde la cancha. Veía que la afición cada vez gritaba más y eso me animaba todavía más. Increíble.
Usted estaba jugando en Zornotza, el equipo pierde por 19 puntos en Dijon, se lesionan los dos pívots y le reclutan para reforzar al equipo en partidos importantísimos. ¿Cómo lo vivió?
—Sentí responsabilidad. Yo estaba jugando con el Zornotza para acabar de recuperarme bien y probar mis sensaciones. Estaba contento, aportando lo que podía y de repente me dijeron que me tocaba jugar con el Bilbao Basket. Estaba algo nervioso, después de tanto tiempo no estaba seguro de si iba a estar preparado para jugar y aportar. Yo creía que sí, pero… Incluso llamé a mi gente para decirles que creía que me iba a tocar jugar, que estaba algo inquieto, y me tranquilizaron. Me dijeron que hiciese lo que yo puedo hacer sobre una cancha de baloncesto y eso fue lo que hice. Y todo salió muy bien.
Desde fuera se le veía calmado en cancha, muy centrado. ¿Por dentro era otra cosa?
—Por dentro… (carcajada). Antes de los partidos estaba un poco inquieto porque es muy difícil volver a jugar al más alto nivel cuando has estado tanto tiempo parado. Estaba muy pendiente de todo, de cualquier detalle en el que pudiera ayudar al equipo. Eso es lo que he hecho y me ha salido bien.
Dentro del vestuario no le faltan maestros…
—Eso nunca me va a faltar. Me están ayudando mucho, muchísimo, y estoy encantado. Me preguntan mi opinión sobre las cosas, pero digamos que yo soy un poco así, un poco tímido. Cada vez que hablan a mí me gusta escuchar, me cuesta un poco hablar en esos momentos. Me ayudan mucho.
¿Cómo empezó a jugar a baloncesto?
—Yo antes era jugador de fútbol, me gustaba muchísimo. Pero tengo una tía que me dijo que probara en el baloncesto porque era de los más altos del barrio. ¡Pero a mí no me gustaba! Al final fui a probar y me acabó gustando, empecé a jugar en un colegio y hasta aquí.
¿Quién era su ídolo de niño?
—Giannis Antetokounmpo. Luego empecé a fijarme en otros jugadores, sobre todo en Joel Embiid. Me gusta mucho también.
Con doce años llega a Canarias. ¿Tenía ya el objetivo de poder llegar a ser jugador profesional?
—No te creas que tanto. Mi mente no estaba tanto en eso. Yo solo quería seguir jugando a baloncesto. Lo del profesionalismo lo veía muy difícil, muy lejos. Sabía que me gustaba jugar a baloncesto, pero no me veía tan aspirante a profesional. Luego con el tiempo, cuando fui evolucionando, vi que podía ser posible.
Jugó una Minicopa en Tenerife. ¿Fue entonces cuando vio que podía tener opciones?
—Sí, pero antes fui también al Campeonato de España infantil con Canarias y ganamos. Ahí ya vi que esto se me podía dar bien.
Santa Lucía, Minicopa con el Tenerife, un paso por el Alcalá y a la cantera del Fuenlabrada. Y ahí, en 2021, con 14 años, se convierte en el debutante más joven en la historia de la ACB. ¿Cómo recuerda ese momento?
—Fue increíble. Hubo una cosa que me ayudó mucho entonces, que fue que por el covid no había público en los pabellones. Estaba con el EBA y me iba todo muy bien, pero cuando me dijeron que iba a ir con el primer equipo… No me lo creía. Estaba tan nervioso que incluso llamé a mis padres para decirles no sé que va a pasar, no sé qué hacer. Me tranquilizaron mucho. Y luego en la cancha me encontré muy bien, pero me ayudó mucho que no hubiese gente en la grada. ¡Con aficionados habría estado peor!
¿Tiene muchos recuerdos de ese día?
—Muchísimos. Estaba todo vacío… Era muy extraño. Tuve la suerte de tener en el equipo a un jugador que para mí era también un referente, Cheick Diallo, que es también de Mali. Me ayudó mucho porque cuando le dije que me habían convocado para jugar estuve todo el día con él hablando. Me iba diciendo todo lo que tenía que hacer y me tranquilizó.
Y además el partido era contra el Real Madrid.
—¡Encima eso! Casi nada.
Y además la primera canasta fue un mate.
—Tal cual. Y mi primera canasta en la FIBA Europe Cup, un mate también (risas).
Su nombre se hace viral, todos los medios hablan de Bassala Bagayoko, de su debut, de su récord, de sus grandes posibilidades de futuro… pero sigue siendo un chaval de 14 años. ¿Cómo gestionó todo ese ruido a su alrededor?
—Eso sí que me costó mucho, la verdad. Empecé a tener muchos mensajes, todo el mundo me escribía… Hubo un momento en el que ya hasta le dejé mi móvil a mi entorno y dije contestad a quien podáis porque yo no puedo. Yo sí que uso redes sociales y todo eso, pero tampoco estoy tan metido en ello. Bufff, estaba muy nervioso. Encima llegaba al colegio y todo el mundo me aplaudía, me felicitaba… También era emocionante, no lo niego, pero era demasiado.
Sigue progresando, en la temporada 2021-22 tiene ya bastante protagonismo… y llega la grave lesión de rodilla.
—Estaba teniendo minutos y yo venía con muchas ganas. Estaba muy bien, pero…
¿Recuerda el momento?
—Nunca lo voy a olvidar. Salí en el quinteto inicial, apenas pasó minuto y medio de partido y me lesioné. Cuando salí de la pista más o menos me encontraba bien. Me pusieron hielo en la rodilla, me intenté levantar para caminar y vi que aquello no estaba bien, que tenía algo. Me dijeron que podía ser un esguince, pero cuando me hice la resonancia me dijeron que me tenían que operar y que tenía que estar seis o siete meses sin jugar… No me lo creía. Empecé a llorar porque nunca me habían operado. Menos mal que tuve a mi familia ahí y que ellos me ayudaron en todo. En absolutamente todo. Mi familia en Madrid estuvo absolutamente pendiente de mí en los peores momentos. Hubo momentos en mi cabeza en los que ya no podía más, no paraba de llorar. No me creía que eso me estuviese pasando a mí.
Seis o siete meses que finalmente acabaron convirtiéndose en prácticamente 27.
—Durísimo, de verdad. Cuando me dijeron que me tenía que volver a operar… Ahí ya estaba reventado.
¿Llegó a dudar sobre si iba a ser capaz de volver a jugar?
—Yo creo que es normal llegar a pensar eso. Imagínate verte a ti mismo teniendo que estar durante más de un mes tumbado en la cama, que ni siquiera puedes levantarte ni doblar la rodilla, con dolores, con noches que ni puedes dormir, tomando pastillas e inyecciones para poder aliviarte… Hubo una fase en la que le preguntaba prácticamente a diario a mi fisio si de verdad creía que iba a poder volver a jugar a baloncesto, a volver a estar como antes. Me ayudaron mucho porque me decían que iba a volver aún mejor. Me decían que con la cabeza que yo tengo todo iba a salir bien, que estas situaciones te hacen más fuerte. Me ayudó mucho que ya llegó un momento en el que cada día me encontraba mejor, que veía progresos.
A día de hoy…
—Estoy muy bien. Sin molestias ni nada.
En verano empezó una nueva etapa en Bilbao.
—Estoy encantado. Es una ciudad que tampoco es tan grande y eso a mí me gusta. Soy de hacer una vida tranquila y este es un sitio perfecto para mí.
¿Y en el vestuario?
—Increíble, eso ya es otro nivel (risas).
Para que la gente le pueda conocer un poco mas, ¿qué le gusta hacer fuera de las canchas?
—Me gusta mucho jugar con el móvil (risas). También me gusta leer y, lo que más, dormir. También veo mucho Anime y cuando me canso de todo eso salgo a pasear.
Ha sido protagonista en los últimos partidos y a la vuelta de la esquina va a disputar una final europea. ¿Nivel de ilusión?
—Si antes del partido contra el Dijon estaba con muchas ganas, ahora imagínate… Aún más. Además siento que la gente está muy ilusionada con la final y que también está contenta de que haya vuelto a jugar. Todo eso hace que tenga muchas ganas de hacerlo bien para agradecerles todo su apoyo. Reconozco que no paro de pensar en esa final y creo que todo va a ir muy bien.