¡Milagro en Miribilla!
El Surne Bilbao Basket conecta un parcial de 28-2 en los cinco minutos finales del partido para arrollar al Dijon (97-68) y clasificarse para la final de la FIBA Europe Cup, en la que se medirá al PAOK
Miribilla es el epicentro de los milagros deportivos baloncestísticos, el lugar en el que la fe mueve montañas, lo imposible se convierte en posible y donde absolutamente nada puede darse por sentenciado hasta que suena la última bocina si el Surne Bilbao Basket y su ‘marea negra’, juntos de la mano, en pura retroalimentación, entran en combustión absoluta y fabrican como este miércoles un billete para toda una final continental, en la que el rival será el PAOK Salónica, cuando todo parecía estar en contra.
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Sin sus dos principales pívots, sin el acompañamiento del triple durante toda la primera mitad, con un 69-66 a cinco minutos del final que convertía en una aparente quimera la posibilidad de desactivar el déficit de 19 puntos acumulado en la ida... ¿Imposible? Va a ser que no. Cuando parecía que ya no quedaba tiempo, el conjunto vizcaino activó el modo destrucción total para cerrar el duelo con un histórico parcial de 28-2. Sí, 28-2 en cinco minutos. Así de maravilloso puede ser el baloncesto.
En ese tramo final se alinearon todos los planetas alineables, las muñecas lucieron perfectas desde todas las distancias, la intensidad defensiva fue pluscuamperfecta y se desató la tormenta perfecta. Fuego en la mirada, hielo en las venas. Prendieron la mecha entre Muhammad-Ali-Abdur-Rahkman y Zoran Dragic con su acierto en el tiro, siguió con la tarea Thijs De Ridder, extraordinario en ambos aros a base de pura fe, Bassala Bagayoko cerró su aro a cal y canto como si fuera un veteranazo cuando apenas pasa de los 18 años y los de Jaume Ponsarnau se agigantaron hasta el límite mientras el Dijon, que se las prometía ya muy felices, se desintegró.
Si lo de los ‘hombres de negro’ en la segunda parte de la ida fue un colapso, lo de los franceses en esos cinco minutos finales fue la aniquilación total y absoluta. Pura desintegración a manos de un equipo y una afición que se comportaron como en las grandísimas citas. Ni siquiera el no ser capaces de aprovechar rentas de diez puntos en el segundo acto y de nueve en el tercero apagó su fe y al final acabó encontrando premio a todo su esfuerzo, que fue mayúsculo.
Buen arranque
Los de Ponsarnau arrancaron la contienda tal y como la situación lo exigía, rebosantes de revoluciones y plenos de intensidad atrás, presionando la dirección de juego de Julien. Con la grada de Miribilla muy metida también en faena, el 7-0 con poco más de un minuto disputado alimentaba el objetivo de la noche, pero para activar el ‘modo destrucción’ faltó mayor acierto en los triples liberados, situaciones favorables en las que se escaparon puntos importantes. Legname decidió aprovechar las carencias de los ‘hombres de negro’ y meter balones una y otra vez en las cercanías del aro. Ware aprovechó para facturar seis puntos cómodos, pero entre Cazalon y Pantzar colocaron al término del acto inaugural un más que interesante 20-12.
El conjunto vizcaino pasó a moverse en ventajas de dobles dígitos y el técnico del Dijon, visiblemente enfadado, paró el encuentro a ocho minutos del descanso con el 26-16. Los fallos desde la larga distancia (2 de 12) volvieron a entorpecer el demarraje y los visitantes encontraron la vía para no desconectarse en el luminoso. Dos minutos después fue Ponsarnau quien tuvo que llamar a capítulo a los suyos (26-20). Ante la inoperancia desde los 6,75, los suyos empezaban a tener problemas para sumar puntos (cuatro tiros libres en seis minutos), con pases de más que no aportaban nada, y los visitantes, con Ware explotando ventajas en las distancias cortas, aprovecharon para acercarse a solo dos puntos antes de que un triple de De Ridder colocara el 35-30 en el ecuador de la contienda.
Problemas
El 3 de 18 desde la distancia triple colocaba demasiados palos en la rueda de los de Ponsarnau. Lo de los galos era aún peor (0 de 10), pero a ellos les bastaba con explotar su superioridad interior y no perder demasiado orden al calor de su colchón de 19 puntos.
Al regreso de vestuarios, entre Abdur-Rahkman y Dragic corrigieron el punto de mira para poder sumar de tres en tres, pero el Dijon también encontró puntos mediante sus jugadores interiores. El control del marcador seguía siendo local, pero hacía falta la chispa que permitiese la estampida. Con dos canastas al contraataque se impulsó hasta el 54-45, pero otro triple fallado permitió a su contrincante rearmarse y llegar a los diez minutos finales con un 56-52 que parecía correr a su favor.
Más aún cuando los árbitros tampoco acababan de impartir justicia, con los anfitriones como perjudicados. Cazalon y Domínguez empezaron a anotar de tres puntos, pero los de Legname hacían daño en las distancias cortas. En ese ecosistema parecía que el conjunto vizcaino se iba a quedar lejos de la remontada. Nada más lejos de la realidad. Entre ‘Mars’ y Dragic colocaron los primeros ladrillos de lo imposible, la fe de De Ridder activó motores y el trabajo atrás de Bagayoko fue la gota que colmó el vaso de la estabilidad de un Dijon que acabó roto. No es de extrañar. Le acababa de pasar por encima un auténtico huracán rumbo a la segunda final continental de su historia.