En estos tiempos en los que el baloncesto es muy generoso en el reparto de las plazas europeas, el Bilbao Basket se ha tomado en serio su presencia en la FIBA Europe Cup y ya firma dos semifinales consecutivas. Jaume Ponsarnau ha convencido a sus jugadores de que recorrerse casi los confines de Europa solo merece la pena si se hace con la ambición de pelear por el único título que ahora mismo está al alcance de los hombres de negro. Aquellos largos viajes de la primera fase, que probablemente se pagaron en el mes de noviembre, dieron paso a una segunda fase más exigente en lo deportivo, pero más cómoda en lo logístico. Dejar fuera al Tofas Bursa, uno de los mejores equipos de la competición, ha elevado las expectativas y tiene que hacerlo también con la ilusión de la afición, un factor que puede ser clave para avanzar hacia la segunda final europea de la historia del club.
El Bilbao Basket es el único que repite entre los cuatro semifinalistas respecto a la campaña pasada, pero los otros tres (Dijon, Cholet y PAOK Salónica) también conocen lo que es jugar finales europeas y en algún caso ganarlas. Solo hace falta ver el ambiente que se está creando en sus pabellones, de menor capacidad que Miribilla, para entender que los seguidores de estos clubes históricos también ven esta FIBA Europe Cup como una buena oportunidad de engordar su palmarés. Puede que haya quien piense que esto son las migajas del baloncesto europeo, pero los grandes menús están vetados para estos y otros muchos clubes y de algo hay que alimentarse para ganar notoriedad y visibilidad, sobre todo ahora que está en debate el futuro de las competiciones europeas de clubes.
Hasta el primer duelo ante el Dijon, el Bilbao Basket tiene dos compromisos de la Liga Endesa en casa que le pueden dar mucha tranquilidad y que pueden ayudar a afrontar con los cinco sentidos la eliminatoria ante el equipo de Borgoña. También es tiempo para que Ponsarnau y su cuerpo técnico valoren si mantienen la estructura que el equipo ha tenido en los últimos partidos. Para cumplir con los cupos, el Bilbao Basket debe descartar dos jugadores, lo que provoca inevitablemente una pérdida de potencial. Ante el Tofas quedaron fuera Kullamae, que suman entre los dos dieciocho puntos en veinte minutos en cancha cada uno en los partidos europeos. En su lugar han entrado Bagayoko, que no tiene minutos, y Sylla, que normalmente es el descartado en liga.
Ahora que la calidad de los rivales ha subido, el Bilbao Basket debe afinar en su rotación y en Bursa se produjo algo poco habitual bajo el mando de Ponsarnau. Abdur-Rahkman estuvo en cancha casi 37 minutos y De Ridder rozó los 31, en ambos casos para explotar al máximo sus virtudes ofensivas y también defensivas. El peso del partido recayó en ocho jugadores porque Sylla apenas disputó siete minutos y medio, Domínguez cuatro y medio y Rabaseda dos. Posiblemente, esta será la línea a seguir en lo que quede de camino en la FIBA Europe Cup si se pretende aspirar al título. Por eso, estos cambios imperativos obligan a que los jugadores que no actúan juegan entre semana asuman más responsabilidad en los encuentros ligueros para tratar de mantener el ritmo de victorias ya que la prioridad sigue siendo la permanencia en la Liga Endesa y aún queda trabajo.
A nadie le amarga un dulce y la FIBA Europe Cup se presenta apetitosa después de un recorrido que ha exigido mucho a la plantilla del Bilbao Basket. Los hombres de negro quieren hacer un último esfuerzo y el triple que anotó Abdur-Rahkman puede servir aún de mayor estímulo. Cualquier deportista quiere ganar y este torneo es el que está más cerca por segundo año consecutivo. La oportunidad está ahí y el equipo ya conoce algunas de las claves que pueden llevar al éxito, la primera de las cuales es respetar a los rivales y a la propia competición, en definitiva respetarse a sí mismo.