El Surne Bilbao Basket cosechó el sábado en Lugo su cuarta derrota consecutiva en Liga Endesa al hincar la rodilla en un encuentro que el propio vestuario consideraba “clave” para conseguir una situación clasificatoria más desahogada y en el que “la mochila del desacierto nos ha afectado demasiado incluso al cómo jugar y al cómo defender porque como atacábamos peor estábamos también peor a la hora de defender y ellos tenían el ritmo”, como reconoció Jaume Ponsarnau. Los porcentajes de tiro del conjunto vizcaino volvieron a ser muy malos (46% en lanzamientos de dos puntos, 27% en triples y 68% en tiros libres), provocando que fuera imposible consolidar una ventaja que llegó a ser de doce puntos en el ecuador del tercer cuarto y dando excesivas facilidades a la remontada de un Río Breogán que se rehizo en el momento en el que sus triples empezaron a entrar, un factor vital en el baloncesto de estos tiempos.
Para intentar solucionar precisamente sus profundos problemas en el lanzamiento de larga distancia, con baja eficacia incluso en tiros abiertos y a pies quietos, la entidad de Miribilla incorporó a Omar Silverio. El interés por el escolta dominicano se produjo cuando Kristian Kullamae y Xavi Rabaseda permanecían en el dique seco por sendas lesiones, pero su aterrizaje en Bilbao se demoró tres semanas por problemas con su visado, con ambos jugadores ya recuperados. Así, el conjunto vizcaino compareció en Lugo con tres escoltas (Muhammad-Ali Abdur-Rahkman, Kullamae y el propio Silverio) y tres aleros (Zoran Dragic, Rubén Domínguez y Rabaseda) dentro de su convocatoria de doce jugadores –Amar Sylla sigue de baja– dando lugar a una rotación exterior irregular y muy poco provechosa que demostró que no siempre la acumulación de efectivos desemboca en una mejora del rendimiento colectivo ni individual.
Llamó mucho la atención, por lo negativo, que de estos seis jugadores solo Dragic fuera capaz de firmar alguna canasta en juego a lo largo de todo el encuentro (12 puntos, 4 de 11). Abdur-Rahkman solo sumó dos tiros libres tras fallar sus cuatro lanzamientos de campo –llegaba de meter cinco triples de seis intentos en Barcelona–, Kullamae y Silverio solo sumaron un punto y Domínguez y Rabaseda ni siquiera estrenaron su casillero anotador. El reparto de minutos también llamó la atención, pues ni Rabaseda ni Silverio jugaron durante toda la segunda mitad, en la que Kullamae solo recibió dos minutos de acción en el tercer acto, quedándose sin saltar a cancha en el cuarto. La utilización de esas seis piezas difuminó demasiado los roles y los minutos, sobre todo los de aquellos que partieron desde el banquillo, y ninguno acabó de alcanzar el nivel de confianza y acierto necesario para dar un paso al frente y tirar del equipo en los momentos de la verdad, cuando se echó de menos a jugadores que deberían lucir galones de referentes.
Y es que pese al gran número de efectivos disponibles en la posición de dos, Ponsarnau prefirió hacer coincidir en cancha a sus dos directores de juego, Melwin Pantzar y Harald Frey, durante casi nueve minutos de la segunda mitad. No fue una variante utilizada antes del descanso, pero arrancó con ella en el tercer cuarto durante casi tres minutos para utilizarla de nuevo en tres tandas distintas en el cuarto.