TENIA que ser un partido especial porque trece años no pueden echarse al cubo del olvido. Para Álex Mumbrú, el regreso a Bilbao apenas cuatro meses después de despedirse le hizo llevar “las emociones por dentro” en las horas que pasó en la capital vizcaina al mando del Valencia Basket. Ese revoltijo interior entre el pasado “que había que dejar a un lado” y el imparable presente que le exigía sumar su tercera victoria provocó que el balance fuera agridulce. “El recibimiento ha sido emotivo y lo agradezco. Está claro que cuando llegas al aeropuerto, pasas los túneles de Artxanda y llegas a Bilbao te trae muy buenos recuerdos, pero me hubiera gustado ganar e irme con una buena sensación”, explicó en la sala de prensa en la que, por primera vez en cuatro temporadas, compareció en primer lugar como corresponde al entrenador del equipo visitante en Miribilla.

Moverse por el que fue su pabellón durante tantas temporadas por recorridos diferentes tuvo que ser raro y quizás para evitar que su cabeza se distrajera más de lo necesario ocupó su lugar en el banquillo, en el del otro lado, antes de lo que suele ser habitual en los entrenadores. Su aparición provocó la primera ovación del público de Miribilla, aún no demasiado numeroso. Jaume Ponsarnau le saludó y le acompañó en ese ingreso en la cancha. Luego, Mumbrú saludó efusivamente a Javi Salgado, el que fue su compañero y luego ayudante en sus cuatro años como entrenador del Bilbao Basket.

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En la grada abundaban las camisetas de manga corta con el número 15, aquellas que se comercializaron con motivo de su retirada, y también algunas de su etapa como jugador. En la presentación de los equipos, la ovación a una de las leyendas del club redobló su intensidad, con las gradas ocupadas por un público deseoso de seguir un partido con cierto morbo. Después, la presidenta Isabel Iturbe le hizo entrega de un cuadro que juntaba en una bien pensada imagen al Mumbrú de corto con el Mumbrú de traje y corbata. Y ahí se acabaron los guiños al pasado porque lo importante estaba en la cancha entre dos equipos muy cambiados que querían seguir invictos en la Liga Endesa.

El ahora técnico del Valencia Basket dirigió casi siempre de pie, sin ninguna crispación y demostró su buen criterio e instinto cuando reclamó dos challenges que le dieron la razón, le procuraron a su equipo media docena de puntos por las revisiones y le permitieron prescindir de los tiempos muertos para ordenar a su equipo. Esos se los guardó para el final cuando sus jugadores “perdieron el control”, según comentó en su balance del partido. Entonces, fue cuando el pabellón demostró que ya no había lugar para los sentimentalismos. “Miribilla lo conozco bien, ha estado apretando todo el partido. Cuando nos escapamos le dieron alas para que confiaran, sabiendo que a un tiro de ir por delante son muy peligrosos”, concluyó Álex Mumbrú, que se encontró a un Bilbao Basket con el mismo espíritu que él dejó, pese a los numerosos cambios, y “con más confianza que nosotros, lo que al final ha sido determinante”. Tras el pitido final, repitió los saludos, pero abandonó la cancha de forma apresurada porque seguro que la derrota le dolió mucho, aunque su verdugo fuera un equipo que siente como suyo.