En el baloncesto, como en el resto de deportes, no siempre se puede ganar con brillantez, gustando y gustándose. Hay encuentros en los que hay que poner otro tipo de argumentos en juego para salir victorioso. Este martes en Praga, el Surne Bilbao Basket ha tirado de oficio para estrenar con victoria su participación en la Basketball Champions League (54-68).

Al conjunto de Jaume Ponsarnau le ha costado entrar en calor, imponer a la contienda la tensión competitiva necesaria para hacer valer su superioridad, algo que puede entrar dentro de la lógica atendiendo a que era su tercer partido en cinco días y que los físicos de los jugadores no están para tanto trote a una altura tan prematura del curso.

El equipo vizcaino lo ha pasado mal hasta el descanso. Se ha visto a merced de un Nymburk que ha jugado rápido y directo para dañar el débil entramado defensivo de su rival, pero los visitantes han sabido esperar su momento, que ha llegado tras el descanso. Sin alardes, pero con mayor aplomo, acierto y contundencia que lo visto hasta ese momento, los hombres de negro han colocado el luminoso a su favor en el tercer cuarto y en el último han puesto pies en polvorosa ante un cuadro anfitrión demasiado fallón en el triple y al que el choque se le ha hecho muy largo.

Pese a que le ha costado imponerse en retaguardia, sus paupérrimos porcentajes de tiro hasta el ecuador de la cita y los problemas en el rebote -este mal se ha prolongado hasta el final y requiere mejora-, el Surne Bilbao Basket ha solventado con matrícula de honor su cargadísimo arranque de curso, algo que tiene un mérito mayúsculo y debe proporcionar al grupo humano la tranquilidad necesaria para seguir trabajando y mejorando. A la hora de cambiar las líneas maestras del choque, ha sido fundamental que Adam Smith cogiera el toro por los cuernos en el tercer cuarto para voltear el luminoso con nueve puntos en apenas siete minutos, mientras que en el acto final han sido Ludde Hakanson, Michale Kyser y Francis Alonso, con 16, 11 y 10 puntos respectivamente, los encargados de dictar sentencia.

Flojo arranque

El conjunto vizcaino arrancó el duelo con déficit de tensión competitiva, lo que tuvo su reflejo tanto en ataque como en defensa. Los de Ponsarnau se quedaron atrapados en el esquema de juego directo planteado por los checos, con sus exteriores estadounidenses activando su muñeca a las primeras de cambio, y su notable desacierto a la hora de buscar el aro rival y su falta de dureza defensiva hicieron que los de Stelmahers se hicieran con el control del marcador (16-10) a pesar de la lesión de Kamau Stokes, uno de sus referentes, cuando aún no se habían disputado ni cuatro minutos de juego.

Rabaseda, con dos triples, mantuvo a flote a los suyos, ya que el resto de sus compañeros lucía una horrible estadística en el epígrafe de tiros de campo, con tres anotados de 17 intentados y Sulejmanovic especialmente desacertado (0 de 6). Un triple de Andersson y una canasta de Francis Alonso permitieron a los hombres de negro cerrar el primer acto en ventaja (16-18), pero fue un espejismo.

Con Lockett especialmente dañino de cara a sus intereses, el Surne Bilbao Basket no conseguía colocar sobre la cancha una retaguardia mínimamente sólida, llegaba tarde a la mayoría de las acciones y el Nymburk, sumando varios dos más unos, aprovechó para poner pies en polvorosa en el luminoso hasta el 31-22 a 3:37 del descanso. Al verle las orejas al lobo, el juego del conjunto vizcaino ganó algo de aplomo y compostura, llegando al ecuador de la cita con un 33-30 que dejaba todo absolutamente abierto, pero sus estadísticas reflejaban problemas que requerían rápida solución: superados en el rebote y con un mal 31% en triples y un horrible 33% en tiros de dos puntos.

Reacción

En la reanudación, Smith empezó a entrar en juego, lo que fue una bendición para los intereses bilbainos. Cinco puntos suyos en un abrir y cerrar de ojos llevaron a Stelmahers a parar el partido con el 26-37. Y no se detuvo ahí el estadounidense. Sumando en penetraciones o gracias a su buena colocación en el rebote ofensivo, el 41-45 llevó de nuevo al Nymburk a pedir otro tiempo muerto. El problema es que el resto del equipo no fue capaz de sacar provecho al momento de flojera de los checos, fallones en el tiro exterior y encadenando pérdidas de balón por doquier. Así las cosas, la posibilidad de demarraje se quedó en nada, los cuatro minutos finales del tercer cuarto se saldaron con un pírrico 2-2 y la contienda llegó a sus diez minutos finales con un 43-47 que dejaba su resolución en el aire.

Pero no hubo lugar para emociones fuertes. La capacidad resolutiva de Hakanson, con siete puntos en menos de tres minutos, y el trabajo de Kyser en ambas canastas -a sus 11 puntos añadió cinco tapones- no tuvieron respuesta por parte del Nymburk. El 47-57 a seis minutos y medio del final ya no tuvo vuelta atrás porque los checos se quedaron absolutamente secos en ataque. El 54-68 con el que acabó la contienda fue una noticia magnífica para un equipo que sigue sin conocer la victoria y mira ya de frente a la visita del Valencia Basket a Miribilla el próximo domingo.