EL marcador del Palacio de Deportes Martín Carpena señalaba a diez minutos del final un 58-60 favorable a sus intereses y el Bilbao Basket parecía en la noche del jueves estar en condiciones de pelear hasta el final por una victoria que le habría sacado de posiciones de descenso. Momentos antes, los hombres de negro ya habían recibido un parcial adverso de 11-2 (del 35-40 al 48-42) y se habían rehecho de manera admirable, pero ese arranque de último acto fue letal. Desconexión brutal, otro 16-2 en contra en menos de cinco minutos, 74-62 en el luminoso y se acabó lo que se daba.

Y llueve sobre mojado en este aspecto. Los abruptos bajones de tensión durante los partidos han sido uno de los grandes déficits del conjunto vizcaino a lo largo de este curso. El grupo humano dirigido por Álex Mumbrú no está siendo capaz, salvo en un puñado de excepciones, de ofrecer un rendimiento mínimamente sostenido durante 40 minutos. Casi siempre hay un tramo de los partidos en el que su solvencia cae en picado. Su maquinaria colapsa, sus engranajes se atascan en ataque o en defensa y el rival de turno encuentra un ecosistema ideal o bien para poner pies en polvorosa en el luminoso -casi siempre- o para recuperar el terreno perdido y poner en aprietos a los hombres de negro. Es un modus operandi habitual, una dinámica negativa que se ha mantenido desde el arranque del ejercicio. Ha ocurrido contra todo tipo de equipos, a cualquier altura de partido y en duelos resueltos con holgura y también en apretados. Y una vez sufridos la voluntad de ponerles remedio es innegable, pero el equipo pocas veces cuanta con argumentos sólidos para lograrlo.

Si se atiende a los encuentros disputados después del parón de la Copa, las franjas de partido con importantes parciales adversos han sido habituales. Ocurrió incluso en dos de los tres encuentros ganados. El 21-10 ante el Acunsa GBC no hizo daño porque el Bilbao Basket ganaba ya por 38-58, pero ante el Murcia el 16-3 en el último acto estuvo muy cerca de costar el partido (del 57-69 a siete minutos del final al 68-69 para acabar venciendo en la prórroga). En el resto, el 22-8 en la apertura del tercer acto en la visita al Estudiantes obligó a los de Mumbrú a remar demasiado tiempo contra la corriente (del 44-43 al 66-51) para acabar ahogados en la orilla (95-89), el 7-26 frente al Baskonia entre el ecuador del tercer cuarto y el del último (del 50-54 al 57-80) dinamitó el partido, mientras que contra el Manresa, una de esas citas con la etiqueta de vitales, fue aún peor con un 17-35 que convirtió un luminoso equilibrado (43-44) en otro prácticamente resuelto (60-79) pese al voluntarioso intento de remontada final (81-86).

Antes de ese parón competitivo, y atendiendo a las citas con resolución ajustada, un parcial de 19-4 ya frustró las opciones de pescar en la cancha de un Obradoiro que llevaba un mes sin competir por el covid, en Andorra un 17-3 obligó a los bilbainos a viajar por detrás del rival en el marcador durante más de treinta minutos en un duelo resuelto por un agónico 72-70 adverso (en el duelo en Miribilla, los de Ibon Navarro ganaron con un 2-12 que colocó el 66-76 a minuto y medio del final de un partido que iba empatado poco antes). La marea negra aún recuerda la victoria que se escapó del Bilbao Arena (77-78) con una canasta en el último segundo de Víctor Arteaga tras dos tiros libres fallados por Jaroslaw Zyskowski. Aquel día, los hombres de negro dominaban con claridad (31-19) en el segundo acto un enfrentamiento en el que llegaron por detrás al descanso tras recibir un 4-18. También fue doloroso el 3-16 con 14 puntos de Conner Frankamp que dio al Murcia una ventaja (37-46 en el tercer cuarto) que ya no dejó escapar para conquistar la capital vizcaina (63-73), o el 22-8 con el que arrancó el partido de la primera vuelta en Manresa y que ya no tuvo solución...

Y contra los grandes, especialistas en oler la sangre y lanzarse a la yugular, ha sido aún más llamativo, dando lugar a marcadores abultados que han hecho mella en la solidez mental de un Bilbao Basket que no ha sido hasta el momento capaz de poner solución a este problema y al que solo le quedan por delante siete citas para tratar de salir del descenso. Para ello, deberá dejar de tropezar constantemente en la misma piedra.