ENTRO de las malas sensaciones con las que ha arrancado el curso el Bilbao Basket, plasmadas en un balance de 1-8 que le coloca como penúltimo clasificado igualado con el colista Acunsa GBC, habrá quien vea el vaso medio lleno o medio vacío. Los primeros esgrimirán que solo se ha recorrido un cuarto de calendario, que queda tiempo para reaccionar y casi todos los duelos ante rivales directos por disputar, que pese a la acumulación de derrotas aún no se ha abierto hueco en el sótano de la tabla (Zaragoza, Betis, próximo rival de los hombres de negro, y Gran Canaria llevan dos partidos ganados) y que partiendo de las actuales constantes vitales solo se puede ir a mejor. Los segundos, por contra, repararán en los problemas estructurales del equipo, en que hay un puñado de jugadores que con nueve encuentros disputados no alcanzan el nivel que se les presuponía, en que las sensaciones que desprende la plantilla en cuanto juego y espíritu no son alentadoras y en que no está la tesorería de la entidad de Miribilla para muchas correcciones sobre la marcha, músculo financiero que sí podrían tener otros rivales directos en la lucha por la salvación.

Probablemente, la verdad estará en el término medio. La situación es mala, pero no extrema. Las carencias son importantes, pero en el vestuario debería haber piezas suficientes para al menos maquillarlas. La dinámica es negativa -se suman, además, las dos derrotas en Europa-, pero a veces solo hace falta una victoria, soltar lastre mental, para revertirla. Sea como fuere, de lo que no hay duda es de la necesidad de sumar recursos individuales para la causa común, que varios jugadores salgan de la nebulosa en la que parecen envueltos y demuestren su capacidad.

A día de hoy, el Bilbao Basket solo dispone de dos piezas fiables que ofrezcan un rendimiento sostenible: Ondrej Balvin y Jonathan Rousselle. El pívot es el máximo reboteador de la Liga Endesa (7,8 por encuentro), ha anotado en dobles dígitos en seis de las nueve citas (promedia 11,8 puntos) y los rivales cierran sus defensas sobre él porque saben que el faro sobre el que gira el juego bilbaino. Por su parte, el base, pese al problema de las pérdidas de balón -el conjunto vizcaino es el segundo peor de la liga en esta faceta, con 15,8 por duelo-, dirige con solvencia y logra sus 12 puntos por partido con muy buenos porcentajes (64% de dos, 40,5% en triples y 92,9% en tiros libres). El problema llega a partir de ahí. Dos jugadores llamados a dar un paso al frente respecto al rol del pasado ejercicio, Arnoldas Kulboka y Jaylon Brown, no acaban de dar con la tecla. El estadounidense es el máximo anotador del equipo (13,3 puntos), pero su rendimiento presenta demasiados dientes de sierra. Su 37% en triples es bueno, pero lleva 2 de 14 en las tres últimas citas, mientras que tiende al abuso en sus penetraciones contra el mundo (pobre 44% en tiros de dos), unas veces por obcecación y otras porque en los periodos en los que el equipo se atasca es el único capaz de romper en el uno contra uno. El lituano, por su parte, no acaba de encontrar su ritmo. Es un tirador puro que sufre en defensa, quiere compensar en ataque pero no consigue la racha que impulse su confianza. Su acierto (35%) no ha caído respecto al pasado curso, pero sí sus intentos pese a jugar más minutos. A veces se le ve cabizbajo, otras enfadado consigo mismo. Y el equipo necesita como el comer su amenaza.

Entre los nuevos, con Ludde Hakanson algo frustrado por sus problemas en la dirección de juego, el mayor problema radica en las piezas interiores, Aaron Jones y Kingsley Moses, que están siendo lo peor que se puede ser: intrascendentes. A ninguno de los dos se les vislumbran las supuestas virtudes por las que fueron fichados, bien porque no son capaces de trasladarlas a una liga superior o porque no se está sabiendo explotar sus capacidades. No están marcando diferencias en ninguna faceta del juego, no tienen un rol claro y tampoco presentan un poderío físico que les permita hacerse notar. Uno de los dos saldrá por la llegada de Huskic y a día de hoy no hay mucha diferencia entre ambos.