EL Bilbao Basket se ha empeñado en ir contracorriente desde el comienzo de la temporada y ha llegado un momento en que no avanza y el curso de la temporada amenaza con arrastrarle a un lugar que, de momento, conviene no recordar por aquello de no mentar a la bicha. Veljko Mrsic llegó hace dos meses y medio a su cargo y su balance no mejora el de su antecesor, que es lo que se espera cuando se procede a un cambio en el banquillo. El equipo sigue jugando “a ratos”, como reconoció ayer el técnico croata. “Tenemos lo que tenemos”, fue la frase que define el estado de una plantilla que sigue sin encontrar su rumbo ni alguien que lo marque con claridad.
En teoría, en la etapa anterior los problemas eran unos. Ahora son los contrarios. Y es que con solo 45 tiros de campo realizados y menos de un 50% de acierto en todo un partido es imposible ganar, por mucha defensa que se quiera poner sobre la cancha, que en el caso del Bilbao Basket nunca parece suficiente. Si se censuraba el estilo de lanzar muchos triples y buscar un alto ritmo, ayer los hombres de negro solo intentaron diecisiete tiros desde detrás de los 6,75 metros para meter solo cinco, una cifra muy escasa para los tiempos que corren.
Un estudio reciente del portal Stats LI dice que el mayor volumen de tiros en la Liga Endesa se realiza desde distancias inferiores a metro y medio del aro o más allá de la línea de tres puntos. El Bilbao Basket ha llegado a un punto en que ni una cosa ni la otra. Los rivales ya le han cogido el truco y sabiendo que la amenaza en el poste bajo es prácticamente nula -incluso cuando el rival abusa de los cambios de asignación y concede centímetros, como ayer el Fuenlabrada-, aprietan en el perímetro y sale algo como la primera parte de ayer en Miribilla: un equipo parado, incapaz de sacar ni una sola ventaja de sus sistemas mientras el base botaba el balón y acababa obligado a lanzar sobre la bocina con escasas posibilidades de éxito. 18 tiros hicieron los de Mrsic hasta el descanso, ni siquiera compensados por los tiros libres. Ahí estuvo la clave del partido porque es complicado que este Bilbao Basket remonte partidos desde la defensa y desde el sentido de urgencia, sobre todo si enfrente hay un tipo como Marko Popovic que sabe cuándo y cómo meter el dedo en la llaga. El croata ejerció de líder y siempre encontró la manera de producir mientras en el Bilbao Basket crecieron los errores en tiros francos y hubo renuncia a otros por miedo a las consecuencias.
una agonía Así, cada jornada que pasa alarga la agonía de una temporada que justifica a quien se ponga en el peor de los escenarios. Hay cinco equipos con mala pinta en este punto del curso, que se jugarán el pellejo en lo que queda: el Joventut, el Real Betis, el Tecnyconta Zaragoza, el San Pablo Burgos y, sí, el Bilbao Basket. El semblante de su entrenador en la rueda de prensa de ayer lo confirmaba. La semana que viene los bilbainos visitarán al Barcelona y después pararán tres semanas por la Copa y la segunda ventana de la FIBA. En la anterior se designó un culpable con la excusa de eso tan subjetivo que son “las sensaciones” y con la idea dentro del consejo de administración de que “el equipo daba para mucho más”. Diez partidos después, el Bilbao Basket está en el mismo sitio y ahora toca ya buscar soluciones, que pasarán por adaptar la plantilla a los gustos del entrenador o que este deje de empeñarse en nadar contra la corriente.
Si no, habrá que estar cada jornada mirando fijamente los resultados de los demás. Ayer volvieron a perder el Joventut y el Real Betis, los dos conjuntos que ocupan las plazas de descenso, y el San Pablo Burgos y ganó el Tecnyconta Zaragoza tras cambiar de entrenador, lo que iguala a los maños con el Bilbao Basket. Los hombres de negro conservan ese colchón de dos victorias con el descenso sobre el que lleva acostado un mes. Pero estar pendiente del mal de muchos no deja de ser una mala costumbre porque los comodines pueden acabarse en cualquier momento.
Las buenas sensaciones, la mejoría proclamada, no se acaban de consolidar y las dos últimas derrotas en casa ante rivales de la clase media han vuelto a disparar las alarmas, si es que alguna vez se apagaron. Se esperaba que estos dos partidos sirvieran para impulsarse hacia la tranquilidad, pero Miribilla ha dejado de ser un seguro de vida después del espejismo que supuso la amplia victoria ante el Joventut, cuyos efectos ya han desaparecido. El enfermo sigue necesitando muchos cuidados en forma de triunfos o de nuevos tratamientos de choque.