Bilbao - El Bilbao Basket sigue siendo en febrero el mismo equipo que en octubre se derrumbaba ante el más tímido soplido, el mismo grupo carente de coraza física y mental para moverse con solvencia por las complicadas aguas de la Liga Endesa. Han cambiado rostros en pista y banquillo, ha habido momentos algo más lucidos o algo más oscuros, pero la esencia sigue siendo la misma, la de un conjunto al que le cuesta horrores cerrar su aro porque no tiene mimbres, estructura ni físico para ello y que, además, en ataque acostumbra a cortocircuitarse, a sufrir monumentales atascos que el rival de turno acostumbra para poner pies en polvorosa. Cuestión de defectos estructurales de plantilla, con los que habrá que lidiar hasta final de curso salgo que desde la planta noble del club vean imprescindible tirar de chequera para evitar problemas mayores.

Si hace quince días pescó en Miribilla un Obradoiro que llegaba a Bilbao tras siete derrotas seguidas, ayer arrancó otra victoria un Fuenlabrada que había perdido cuatro de sus últimos cinco partidos. Lo mejor para los intereses de los hombres de negro sigue siendo que los dos últimos, Joventut y Betis, siguen sin sumar y que su colchón con respecto al descenso se mantiene en dos victorias, pero cada ocasión desaprovechada en casa es un tren hacia la tranquilidad que se escapa. Y en algún momento habrá que ganar.

Ayer, al Bilbao Basket se le escapó el partido en un segundo acto horrible. Sin ritmo ni fluidez en ataque, amasando bote ante la falta de movimientos y alternativas para acabar con tiros desesperados y taponados al límite de la posesión, y con boquetes defensivos por los que los de Néstor García se colaron sin dificultad, el Fuenlabrada firmó un parcial de 1-13 que le permitió amasar una renta de trece puntos (21-34), la misma con la que llegó al descanso (33-46). A partir de ahí, los anfitriones trataron de reconstruir su destrozado andamiaje y no estuvieron lejos de la remontada, llegando hasta el 75-78. Pero en ese tramo final, como en todo el duelo, los visitantes tuvieron claro su plan de juego, pusieron el balón en manos de Marko Popovic y este resolvió desde los 6,75. Por contra, Álex Mumbrú y Devin Thomas, los dos mejores jugadores en las filas bilbainas, fallaron dos triples y dos tiros libres respectivamente y ahí acabó cualquier esperanza.

El encuentro arrancó con un inesperado protagonista en las filas de los hombres de negro, un Shane Hammink que con ocho puntos se encargó de mover los guarismos de los suyos. Los anfitriones llegaron a dominar por 15-10 a 3:58 de la conclusión del primer cuarto, pero las constantes vitales del duelo apuntaban ya hacia un Fuenlabrada con las ideas más claras, más cómodo sobre la cancha. Ya fuera poniendo la bola en manos de Popovic o penetrando constantemente a canasta para sacar el balón hacia el tirador liberado, los visitantes jugaban con enorme fluidez, fabricando constantes situaciones liberadas. Así, el parcial de 3-11 que encajaron los hombres de negro (18-21) no fue más que el primer resbalón contra un rival que cerró los diez primeros minutos con un rotundo 60% en tiros de campo y cinco triples anotados, además de una ventaja de 20-23 en el luminoso. Pero lo peor estaba por llegar. Sin ideas, sin frescura y sin jugadores en movimiento, el juego ofensivo de los anfitriones se convirtió en un engrudo imposible de masticar, amasando bote hasta el infinito ante la falta de alternativas, perdiendo balones a mansalva y encadenando desesperadas acciones con tiros sobre la bocina que, además, acababan taponados. Por contra, el Fuenlabrada jugaba a placer, con las ideas clarísimas y ningún miedo porque todo iba según su plan de juego. Ian O’Leary hacía daño buscando la espalda de sus pares y los triples a la desesperada, uno de Sekulic y otro de Rupnik a tablero, encontraban red. Así, el 21-34 a 6:08 del descanso encendió las luces de alarma. Mumbrú se echó el equipo a la espalda y lideró el tímido amago de remontada (29-34), pero un par de errores defensivos (muy dañino uno de Pere Tomàs dejando solo a Llorca para un triple) y los balones perdidos volvieron a sacar al Bilbao Basket del carril bueno. Con Fischer totalmente romo y Tabu cabreado y con tres faltas, Mrsic jugó la carta de Salgado sin obtener tampoco premio. Además, un triple de Popovic sobre la bocina, absolutamente solo, tras saque de banda con dos segundos en el reloj llevó a los de Néstor García al vestuario con 33-46 ante unos hombres de negro que en el segundo acto solo totalizaron siete tiros de campo.

De menos a más El Bilbao Basket retornó con la idea de cargar el juego sobre Thomas y no le fue mal. No es que lograra estrechar márgenes, pero al menos metió al Fuenlabrada en bonus en menos de tres minutos e hizo que la vía de agua no fuera a más. Che García tuvo que reservar a Vargas y Olaseni, con lo que perdió efusividad defensiva, pero en ataque se sujetó de la mano de Popovic, desquiciante para sus pares tanto por talento como por lengua. Mrsic apostó por Mumbrú y Hervelle como pareja interior y sacó algo de provecho: los anfitriones fueron recuperando verticalidad y compostura. Tras el 59-67 a diez minutos del final, Paco Cruz sujetó a los suyos, pero tres zarpazos en forma de mates y bandeja de Hammink y Thomas encendieron Miribilla. Pasito a pasito, el Bilbao Basket fue ganando terreno hasta colocarse 75-78 a 1:07 del final, pero Popovic, con un triple, fulminó cualquier esperanza de un equipo que en esos compases finales acumuló demasiado desacierto como para salir victorioso en una matinal en la que ni las sensaciones ni las conclusiones fueron esperanzadoras. El enésimo tiro en el pie.