bilbao - Por una cosa o por otra, el Bilbao Basket no consigue frenar las vías de agua que amenazan con mandar el barco a pique. El equipo ha entrado en un espiral autodestructiva que quizás pueda detenerse en estas dos semanas sin competición. Aunque solo sea por perderse de vista durante unos días. Ahora mismo, el Bilbao Basket está en esa fase en la que todo lo que puede salir mal sale mal. No se les puede reprochar el no intentarlo porque son capaces de enlazar buenos arranques de partido, como ayer o ante el Lietuvos Rytas, pero el bloque está cogido con alfileres.

Los jugadores están perdidos, sin confianza ni fe, los mensajes del entrenador no llegan con la nitidez necesaria a sus pupilos y no existe en la cancha un liderazgo tranquilo y claro para poner orden y encontrar soluciones. Ni siquiera tener delante a otro equipo como el UCAM Murcia que durante muchos minutos también estuvo pasado de vueltas y sin criterio, hasta que el veterano Brad Oleson lo tomó bajo su ala protectora, sirvió para que el Bilbao Basket encontrara una senda hacia la victoria. La que había la arruinaron en la primera parte al regalar 26 tiros libres y, como consecuencia 21 puntos, por culpa de faltas absurdas y poco inteligentes que dejan en evidencia a quien las comete y a quien las consiente.

Ganar solo por dos puntos en el descanso a un rival que llevaba un 33% en tiros de campo no era un buen augurio y se confirmó en la segunda parte. Cuando los pimentoneros empezaron a soplar con una mejor actividad defensiva, el castillo de naipes del Bilbao Basket se cayó y ya no hubo nadie que pudiera levantarlo de nuevo. Perder fuera de casa con mejores porcentajes de tiro que el anfitrión también es para hacérselo mirar, pero nada ocurre por casualidad. Los hombres de negro perdieron 24 balones que generaron 39 puntos para el UCAM Murcia, casi la mitad de los que consiguió. Ni siquiera tras conseguir rehacerse y colocarse a cuatro puntos cuando quedaban aún casi dos minutos y medio vieron los de Carles Duran que se podía abrir una puerta a última hora. Otras dos pérdidas que revelaron escasa convicción en sus posibilidades y pocas ideas enterraron sus opciones de sumar en una cancha que empieza a ser maldita.

estado de confusión Es significativo que Salgado fuera el base más utilizado ayer cuando el entrenador no confía en él más que como recurso puntual o que Dejan Todorovic no saliera de titular cuando ese ha sido su rol toda la temporada y estaba siendo el mejor del equipo. El resultado es que ni el serbio ni Redivo, si es lo que se pretendía, estuvieron a su mejor nivel. Son decisiones que revelan el estado de confusión en que está instalado el equipo, del primero al último de sus miembros. En estas condiciones, el parón de estos días debería venir bien para hacer análisis de la situación y replantear los objetivos, ahora que al mirar la clasificación solo se ven dos equipos por debajo. Pero también existe el temor de que alguno de los cinco jugadores que se marchan regrese en peores condiciones y eso sí que sería un problema aún más grave.

Porque a la hora de tomar decisiones el club tiene que colocar en la balanza lo deportivo y lo económico y eso complica todo. Ya se han pegado varios tiros al aire y la munición, en cuanto a recursos de todo tipo, escasea. Pero no hay duda de que el Bilbao Basket necesita algo a lo que agarrarse en la cancha para recuperar la fortaleza de ánimo y mejorar su juego y la afición necesita algo a lo que agarrarse fuera de la cancha para mantener la ilusión, aunque sea el clavo ardiendo de alguna victoria pírrica y más allá de declaraciones o acciones bienintencionadas. Las sensaciones que transmite el equipo son mucho peores que su posición en la tabla de la Liga Endesa, aunque dentro de dos semanas, se jugará en Miribilla un partido muy importante ante el San Pablo Burgos, que sí puede ser un punto de inflexión, para lo bueno o para lo malo. En esa cita hay que volcar toda la atención y recordarla durante estas dos próximas semanas en las que el Bilbao Basket desaparecerá del mapa competitivo.