Bilbao - El baloncesto no tuvo piedad de Raúl López en su adiós. Como si estuviera enfadado con él, resentido por la retirada de una de las figuras que tanto le ha dado; le reservó una dolorosa despedida, encajando una canasta desde más allá de medio campo y acabando de un plumazo con todas las ilusiones de aquellos aficionados que querían presenciar un par de clases del Mago de Vic. El lanzamiento de Joan Sastre entró por el aro tras chocar contra el tablero y el balón fue directo hacia Raúl López, volvió a su dueño, a las manos de uno de los jugadores que con más delicadeza le han tratado siempre. Fue la parte más amarga de la despedida, pero el Bilbao Arena no quiso que el catalán se marchara así en su último truco de magia y le reservó un homenaje lleno de emoción, con las lágrimas surcando los ojos del protagonista, de los compañeros y del público.
En un deporte cada vez más egoísta y en el que los números son la vara de medir de muchos, Raúl López se ha mantenido fiel a su esencia. Un romántico al que no le gusta estar bajo los focos y despliega su magia a favor de la persona que tiene a su lado. Generosidad por bandera. Su manera de entender el baloncesto y con la que se ha ganado el respeto de compañeros y rivales. Desde el vídeo que se proyectó en el marcador, jugadores consagrados en el panorama internacional mandaron un caluroso saludo al base catalán. “Gracias por todo, eres un grande y te quiero mucho”, afirmó Pau Gasol. “Tienes un talento que no se ve cada día, uno fuera de serie”, añadió el exjugador bilbaino Marco Banic. “Era mi ídolo cuando era niño”, recordó Ricky Rubio. “Será un privilegio poder contar a mis hijos y a mis nietos que yo jugué con Raúl López”, expresó Sergio Llul. Mínimas muestras de lo que ha significado Raúl López. Ese base con el que todos querían jugar y con el que pudieron ser mejores jugadores gracias a su solidaridad.
En su viaje, Raúl López nunca ha estado solo, siempre ha tenido el apoyo de muchos, pero Álex Mumbrú ha sido su compañero más fiel. “Nos hemos metido entre pecho y espalda una kilometrada superior a diez vueltas al mundo jugando a lo que nos apasiona”, escribió en las redes sociales el alero del Bilbao Basket. Juntos han estado nueve temporadas en las que han vivido éxitos, como la ACB conquistada en 2007 con el Real Madrid o la plata en los Juegos Olímpicos de Pekín. Pero también momentos duros mientras vivían la incertidumbre de la continuidad de conjunto bilbaino, aquel por el que siempre apostaron sin dudar. Las lágrimas de Mumbrú eran mucho más que la mera emoción, se iba un amigo de las canchas, le dejaba huérfano y “te echaremos de menos jugando y fuera de la pista porque sé que vamos a seguir hablando, pero va a ser complicado jugar y ver subir el balón a una persona que no seas tú”.
Hubo tiempo también para recordar a todos los equipos en los que ha estado. Camisetas del Vic, el Joventut, el Real Madrid, los Utah Jazz, el Akasvayu Girona, el Khimki y, cómo no, el Bilbao Basket entraron en escena para ambientar la despedida de Raúl López. En el conjunto bilbaino, el catalán ha encontrado un hogar, un amor a primera vista por el que ha luchado en los momentos más duros y al que le ha ofrecido sus últimos trucos de magia. Desinteresado. Decidiendo sufrir cuando era muy fácil mirar hacia otro lado y, a pesar de todo, agradecido a una ciudad que siempre le ha demostrado su cariño. “Hemos luchado mucho para que este club siga vivo, para que haya baloncesto en Bilbao y haber ayudado a que esto sea posible es mucho más que suficiente. Me he sentido querido como en ningún lado y disfruto del cariño de la gente a diario”, se despidió Raúl de la afición del Bilbao Arena.
El último baile Antes del homenaje, el partido no tuvo el resultado deseado, la fiesta no pudo ser perfecta. Tampoco fue el mejor día de Raúl López de cara al aro. Errático en el tiro, supo entender la situación y se dedicó a hacer relucir su mejor virtud, la de hacer mejores a sus compañeros y se despidió con nueve asistencias. Pero con acierto o no, la magia no podía faltar. Filigranas con el balón en sus manos, pases que solo él vio, una canasta tras reverso que sirvió para abrir el recital del día... un día más en la oficina para Raúl López, el último recital de calidad ofrecido al mundo del baloncesto. Su última anotación: un tiro libre. El punto que hubiera desequilibrado la balanza si no llega a ser por la lejana canasta de Sastre.
El amargo adiós no aguó la fiesta. “No me retiro”, llegó a bromear Raúl mientras ilusionaba por décimas de segundo a algún crédulo. Aunque luego llegó la despedida oficial, discreta y humilde: “Saber que he hecho las cosas bien para poder vivir este homenaje es muy gratificante. Es importante saber retirarse a tiempo y en este caso creo que mi momento ha llegado”. Fiel a su estilo hasta el final.