Bilbao - Magia: habilidad de realizar cosas extraordinarias mediante trucos o juegos de manos. Esta definición le viene al pelo porque a eso se ha dedicado desde que la élite del baloncesto le viera salir del cascarón en 1998 enfundado en las camisetas del Joventut y de las categorías inferiores de la selección española, a convertir en ordinario lo inusual, a que sus manos, con mayor o menor impulso de sus piernas, plasmaran sobre la cancha las extraordinarias jugadas que su privilegiada mente se encargaba de maquinar.
Magia: encanto, hechizo o atractivo con que una persona o una cosa deleita o subyaga. También le encaja esta acepción porque por ahí por donde ha pasado -Badalona, Madrid, Salt Lake City, Girona, Moscú y, evidentemente, Bilbao- su juego ha encandilado a todos aquellos aficionados que han tenido el privilegio de verle defendiendo la camiseta de sus equipos, mientras que su personalidad, cercana sin caer en lo empalagoso, humilde y amante del segundo plano mediático pero atento y cortés con todo aquel que se ha acercado a él, le ha valido para calar hondo, haciéndose merecedor del cariño, respeto y aplauso de compañeros y rivales, de aquellos que le han acompañado en esta singladura y de quienes le han sufrido al otro lado de la trinchera.
Salvo aquellos referentes a la brujería y a las ciencias ocultas -y viéndole jugar todos estos años tampoco esto es descartable- cualquier significado de la palabra magia engarza perfectamente con lo que Raúl López Molist ha sido y aún es como jugador de baloncesto. Lástima que el físico sea imprescindible para respaldar la imaginación y que incluso los genios tengan fecha de caducidad. Es ley de vida y, por tanto, del deporte. El Dominion Bilbao Basket anunció ayer que el mago de Vic colgará su chistera cuando acabe la presente temporada y a la marea negra en particular y a los aficionados a este deporte en general se les hizo un nudo en el estómago, como ocurre con esas noticias que no por esperadas dejan de ser impactantes. “Para el Bilbao Basket es un orgullo poder disfrutar de su baloncesto, de cada entrenamiento, desplazamiento? como lo ha hecho en los más de 200 partidos en los que se ha enfundado el traje de hombre de negro”, destacaba el club, anunciando que prepara un homenaje para el último choque del curso regular (21 o 22 de mayo en el Bilbao Arena ante el CAI).
Pero antes de que llegue ese día -y puede que también después si el club vizcaino logra billete para el play-off- a Raúl López todavía le quedan sesiones de magia para deleitar al respetable. Sus actuaciones son cada vez más fugaces como consecuencia de las serias heridas de guerra de su maltrecho cuerpo, de vez en cuando tiene que suspender incluso alguna función, pero ha sido precisamente eso lo que ha permitido al público vizcaino disfrutar de su juego en vivo y en directo durante cinco años. Sin sus tres gravísimas lesiones de rodilla, Raúl seguiría probablemente a día de hoy, cerca de cumplir 36 años, en el lugar que le correspondería por su descomunal talento, la NBA, la mejor liga del mundo, la competición que le reclutó hace ya 14 años cuando cruzar el charco era prácticamente una proeza para los jugadores europeos, más aún para los bases. Fue captado en el draft de 2001, el mismo que su compinche de juventud, Pau Gasol, por una franquicia especial, Utah Jazz, con una misión especial: ocupar el hueco del mítico John Stockton. Sus rodillas retrasaron su llegada a Estados Unidos y precipitaron su regreso a Europa, limitando su aventura americana a 113 partidos en dos cursos, pero ayer medios del estado de Utah como el Deseret News se acordaban de él en el día del anuncio de su adiós.
Un jugador distinto “Raúl, sal ahí y diviértete; solo eso, diviértete”. Dicen que esto fue lo que le dijo Alfred Julbe el 30 de abril de 1998 cuando le hizo debutar en la ACB ante el Caja San Fernando. Raúl cumplió al pie de la letra -10 puntos, 4 asistencias y 2 rebotes en 18 minutos- y eso es lo que ha hecho desde entonces. Divertir y divertirse con un deporte que él adora y que le adora a él. Lo hizo en sus primeros años con el Joventut, también junto con los Gasol, Felipe Reyes, Juan Carlos Navarro y compañía en aquella generación de los juniors de oro que firmó el mítico oro en Lisboa’99 ante Estados Unidos, en la NBA, en sus dos etapas en el Real Madrid, en la selección absoluta, como hombre de negro... siempre con la misma incógnita quedando sin respuesta. ¿Hasta dónde habría llegado sin sus gravísimas lesiones de rodilla? Porque si el Raúl López de este tramo final de carrera ha sido una delicia para los sentidos, el de los primeros años era un escándalo de jugador, un director de juego que respaldaba su privilegiada capacidad cerebral con un físico excelente, incluso explosivo.
Raúl López mantendrá hasta su último día en pista la virtud que separa a los genios de los simplemente muy buenos: la expectativa de lo distinto. Cada vez que salte a cancha y el balón esté en sus manos, el de Vic será foco de atención por su capacidad de soltar un chispazo genial en cualquier momento. Por eso las gradas le echarán de menos tanto como el vestuario de los hombres de negro, ese en el que ha ayudado a crecer y mejorar a tantos y tantos compañeros. El martes, dolorido, no entrenó. Su hueco lo ocupó Arturo Cruz (Zornotza). ¿Saben quién se acercó hasta el ilusionadísimo salmantino para felicitarle y estrecharle la mano? Sí, el mago de Vic. Disfrutemos de sus últimos trucos antes de que cuelgue la chistera.