Bilbao - Como ocurrió la pasada temporada, el CAI Zaragoza es el primer visitante que gana en Miribilla. Entonces, fue en la primera jornada; ayer fue en la cuarta aparición en el Bilbao Arena cuando los anfitriones mostraron su peor versión hasta ahora como locales y la consecuencia fue una derrota ante el rival más armado de los que se ha encontrado el Bilbao Basket en su cancha. La euforia de estas jornadas previas se apaga un poco, aunque los hombres de negro no estuvieron, pese a todo, lejos de ganar. Pero no siempre es posible cuando se empieza tan mal que el equipo de enfrente toma 17 puntos de ventaja en menos de diez minutos.

Con un cinco inicial inédito, el Bilbao Basket no supo interpretar las defensas alternativas del CAI Zaragoza ni contener a un Pere Tomas desatado, que anotó once puntos en apenas seis minutos y medio. En esos minutos, el equipo de Sito Alonso era un puro descontrol, con muchos ataques resueltos sin éxito tras apenas un par de pases y una defensa endeble. La aparición de Raúl López mejoró las cosas y de nuevo el equipo se agarró a una racha de acierto desde detrás de la línea de 6,75 metros para meterse en el partido.

Tanto tirar de tres puntos tiene esto, que aciertos consecutivos permiten avanzar muy rápido en el marcador. De todas formas, y aunque el CAI Zaragoza concedió muchos de esos lanzamientos, dio la impresión de que el Bilbao Basket hizo un mal uso de ellos. Para meter once necesitó cuarenta tiros. Es cierto que muchos de ellos fueron lanzados sin la oposición cercana de un defensor, pero sí con el obstáculo de la propia falta de tino, que Quino Colom personificó como pocas veces con sus doce tiros de dos y de tres errados. Al final, de tanto hacer la goma esta se rompió y el Bilbao Basket y su público se quedaron sin una remontada que buscaron a ratos con más corazón que cabeza.

Cada vez que los hombres de negro se pusieron a uno o dos puntos, cometieron errores en el tiro o en defensa que el CAI, sobre todo de la mano de Kevin Lisch y Chris Goulding, castigó en los segundos finales de posesión. Durante muchos minutos, los bilbainos colocaron quintetos atípicos en los que cedían muchos centímetros en los emparejamientos y el sistema de ayuda no llegó siempre a tapar todas las desventajas. Con el marcador de su lado y pese a la presión que ejerció el público, los maños jugaron con la paciencia, la determinación y el acierto que le faltaron al Bilbao Basket. Ni siquiera el hecho de hacer coincidir durante muchos minutos a Raúl y Colom provocó que los locales encontraran otras vías de anotar ni lograran imponer el juego de pases que les había hecho destacar en anteriores encuentros. Porque es de suponer que a Sito Alonso no le gustará que sus bases sumen doce tiros cada uno porque si no tendría jugadores de otro perfil para el puesto. Sucede, al menos en la mentalidad europea, que cuando los directores de juego tienen que convertirse en ejecutores es porque no funcionan las cosas a su alrededor.

Más tiros

No puede decirse que el Bilbao Basket no lo intentara porque, de hecho, lanzó once tiros más de campo que su rival, pero no le cundió. Cayó en la trampa del CAI y se olvidó de acercar el balón al aro y de que podía sumar también de uno en uno. Los trece tiros libres de más que anotaron los aragoneses hay que anotarlos en la suma de aciertos y errores de los que se compone un partido. Se trata de sumar más que el contrario y para ello hay muchas maneras.

Lo mismo que Hervelle anotó en Andorra y Sakic falló en Manresa para coronar el trabajo de todo el colectivo, ayer el Bilbao Basket se chocó con su falta de acierto, o de suerte, como se quiera mirar, para recibir el castigo de un mal resultado. Son los caprichos del baloncesto: buenos tiradores lanzan en posiciones cómodas y fallan. No suele ser lo habitual, pero cuando ocurre cabe preguntarse si no había otras alternativas. Este partido ante el CAI Zaragoza se esperaba con ganas y salió mal porque el Bilbao Basket no es perfecto y su rival era de postín. Fue solo un tropiezo porque meter o fallar es parte del guion mientras no falle la actitud. Y eso no está en duda, como reconoció el público de Miribilla.