Bilbao - “Para él meter triples de ocho metros en carrera es como para mí dejar una bandeja, es algo sobrenatural”. 20 de enero de 2014, Wells Fargo Center de Philadelphia. Creighton acaba de arrollar (96-68) a la potente Villanova y uno de los jugadores de los Bluejays responde con los ojos todavía como platos cuando se le pregunta sobre la prodigiosa actuación de su compañero Ethan Wragge, mascarón de proa de la paliza con sus nueve triples anotados, siete de ellos de manera consecutiva. “He ensayado muchísimo el lanzamiento de tres puntos y sí que podría decirse que para mí ese tiro es igual de natural que una bandeja para otros”, asegura el jugador de Minnesota, ahora hombre de negro, cuando se le cuestiona sobre su alma de fusilero, sobre su mira telescópica desde la larga distancia. Detrás de su portentosa arma de destrucción masiva (desde seis metros o desde ocho, en carrera o con los dos pies plantados, con oposición o libre de marca) hay horas y horas de ensayo como se puede comprobar a diario en Miribilla, pero también un factor genético. Porque antes que Ethan estuvo Kari.
Kari es Kari Wragge -Kari Kramme de soltera-, la madre de Ethan, “mi primera instructora de tiro”, como el propio jugador del Bilbao Basket asegura orgulloso. Además de gran jugadora de baloncesto, Kari fue una excepcional atleta a finales de la década de los 70 y principios de los 80. All American en high school en el Estado de Iowa en baloncesto, voleibol y softball y campeona estatal en 100 metros vallas, anotó más de 1.700 puntos en su carrera universitaria en Midland Lutheran College -ganó también el título nacional de heptatlón de la NAIA en 1983- y su nombre ha quedado inscrito en el Hall of Fame de baloncesto de Iowa. “Logró muchos premios a nivel de instituto y de universidad. Es una mujer alta y una gran tiradora. ¡Todavía las mete a día de hoy! Era muy talentosa y como tenía un gran físico ponía también muchos tapones”, rescata de la memoria Ethan. Kari conoció en Midland a Brad Wragge, quarterback del equipo de fútbol americano, y ambos acabarían formando años después una familia, siendo Ethan el mayor de tres hermanos. El hoy hombre de negro mostró talento para el baloncesto desde su más tierna infancia en Eden Prairie (Minnesota), siendo su madre la primera en pulir el diamante, sobre todo en los referente al lanzamiento.
Todo niño que se enamora del baloncesto sueña con hacer su primer mate y cuando interioriza que necesita años y sobre todo centímetros para volar y que sus manos aterricen en el aro pasa a centrarse en lograr canastas desde la mayor distancia posible. Para Ethan eso estuvo terminantemente prohibido hasta el punto de que para lanzar su primer triple en un partido tuvo que esperar hasta su segundo año de instituto. “De niño mis padres me inculcaron que el momento de lanzar triples llegaría de manera natural, que primero debía perfeccionar mi mecánica de tiro desde los 4-5 metros, que aún no tenía fuerza para lanzar desde más lejos y que si lo hacía estaba obligado a variar la mecánica del brazo y del cuerpo, a forzarlo. Cuando llegué a high school tenía ya más fuerza y lanzar desde la línea de tres puntos me parecía sencillísimo”, recuerda. Así, con su altura y su extraordinario porcentaje de acierto desde todas las distancias, las actuaciones y plusmarcas de Wragge tanto en Eden Prairie High School como en los circuitos AAU comenzaron a llamar la atención. Universidades de notable prestigio como Marquette o Michigan quisieron reclutarle, pero finalmente se decantó por Creighton. “Es una universidad que siempre busca buenos tiradores. Allí han jugado Kyle Korver -recientemente ha batido el récord de partidos consecutivos anotando algún triple en la NBA, dejándolo en 127- y Doug McDermott -novato en los Chicago Bulls tras alcanzar el curso pasado el quinto puesto entre los máximos anotadores de la historia de la NCAA-”, destaca el jugador del Bilbao Basket.
Su primer curso con los Bluejays -2009/10- fue prometedor, pero tuvo que perderse el segundo por una lesión. En los dos siguientes aportó saliendo del banquillo y la pasada temporada se convirtió en una celebridad nacional... ¡jugando como pívot! “Fue una experiencia interesante”, dice entre risas: “Era más bajo que todos mis pares -mide oficialmente 2,01-, pero con esa disposición de juego Doug (McDermott) y yo dábamos muchos problemas en ataque a nuestros rivales. Estuvo bien, la verdad”. Cinco triples anotados ante Xavier, San Diego State o Long Beach State, siete ante Xavier... Su mortífero lanzamiento exterior fue bautizado con denominación de origen: Wraggebombs. Y llego el 20 de enero de 2014, el día de los nueve triples de catorce intentos ante Villanova. “Recuerdo aquella noche como si fuera ayer. Recuerdo que tras meter el segundo triple pensé: cada vez que coja el balón una vez cruzado el medio campo me levanto y tiro, va a ir dentro. Es un estado mental en el que estás totalmente centrado, un momento muy difícil de describir pero la sensación es increíble”, reconoce.
La noche del leñador Tras aquel partido, Wragge se convirtió en una celebridad nacional. Entrevistas en The New York Times, reportajes en ESPN, NBC o CBS... “Es el tirador más mortífero de todo el país”, se escribió de él. “No se recuerda a un jugador más peculiar”, se decía. Motivos estadísticos había para ambas afirmaciones. Porque, ¿cómo puede ser posible que un jugador que actúa en el puesto de pívot acabe la temporada lanzando 234 triples en 35 partidos y solo ocho tiros de dos puntos? “Así era nuestro estilo de juego, era lo que más nos convenía para ganar. Me hubiese gustado tirar más veces de dos, pero así fueron las cosas. Y mira, aquí en Bilbao mi primer tiro fue una bandeja. ¡Seguro que nadie se lo esperaba”, afirma divertido. Wragge acabó el curso convertido en figura de culto en Creighton, hasta el punto de que en su honor el partido ante DePaul fue declarado la Lumberjack Night, la noche del leñador: “Hubo muchas risas con eso. En un momento de la temporada empecé a dejarme barba y los compañeros comenzaron a bromear con que parecía un leñador. Alguien se fue de la lengua fuera del vestuario, el apodo se hizo conocido y a los fans les encantó”. Aquella noche centenares de aficionados acudieron al partido con camisas de franela y barbas postizas, se hicieron canciones en su honor a partir de un conocido vídeo de los Monty Python... “Fue divertidísimo”, afirma. Para el recuerdo ha quedado una foto que aquella noche colgó en Twitter uno de los técnicos ayudantes de Creighton en la que se ve a Ethan posando con una motosierra en el vestuario.
Una operación de rodilla le impidió participar en las Ligas de Verano de la NBA -“tuve la posibilidad de jugar con un par de franquicias, quizás pueda hacerlo el próximo verano”- y ha mermado su arranque con el Bilbao Basket, una experiencia que está disfrutando mucho. “Tenemos un gran vestuario, con una buena mezcla entre jóvenes y veteranos, quienes me están ayudando mucho en mi adaptación. Bilbao me está gustando mucho. La gente es muy agradable y estoy disfrutando mucho mi estancia aquí. El clima me encanta, no sé de qué os quejáis. ¡Me han dicho que ayer (por el lunes) en Minnesota había 35 centímetros de nieve en la calle!”, exclama entre risas este amante del golf y de los Minnesota Vikings de la NFL que estas semanas pasa mucho tiempo buscando en internet nuevos rincones de Bilbao para luego visitarlos. “Me encanta descubrir la ciudad. Y oye... ¡qué bien se come aquí!”.