Bilbao - La selección de España de baloncesto femenino ha estado de moda durante este verano. El subcampeonato mundial ha tenido una gran repercusión mediática y las jugadoras, acostumbradas a ser olvidadas en otras ocasiones, han visto como eran protagonistas de las portadas de los periódicos y de los espacios informativos. Incluso, la final del Mundial ante Estados Unidos fue retransmitida en abierto para todo el Estado por La 1 y registró una audiencia de 1.413.000 espectadores, igualando a algunos partidos de fútbol masculino y superando ampliamente todos los récords en el baloncesto femenino. “Estamos muy contentas por toda la repercusión que hubo. Lo notamos un montón. Tuvimos mucho apoyo detrás y se notó que todo el mundo nos estaba animando”, comenta Leonor Rodríguez, jugadora de Perfumerías Avenida y una de las componentes de esa selección.

Pero las cosas cambian mucho a la hora de hablar de la competición doméstica. No es oro todo lo que reluce, o en este caso, plata. Mientras el combinado estatal ha conseguido que muchos se apunten a la ola de este deporte, las cosas cambian drásticamente a la hora de hablar de la Liga Femenina, que en los últimos años languidece víctima de la crisis económica que asola el país. Impagos, equipos que desaparecen debido a problemas financieros, estadios semivacíos y un éxodo constante de los principales valores de la liga, que abandonan la competición seducidos por las grandes ofertas del extranjero o por una oportunidad de compaginar sus estudios con el baloncesto dentro del programa de becas que ofrece la NCAA, que no acepta a jugadoras que hayan sido profesionales con anterioridad. “Veo la situación con tristeza. Cada vez son más las jugadoras top que se marchan al extranjero y las jóvenes se van a Estados Unidos, esto hace que el producto español esté perdiendo mucho. Estamos en un momento crítico y tenemos que valorar el esfuerzo de los que hacen que esto siga vivo”, explica José Ignacio Hernández, entrenador de Rivas Ecópolis.

Precisamente, el conjunto madrileño es el ejemplo más drástico de la situación de la Liga Femenina. Rivas se hizo con el título de campeón el año pasado pero debido a los problemas económicos tuvo que rechazar acudir a la competición europea, e incluso estuvo a punto de desaparecer debido a que no pudo presentar el aval a tiempo. “Ha sido un verano difícil porque realmente la situación económica es complicada y hasta última hora no se ha podido confirmar dónde competiríamos. Eso nos ha hecho que tengamos problemas para fichar jugadoras”, detalla Hernández, que ha visto como su plantilla ha variado de forma sustancial. De las jugadoras que formaron parte del primer equipo el año pasado, solamente sigue Gaby Ocete. “Hemos fichado a veteranas y luego hemos incorporado varias jugadoras jóvenes de la casa y de Madrid”, explica el salmantino.

Todo esto se ha visto reflejado en la situación deportiva del equipo. Rivas ha perdido los dos primeros partidos de la Liga Femenina, ante el Zamarat y el Gran Canaria, respectivamente; y este miércoles reciben en el Cerro del Telégrafo a un Gernika Bizkaia que viene pisando fuerte y quiere continuar con su buena racha para tratar de seguir invicto en la competición.

Desaparición de clubes Además de Rivas, otros muchos clubes han estado viviendo con la soga al cuello desde el anterior Mundial de 2010, en el que España se hizo con el bronce. Fue cuando el dinero empezó a escasear en las arcas de los clubes y algunos de ellos incluso se vieron abocados a la desaparición. El último equipo en echar la persiana ha sido el Beroil Burgos. El conjunto burgalés vivió unos últimos años con demasiados problemas. La marcha de las jugadoras debido a los impagos se convirtió casi en una costumbre anual y en el último curso la cosa se agravó, llegando alguna jugadora a denunciar públicamente su situación.

Otro de los casos más llamativos fue el del Ros Casares. En la temporada 2011-12 el equipo de Valencia conquistó la Liga y la Euroliga después de edificar un proyecto lleno de superestrellas, entre ellas Maya Moore, la recientemente nombrada MVP del último Mundial. Pero en mayo todo se acabó y el Ros Casares anunció su desaparición. Con todo, además de estos dos equipos, el Hondarribia Irun, el Obenasa, el Soller, el Ibiza y el Olesa también dijeron adiós por motivos de financiación.

La menor cantidad de clubes y la disminución constante de presupuesto de los que siguen ha provocado la marcha de una gran cantidad de jugadoras y los fichajes ya no tienen el brillo de antaño. Prueba de ello, ocho de doce de las integrantes del equipo subcampeón del mundo están jugando en el extranjero. “Es una pena que el baloncesto femenino español esté tan alto en el mundo y que la mayoría juegue fuera. Está claro que a ellas les gustaría jugar aquí, volver a casa”, afirma Leonor Rodríguez, que durante este verano ha compartido muchas horas con sus compañeras de selección.

La fuga de talentos tiene una pequeña parte positiva, debido a la falta de recursos muchos equipos se ven obligados a tirar de su cantera y las jugadoras jóvenes están teniendo oportunidades de las que hace unos años no hubieran gozado. “Es bonito trabajar con jóvenes. Vamos a ver si tenemos capacidad suficiente para que se adapten a la alta competición, porque es su primera experiencia a este nivel”, declara José Ignacio Hernández, que cuenta en sus filas con una de las joyas más prometedoras del baloncesto estatal, Ángela Salvadores, que con solo 17 años es una de las líderes de Rivas y anota 15 puntos por partido.

Equipos vizcainos Asimismo, el Gernika Bizkaia y el Bizkaia GDKO, equipos que ocupan la parte alta del proyecto de elite de baloncesto vizcaino, no son ajenos a la crisis económica, sin embargo, han decidido aplicar una política de sueldos bajos pero cumpliendo siempre con lo pactado. “No nos prometen el oro y el moro, pero hasta ahora no hemos tenido problemas”, explica Miren Agirregoikoa, jugadora del conjunto galdakoztarra. Por su parte, Judith Monasterio, capitana del equipo gernikarra, sabe que “cada año hay menos ayudas porque la gente no invierte en el baloncesto femenino”. Aun así, agradece el apoyo de “la Diputación y de varios patrocinadores”. Todo ello, ha servido a las mujeres de la Villa Foral para que nunca hayan sufrido “ni retrasos ni impagos”.

Aun así, a pesar de estar en la máxima categoría del baloncesto estatal, las jugadoras del Gernika están muy lejos de poder retirarse gracias a sus ganancias. “Para nosotras es una afición. Tenemos un sueldo, pero cada una tiene sus estudios y todas estamos buscando trabajo. No nos da para vivir”, explica Judith Monasterio. Algo similar viven en el Bizkaia GDKO. Juana Molina, uno de los fichajes de la temporada pasada, tiene claro que “cuando acaba el baloncesto, no tienes nada. En los meses que no cobró del deporte suelo buscar un trabajo y además también estoy estudiando, algo que es fundamental”. Sin embargo, la manchega no es la única que trabaja en el Ibaizabal. Miren Agirregoikoa compagina “como puedo” su trabajo de enfermera con los entrenamientos: “No puedo decir que no a eso porque es lo que me da una estabilidad y debe ser lo primero”. Varios ejemplos que muestran que no es plata todo lo que reluce dentro del baloncesto estatal.