Estados Unidos129

Serbia92

ESTADOS UNIDOS: JuIrving (26), Curry (10), Harden (23), Faried (12) y Davis (7) -cinco inicial-; Rose (0), Thompson (12), Cousins (11), DeRozan (10), Gay (11), Drummond (6) y Plumlee (1).

SERBIA: Teodosic (10), Kalinic (18), Markovic (3), Bjelica (18) y Raduljica (9) -cinco inicial- Jovic (6), Krstic (4), Bircevic (0), Bogdanovic (15), Simonovic (0), Katic (2) y Stimac (7).

Parciales: 35-21, 67-41 (descanso), 105-67 y 129-92.

Árbitros: Seibel, Viator y Ryzhyk.. Eliminaron a Bjelica.

Incidencias: 13.673 espectadores en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid

bilbao - Hace 28 años, una selección estadounidense en la que brillaba un jovencito David Robinson, formado en el equipo de la Marina, ganó el oro del Mundial ante la Unión Soviética, un equipo que ya no existe. En 2014 y en el mismo escenario, Estados Unidos proclamó su supremacía en el baloncesto de la mano de Mike Krzyzewski, técnico que se graduó en la Academia Militar de West Point y que ha imbuido a una selección muy superior físicamente el espíritu de equipo y el respeto al rival que había perdido. Así, revalidaron su título en la Copa del Mundo, encadenan ya cuatro oros consecutivos en grandes competiciones y tiene la pinta de que su dominio se va a prolongar, de nuevo, hasta que ellos quieran.

Serbia, heredera de la mítica Yugoslavia de los 80 y 90 que provocó algún sofoco a los norteamericanos, hizo durar la final cuatro minutos en los que ganaba por 7-15, un tiempo en el que recordó al equipo que se había merecido jugar la final. Para entonces, Coach K ya había pedido un tiempo muerto para activar a sus jugadores y recordarles que aquello no iba a ser un paseo militar sin poner los medios, que había que apretar a Teodosic para impedirle dirigir a los suyos y, en el otro lado, atacar a un jugador al que su equipo necesita muchos minutos en cancha y que no es un dechado de virtudes defensivas. De una cosa se encargaron los pívots, agresivos en el 2 contra 1 contra el base serbio aún a riesgo de cargarse de faltas, como le ocurrió a Anthony Davis. De lo otro se ocupó Kyrie Irving, bastante contenido durante todo el torneo y que en la final recordó que es uno de los mejores bases ofensivos de la NBA, el MVP del último All Star, por recordárselo a sus recientes descubridores.

final rota Sus 18 puntos al descanso, con cuatro triples sin fallo, lanzaron a Estados Unidos a romper el partido primero con un parcial de 15-0 en dos minutos que se amplió a 28-6 que dejaron la final muerta en el primer cuarto después de que Serbia fallara varios ataques sencillos y abriera el campo para la exuberancia física de los jugadores de Krzyzewski. 67 puntos anotados al descanso era una marca imposible para cualquier rival, los estadounidenses estaban jugando el mejor encuentro ofensivo de toda la Copa del Mundo, con once triples en esos veinte minutos. A los balcánicos, pese a que Sasha Djordjevic intentara aleccionarles desde el banquillo, no les daban las piernas, fallaron los tiros que les debían mantener en el partido y fueron un muñeco para una selección con jugadores incluso más jóvenes que muchos de los que ganaron la medalla de oro en 1986.

Con toda la segunda parte por delante, el resultado ya no importaba y solo quedaba disfrutar de un grupo de jugadores que dominará la NBA de aquí a un lustro y que llegó a Bilbao con la etiqueta de ser una selección de serie C. Esa ha sido su motivación para desplegar todas sus habilidades, para mantenerse unida y guardar lo mejor para los partidos decisivos. Las diferencias se han vuelto a agrandar y el baloncesto europeo tendrá que reinventarse para volver a competir con ellos. Serbia, una selección con mucho futuro, se llevó una buena paliza y eso que metió más de 90 puntos.

Pero la URSS, Yugoslavia, las grandes generaciones de Grecia, Argentina y España que dieron réplica a selecciones estadounidenses con nombres más sonoros que esta ya no existen o están de capa caída. Estados Unidos vuelve a gobernar el baloncesto mundial con puño de hierro en guante de seda. Todo el honor para Mike Krzyzewski, un entrenador con todas las letras.