LA de este año será la decimoséptima edición de la Copa del Mundo de baloncesto. La FIBA adoptó ese nombre para hacerla más reconocible, pero sigue siendo el mismo torneo que comenzó en 1950 en Argentina, en el mítico Luna Park de Buenos Aires, por iniciativa de Williams Jones y que ganaron los anfitriones en el único título de su historia. Los países del otro lado del Atlántico fueron los primeros en acoger el evento y, de hecho, es en el continente americano donde más ediciones se han celebrado.

Tres grandes dominadores

Brasil dominó en los primeros años, gracias a gente como Amaury Pazos o Maciel Ubiratan hasta que a partir de los años 70 las grandes potencias empezaron a imponer su superioridad. Yugoslavia, Unión Soviética, Estados Unidos y la España de la gran generación actual son los únicos campeones desde 1967 cuando el torneo empezó a expandirse hasta los 24 equipos que participarán en 2014.

El Mundial dio pie a una gran rivalidad entre los dos grandes países del bloque comunista y los estadounidenses. Soviéticos y yugoslavos disputaron tres finales en cuatro ediciones antes de empezar a desmembrarse, ya que en 1990 la selección de la URSS ya había perdido a sus jugadores bálticos. Además, los boicots olímpicos de 1980 y 1984 hicieron que el Mundial fuera la única competición en que la Unión Soviética y Estados Unidos se midieran frente a frente. Ellos coparon las finales de 1982 y 1986 con un triunfo para cada uno: en Colombia ganó la URSS por un punto y en Madrid, USA por dos.

Desde 1990 hasta ahora, la globalización y la aparición de nuevos países ha abierto los podios a más selecciones. España alcanzó la gloria en 2006, pero también Grecia, Alemania, Turquía y Lituania se han incorporado al medallero histórico. Argentina ha tirado de su generación dorada para elevar el pabellón americano, ya que Brasil, pese a haber competido en todas las ediciones, no pisa el podio desde 1978.

Grandes nombres brillan en el palmarés

Aunque el Mundial aparezca por detrás de los Juegos Olímpicos en repercusión mediática, un repaso a su palmarés hace aflorar a grandes estrellas de este deporte pasadas y actuales. El propio Estados Unidos, que tardó 32 años en ganar su segundo Mundial, alineó a leyendas de la NBA como Willis Reed y Bill Walton. Pero, claro, es que los estadounidenses enviaban a sus universitarios a medirse contra equipazos llenos de nombres míticos. La URSS alineó en sus equipos campeones entre los 60 y los 80 a los Belov, Eremin, Sabonis, Tarakanov, Myskhin, Tikhonenko, Valters, Volkov, Iovaisha, Tkachenko, Belostenny y Homicius, mientras Yugoslavia podía juntar a Kikanovic, Cosic, Slavnic, Dalipagic y Delibasic, como en 1978. Luego, llegaron Petrovic, Kukoc, Radja, Divac, Paspalj, Zdovc, etc, que formaron en 1990 y 1991 una de las más grandes selecciones: que se hayan visto, la última de la Yugoslavia unida.

Por eso, el triunfo de los estadounidenses en 1986 tuvo gran mérito, aunque sus dos grandes rivales empezaban a acusar el peso de la edad en alguna de sus piezas claves. Pero aquel equipo que dirigió Lute Olson tenía calidad, ya que cinco de ellos fueron luego campeones de la NBA: Sean Elliot, David Robinson, Kenny Smith, Steve Kerr y Brian Shaw.

Con el nacimiento del Dream Team y la llegada de los profesionales, Estados Unidos logró equilibrar las fuerzas y, por ejemplo, en 1994 presentó una selección de enorme nivel. Todos sus jugadores tenían calibre de All Star y rango de leyendas: Reggie Miller, Mark Price, Dan Majerle, Dominique Wilkins, Kevin Johnson, Shaquille O’Neal, Derrick Coleman, Alonzo Mourning, Joe Dumars, Larry Johnson, Shawn Kemp y Steve Smith.

Era imposible competir contra eso, pero el equipo estadounidense no pudo mantener ese nivel. En 1998, el cierre patronal de la NBA impidió contar con jugadores de esa Liga, pero Estados Unidos fue tercera. El mayor batacazo llegó en Indianapolis con un sexto puesto a cargo de un equipo que contaba con jugadores como Paul Pierce, Reggie Miller de nuevo, Jermaine O’Neal, Michael Finley o Baron Davis.

A comienzos de este siglo mandó de nuevo Yugoslavia o Serbia y Montenegro, otro extraordinario grupo de jugadores con Divac, Stojakovic, Djordjevic, Danilovic, Rebraca, Bodiroga o Rakocevic que gobernaron con puño de hierro todos los torneos, excepto los Juegos Olímpicos, aunque fueron plata en 2006.

El Mundial se convirtió en un escaparate para muchos y la NBA en un destino cada vez más habitual. Así, Argentina empezó a asomar con los Ginobili, Scola, Oberto, Delfino o Nocioni para discutir la superioridad de los serbios en 2002. Ese mismo año, Dirk Nowitzki, ya consolidado entonces en la NBA, llevó a Alemania al bronce con una actuación colosal que le propulsó al firmamento de los grandes de la historia.

En 2006, le tocó el turno a España, a una generación brillantísima que ha mandado a muchos de sus jugadores a la NBA y que quiere repetir oro ocho años después. No menos luminosa era la Grecia que logró el bronce con su trío de mosqueteros al mando: Papaloukas, Diamantidis y Spanoulis. Ese equipo heleno venció contra todo pronóstico en la semifinal a Estados Unidos que tenía a LeBron James, Chris Paul, Dwyane Wade, Dwight Howard, Carmelo Anthony o Chris Bosh.

Y hace cuatro años, los de las barras y estrellas recuperaron el oro de la mano de Kevin Durant ante la mejor Turquía de siempre, la de Turkoglu, Ilyasova, Asik y Erden. Luis Scola fue el máximo anotador de un torneo en el que hubo ausencias importantes. Siempre las ha habido, incluso en 2014, pero la Copa del Mundo ha visto desfilar a muchísimas estrellas, consolidadas o emergentes. No conviene olvidar a Oscar Schmidt, el prodigio anotador que, siendo el máximo anotador de la historia de los Mundiales, ni siquiera pisó el podio con Brasil. Tampoco lo hicieron Nikos Gallis, Dino Meneghin, Pierluigi Marzoratti, Antonello Riva o Alberto Herreros, grandes jugadores sin metal.