bilbao. Lo tuvo el Bilbao Basket de cara durante los tres primeros cuartos, sobre todo en los dos primeros, de notable factura, intenso y guerrillero en la parcela defensiva y fluido y sostenible a la hora de percutir sobre el aro rival, pero acabó clavado en la cruz donde se penan las derrotas, víctima de un colapso de enormes proporciones en un último cuarto en el que todo lo que pudo salir mal salió peor. Ya saben, Murphy y su maldita ley. A perro flaco todo son pulgas y a día de hoy el conjunto vizcaino es un can famélico, hundido en la clasificación de la Liga Endesa y acumulando más paladas de arena que de cal en su hoja de servicios. Sus dentelladas o bien solo encuentran aire o se estrellan en hueso, pero apenas recogen carne con la cual saciar su necesidad de alimento. El encuentro de ayer fue un nuevo ejemplo. Con una más que correcta puesta en escena y un excelente segundo acto, los de Rafa Pueyo fabricaron una renta de nueve puntos en el amanecer del tercer cuarto que pudo, y debió, ser mayor si no hubiesen mediado detalles que a veces pasan desapercibidos pero que casi siempre acaban costando partidos. Ese 44-35 era un brindis al optimismo pero para entonces los anfitriones habían errado sus cinco tiros libres intentados (tres seguidos de Bertans y otros dos de Mumbrú) y habían concedido seis rebotes ofensivos. Quizás arreglando esas rémoras el Bilbao Basket habría perdido en su retrovisor al Unicaja pero, en cambio, los de Joan Plaza se mantuvieron al rebufo, revitalizaron su retaguardia tras el ecuador y el choque se convirtió en una lucha de trincheras en la que los malagueños se manejaron con mejores armas. Resistieron como pudieron los anfitriones hasta el final del tercer cuarto (56-53) pese a que su pérdida de filo fue ya más que evidente, pero el hundimiento del acto final fue inevitable. Un 0-7 de apertura para los visitantes les dio un control de una situación que ya no perdieron pues el Bilbao Basket se quedó total y absolutamente seco, sin pólvora, con el aro, del tamaño de un dedal, empeñándose en escupir todos y cada uno de sus lanzamientos hasta el 68-75 en el momento del bocinazo final.

Y en esas sigue el parroquiano del Bilbao Arena, sin saber a qué atenerse, queriendo ilusionarse con actuaciones como la de hace ocho días ante el Barcelona o con los 30 primeros minutos de ayer, pero cabizbajo y mosqueado cuando echa un vistazo a la hoja de resultados, que al final es lo único que cuenta. Ayer en Miribilla quedó en el ambiente la sensación de que fue el Bilbao Basket el que dejó escapar el triunfo, que el mérito del Unicaja radicó en saber aguantar agazapado los malos momentos, aprovechar las lagunas del rival y saber dar el golpe de gracia en el momento justo. ¿Explicaciones para la derrota? Muchas y ninguna. Primero, ese cero de cinco en tiros libres y los seis rebotes ofensivos concedidos que impidieron un mayor colchón de seguridad. Posteriormente, el desatino en el lanzamiento tras el descanso, con muchos tiros errados en buenas posiciones (7 de 21 en tiros de dos y 3 de 13 en triples en los dos últimos cuartos) personificado en Dairis Bertans, que tras embocar sus dos primeros intentos desde la línea de 6,75 falló los siete siguientes. Y, por último, la mala fortuna. Sí, la suerte también juega a esto y últimamente parece empeñada en dar la espalda a los hombres de negro. En los últimos tres minutos, con todo aún por decidir, Raúl López y Álex Mumbrú fallaron dos bandejas sin oposición que habrían dado mucha vida a los anfitriones; por contra, con el 63-65 a minuto y medio del final, a Carlos Suárez se le alinearon todos los astros para que un horrible lanzamiento acabara convertido en un triple a tabla. Fue el último clavo en el ataúd, la rúbrica en el certificado de defunción.

a favor de viento Y eso que la matinal parecía en su arranque una continuación de lo vivido una semana atrás ante el Barcelona. El Bilbao Basket apareció bajo los focos bien plantado y capaz de plantar cara a un rival profundo, atlético y sobrado de recursos. Carmichael, omnipresente, prendió la mecha -luego de él nada se supo pues apenas jugó-, Bertans percutió desde la larga distancia y el primer acto se convirtió en un intercambio de golpes. Unicaja fue el primero en tambalearse en el segundo cuarto. Los de Pueyo encontraban petróleo en la zona malagueña, desguarnecida por su exagerada presión en el perímetro, y entre Gabriel y Kavaliauskas dispararon a los suyos hasta el 37-29 a tres minutos del descanso, con Jayson Granger sujetando a los visitantes para que no perdieran la verticalidad.

Estuvo en disposición de noquear al rival el Bilbao Basket (44-35 al retorno de vestuarios), no lo aprovechó y el Unicaja, a la chita callando, fue acercándose en el luminoso. Sin prisa, pero sin pausa. A los hombres de negro les costaba muchísimo abastecer su casillero de puntos mientras que su rival encontró una gran vía de suministro en la línea de tiros libres (25 de sus 75 puntos finales acabaron llegando por esta vía, desde la que los anfitriones solo sumaron tres). Con más pena que gloria, los locales se las arreglaron para llegar en ventaja a los diez minutos finales (56-53), pero los de Plaza inauguraron el último parcial con un 0-7 para el que el Bilbao Basket no encontró respuesta. Sus tiros, muchos de ellos en buenas situaciones, se salían de dentro una y otra vez. La bandeja fallada por Raúl fue el colmo de los colmos y el afortunado triple a tabla de Suárez a minuto y medio del final, la sentencia para un equipo que tuvo el partido de cara durante tres actos y al que al final le volvió a salir cruz.