Los finales de partido del Gescrap Bizkaia son como algunas películas en Navidad: se repiten siempre, por mucho que la audiencia se las sepa de memoria. Ayer los hombres de negro cerraron unas fechas que para ellos no han sido nada entrañables con el tercer pase de la misma historia. El triple de Gianluca Basile fue después el de Fernando San Emeterio y ayer el de Sergi Vidal, siempre como consecuencia de la incapacidad del Gescrap Bizkaia de cerrar los partidos de forma favorable a sus intereses.
El equipo bilbaino acumuló ante el Lagun Aro por segunda vez en la temporada tres derrotas consecutivas y en la rueda de prensa ya se mostró una clara asunción de que los objetivos pueden cambiar a peor si no se produce una reacción inmediata, si el Gescrap Bizkaia no empieza a optimizar de manera absoluta los recursos de que dispone. Porque de nada vale disputar los partidos, conducirlos más o menos bien, merecerlos ganar, para tirarlos por tierra por una lastimosa y enervante combinación de azar y errores propios.
Que un jugador que solo había fallado dos tiros libres en la Liga (Raúl López) no anote el que podía suponer el triunfo puede entrar en el terreno de lo imprevisible. Pero no que Vidal anote un triple después de que Betts recogiera el rebote de dos tiros libres errados a su vez por Baron. Y no lo es porque alguien tenía que haber hecho falta al inglés -tiempo hubo- antes de que cediera el balón al catalán que estaba libre de marca para empatar el partido.
Luego, también es azaroso que Banic, que llevaba 23 de 24 tiros libres en la competición, yerre otros dos que podían haber supuesto la victoria. Y no lo es que el Gescrap Bizkaia jugara tan mala prórroga en la que el descontrol se multiplicó de forma importante. El factor psicológico, el mazazo que supone llegar a una situación inesperada, podría ser una excusa, aunque no cuela en un equipo tan experto y con tantas horas de vuelo en su plantilla que debería saber que algo así como el 80% de los partidos de baloncesto se deciden en los cinco minutos finales. Entonces, todo lo que haya pasado antes, para bien o para mal, no cuenta. Se trata ya exclusivamente de ganar, de jugar para ganar y de tener en cancha a aquellos jugadores y emplear aquellos esquemas que ayuden a ganar. Si aún así, tampoco se logran victorias, habría que cuestionar la calidad de la plantilla, pero no parece el caso.
falta de ideas Por lo que sea, Fotis Katsikaris no está dando con la tecla en esos momentos decisivos en los que la claridad de ideas debe ser una norma común y la sencillez, un arma a explotar. Los tiempos muertos no solucionan nada -la escasa eficacia de los mismos daría para un análisis mucho más profundo- y como ocurrió ayer, el Gescrap Bizkaia incurre en malas elecciones y en lagunas de concentración, como la citada tras los errores de Baron, cuando se trata de ser preciso en las órdenes, contundente en defensa y determinante en ataque para poner la bola dentro del cesto.
Los hombres de negro no lo están consiguiendo y así les va, sintiéndose acechados por los puestos de descenso mientras la Copa pasa a quedar a expensas de un milagro. Quizás el problema sea ese, que el Gescrap Bizkaia se ha saciado de heroicidades y no tiene respuesta para las cuestiones más elementales como ganar aquellos partidos que domina sin holgura, pero con margen suficiente. Si alguien que seguir haciendo cuentas por la Copa, que las haga. Pero en el vestuario colgarán hoy otras. La pasada temporada los de Katsikaris necesitaron 21 victorias para acabar sextos la Liga regular. Ahora para llegar a esa cifra necesita 16 y quedan 20 partidos por delante. Probablemente, no harán falta tantas, pero sí más de una docena. Peligro.