Bilbao. No pudo ser una matinal idílica, de esas en las que un equipo vence y convence, de las que sirven para disipar dudas, ahuyentar fantasmas y profundizar en la confianza en las posibilidades propias, de las que marcan el camino a seguir, la hoja de ruta hacia el futuro anhelado, pero lo primero que necesitaba el Gescrap Bizkaia, postrado en el diván de las inseguridades, era una buena dosis de analgésicos para acabar con sus dolores de cabeza y, como por todos es sabido, para ese mal no hay mejor tratamiento que una victoria. Los hombres de negro consiguieron regresar a la senda de los triunfos a costa de un Estudiantes endeble y fallón que, sin embargo, a punto estuvo de dar un serio disgusto al Bilbao Arena. Y es que los pupilos de Katsikaris tuvieron en su mano regalar a sus incondicionales una mañana tranquila y placentera, pero acabaron sufriendo más de lo previsto como consecuencia de su irregularidad, un rasgo que va camino de convertirse en un mal endémico en el seno de este grupo humano.
El Gescrap Bizkaia lo tuvo todo a su favor para conducir durante los dos últimos cuartos por una autopista de tres carriles sin tráfico ni curvas, disfrutando tranquilamente del paisaje. El 42-28 en el ecuador de la contienda auguraba un desenlace sin sobresaltos, pero su incapacidad para matar los partidos, de dar la puntilla al rival cuando este deambula grogui por la cancha, hizo que tuviera que pilotar durante los últimos cinco minutos por una revirada y enfangada carretera comarcal. De hecho, el conjunto de Pepu Hernández llegó a ponerse 68-66 en el luminoso con posesión a su favor dentro del último minuto, pero al final la sangre no llegó al río. De todas maneras, los hombres de negro deberían estudiar cómo es posible que un equipo que firma un pírrico 32% en tiros de dos (14 de 44) y que tampoco abruma desde la línea de triples (7 de 20) puede estar en disposición de asaltar la cancha de un conjunto que dentro de dos días se jugará sus posibilidades de alcanzar el Top 16 de la Euroliga en un encuentro a cara de perro.
El equipo de Katsikaris sigue sin alcanzar el nivel de fiabilidad de antaño. Cierto es que nunca ha sido el Gescrap un ejemplo de regularidad, que sus engranajes funcionan mejor en situaciones de marejada que en aguas calmas, pero la facilidad con la que sus rivales funcionan en los últimos cuartos no invita precisamente al optimismo. Y es que los anfitriones lograron ayer solventar la papeleta, aunque fuera a trancas y barrancas, pero en el Bilbao Arena quedó la sensación de que si en lugar de Estudiantes, demasiado blandito y unidimensional, en el rincón contrario del cuadrilátero hubiese comparecido otro rival con más tablas y artillería, probablemente se habría movido el dígito del casillero de derrotas.
Desequilibrio El cuadro colegial se mostró como un conjunto demasiado endeble en defensa y con serios problemas a la hora de sumar puntos. Sus americanos, Antoine Wright y Luis Flores, fallaron como una escopeta de feria (3 de 19 entre ambos en tiros de campo), por lo que sus pilares anotadores fueron el siempre pícaro Germán Gabriel (12 puntos y 12 rebotes) y dos ilustres veteranos de la talla de Carlos Jiménez y Rodrigo de la Fuente. Tampoco fue ayer el día de los killers locales (Kostas Vasileiadis y Janis Blums se fueron a vestuarios con un paupérrimo 2 de 17 en su hoja de servicios), pero el Gescrap dispone de más armas para disimular la sequía de sus tiradores. Ayer fue el día de Aaron Jackson y Roger Grimau. El base americano volvió por sus fueros, borrando del mapa a Jayson Granger y penetrando como el cuchillo en la mantequilla para anotar bandejas o repartir juego, con Dimitrios Mavroeidis, notable en ambas canastas, como el principal destinatario de su servicio de catering. Por su parte, el catalán sigue ganando importancia en los esquemas de Katsikaris y a su tradicional entrega va añadiendo capacidad anotadora y facilidad a la hora de forzar faltas, ya que no se corta a la hora de penetrar. También fue importante volver a ver en cancha a un Axel Hervelle cuya sola presencia contagia de intensidad a todos sus compañeros (jugó diez minutos a muy buen nivel), a D'or Fischer olvidándose de pulular a cinco metros del aro para volver a concentrarse en labores reboteadoras e intimidatorias, a un Marko Banic que colaboró a la hora de capturar los balones escupidos por el aro y a un Raúl López que enchufó tres triples.
Ya desde el salto inicial quedó claro que el Gescrap Bizkaia podría romper el partido en el momento en el que pisara el acelerador a fondo, pero la primera brecha en el luminoso no llegó hasta los últimos compases del segundo acto, cuando un parcial de 14-3 desembocó en el 42-28 que el luminoso reflejaba al descanso. Pero con todo a favor, los locales no sentenciaron y Estudiantes amagó con la remontada, acercándose hasta el 49-44. Con Jackson desatado, los de Fotis Katsikaris reaccionaron con un parcial de 12-0 (61-44), pero los colegiales respondieron con un 4-18 (65-62). Tras triple de López, Jiménez enlazó cuatro puntos y el 68-66 hizo temer lo peor. Granger falló una bandeja para igualar el choque, López tampoco acertó desde la larga distancia, pero Mumbrú capturó un rebote ofensivo claro para que dos tiros libres de Banic sentenciaran a doce segundos del final.
1Inconsistente El Gescrap Bizkaia gozó de dos buenas ocasiones para romper el partido y evitar la agonía final: el 42-28 al descanso y el 61-44 a once minutos del final. No supo aprovechar ninguna de los dos. Sigue sin matar los partidos y da segundas oportunidades al rival, que se crece.
2Erráticos Antoine Wright y Luis Flores fallaron más que una escopeta de feria en las filas estudiantiles (3 de 19 entre ambos en tiros de campo), pero en el bando de los anfitriones tampoco fue el mejor día de Kostas Vasileiadis y Janis Blums (2 de 17).
3HERVELLE Las tempraneras dos faltas de Banic obligaron a activar a Hervelle ya en el primer acto. Dispuso de casi diez minutos de juego y, como siempre, su intensidad contagió a sus compañeros. Se le necesita en plenitud de facultades.