bilbao

En partidos como el de ayer, habría que facultar a los árbitros para decretar la inferioridad de uno de los contendientes y mandar a todos a los vestuarios. A partir de cierto punto, como ocurrió ayer desde que el Bizkaia Bilbao Basket se fue por encima de los 20 puntos de ventaja apenas superado el ecuador del segundo cuarto, todo lo demás deja de tener importancia. La suerte del duelo está tan decantada que es difícil mantener la tensión y acaba pareciendo aquello que no ha sido.

Eso le sucedió al Bizkaia BB ante el UCAM Murcia en un último cuarto que afeó un partido que había sido impecable en cuanto a las prestaciones del equipo de Fotis Katsikaris, si se exceptúa la escasa producción desde detrás del os 6,75 metros. Los hombres de negro se sabían superiores y se aplicaron a ello desde el primer minuto ante un rival que se desnudó en aquello de lo que presumía: la defensa. Los murcianos trataron de negar el poste bajo a Mumbrú, como están haciendo la mayoría de los equipos ante el Bizkaia BB, con cambios de emparejamientos y eso les debilitó cerca de los aros.

Los árbitros, además, no pasaron ni una a los pimentoneros que vieron cómo el Bizkaia BB se alejaba de forma definitiva mientras los puntos caían en su contra de forma machacona. La poderosa rotación bilbaina iba haciendo mella en un rival que carece ahora mismo de amenaza desde el perímetro. Hasta ayer, el conjunto de Luis Guil podía presumir de su juego interior, pero el regreso de Hervelle y Mavroeidis, la actividad y dureza que ambos despliegan, convirtió en insignificantes a tipos presuntamente duros como Augustine, Kurz y Sekulic.

El griego se cobró diez faltas en todas las zonas de la cancha y el belga cerró las vías de penetración a los exteriores del UCAM Murcia. Como, además, Aaron Jackson podía claramente con Josep Franch sin necesidad de forzar situaciones, el Bizkaia BB pudo mover el balón con criterio y superar una tarde poco inspirada de sus exteriores que parecen en busca de la confianza perdida. Bastaba con sumar de dos en dos o de uno en uno, fruto de la discutible meticulosidad arbitral, para avanzar en el marcador rumbo a una victoria obligada y clara.

todos a casa En el descanso, el encuentro estaba resuelto, finiquitado. 53-27. En ese momento, todo el mundo se podía haber marchado a su casa. Pero los partidos duran 40 minutos y había que quedarse en el Bilbao Arena por imperativo legal. Para animar el cotarro, los árbitros decidieron hacer ver que estaban allí, aunque era el momento de cambiar de canastas, de dejar pasar el tiempo hasta que se agotara un partido que estaba muerto desde mucho antes.

Tocaba también que algunos jugadores se entregaran a las flagrantes labores de maquillaje, a lucirse para el Supermanager que tanto daño está haciendo al baloncesto de verdad. Andrés Miso y Robert Kurz fueron los más destacados en las hábiles labores de rellenar las casillas de la hoja de estadística cuando no sirve para nada. Cuando el partido estaba cociéndose, no hubo noticias de ambos ni de casi nadie del UCAM Murcia.

Al Bizkaia BB aquello le importaba ya bien poco. Su tensión cayó en picado y los pimentoneros acabaron por convertir en derrota digna lo que fue una paliza. Muchas veces se recuerda solo el final y ninguno de los dos equipos se fue totalmente satisfecho. Los locales, porque en ese rato de flojera mental perdieron la oportunidad de apuntarse una victoria de récord y los visitantes, porque se preguntaban qué habría pasado de haber puesto el mismo interés desde el primer minuto. El Bizkaia Bilbao Basket, en todo caso, logró lo que quería: puso el linimento de la victoria en sus heridas y ahorró fuerzas que la harán falta más adelante.