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Un San Mamés rebosante acoge el partido del año del Athletic contra el Real Madrid

Pese a las carencias que asoman en su fútbol, el Athletic saldrá con la intención de morder y sacar provecho de la indefinición del Madrid

Un San Mamés rebosante acoge el partido del año del Athletic contra el Real MadridAthletic Club

Esto es el clásico y da de sí como ningún otro partido de fútbol que acoge San Mamés. De sus sucesivas ediciones quedan flotando en la memoria toda clase de recuerdos, evocaciones, sentimientos, anécdotas y también goles y marcadores, claro. Días de risas y días de lágrimas, experiencias compartidas o íntimas, algunas heredadas, lo cual ya dice bastante de su trascendencia. Cada seguidor del Athletic posee un compendio de situaciones concretas que guarda como un tesoro porque no existe otro duelo futbolístico que concentre tantas connotaciones, tanta significación. Del mismo, incluso podría destacarse que la luz de los focos contribuye a resaltar el contraste perfecto de los colores de las equipaciones de Athletic y Real Madrid y del césped. Hasta por este detalle, que será subjetivo, pero no fácil de rebatir, se trata de un evento singular.

Y cuando se acerca la hora del comienzo no faltan pronósticos ni análisis en función de las trayectorias recientes o de la clasificación, ejercicio que normalmente sitúa al rival en una posición ventajosa. Pero está perfectamente asumido que así sea, cómo no si el repaso de los resultados de las dos últimas décadas arroja un balance apabullante. Está asumido y eso es parte de la gracia que encierra el cruce con el Madrid. ¿Por qué? Pues la razón principal es muy simple: ganar produce una sensación inigualable. Y a veces la esperanza, la ilusión, sobre todo el deseo, hallan el resquicio para colarse y amargar la existencia al todopoderoso conjunto merengue.

En ocasiones, un empate tampoco sienta mal del todo y la derrota no deja de ser una consecuencia previsible a partir de cómo está montado este negocio del fútbol moderno. Pero, lo dicho, el gustazo de ganar merece muchísimo la pena. Por ejemplo, el vivido ahora justo un año y un día con un guion que hubiese podido llevar la firma de Billy Wilder, por acordarse de un creador de historias amables dotado de un agudo sentido del humor.

Uno de los principales impedimentos para que el éxito se repita estriba en que el Madrid acaba de ceder el liderato al Barcelona al incurrir en unos empates de esos que no se ven venir, contra equipos muy modestos. Aparte de la particular problemática que afecta a las estrellas de Xabi Alonso, no cabe pasar por alto el grado de fiabilidad del Athletic, factor que invita a tomárselo con calma. Nada que ver la imagen que transmite el grupo y sus síntomas con lo del año anterior. Y encima, resulta que a Ernesto Valverde se le acumulan las ausencias; de entrada, por aportar un dato, cuatro de los titulares que empleó en el precedente más cercano con el Madrid y que seguro reclutaría para esta tarde, no cuentan por culpa de lesiones y sanciones.

No es, sin embargo, solo una cuestión de quién está disponible y quién no, puesto que las deficiencias que se observan en el desempeño de los rojiblancos engloban casi todos sus encuentros desde septiembre con mayor o menor evidencia. Es obvio que aún no se ha llegado a ese momento que se llama punto de inflexión y suele anteceder a un despegue, una reacción sostenida, un salto cualitativo.

Efecto San Mamés

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Lo que no se cuestiona en el Athletic se llama empeño, que aderezado con el orden sin balón y una dosis del acierto que tanto se añora arriba, o en su defecto con una pizca de fortuna, pues puede darse el caso de que hoy regale un choque intenso y apretado. Si la emoción no decae y persiste la incertidumbre hasta avanzada la segunda parte, estaríamos ante un espectáculo a tono con el cartel.

Un San Mamés rebosante se prepara para dejarse llevar por el empuje del Athletic y contribuir con su aliento a la brega y el orgullo de sus jugadores. Es el partido del año, aquí lo sabe todo el mundo y nadie se puede despistar. A por ello.