La revelación del primer tramo de la temporada recibe mañana al Athletic. Este Elche no es ni parecido al Girona que dos años atrás dejó boquiabierto al personal con una desacomplejada propuesta que le permitió codearse con los candidatos al título hasta bien avanzado el calendario. De momento, está empatado a puntos con los chicos de Ernesto Valverde y se halla un puesto por delante gracias a que, encajando idéntica cifra de goles, ha metido dos más. No tiene discusión que el cuadro alicantino ha entrado con buen pie en la máxima categoría, le avalan siete jornadas sin conocer la derrota, pero está por ver cómo se comporta una vez extinguido el efecto sorpresa.

En su último compromiso vio truncada la posibilidad de establecer un récord. La derrota en Mendizorrotza le privó de encadenar el octavo partido sin perder, algo inédito en la historia del campeonato. Por lo demás, el revés consumado tras la roja a un jugador propio no rebaja un ápice el mérito del proyecto que Eder Sarabia puso en marcha en la campaña anterior. Al vizcaino de 45 años le ofrecieron las riendas del conjunto ilicitano justo después de haber sido despedido del Andorra, al que subió a Segunda en la 2022-23.

La misión para la que fue contratado por un único año, detalle interesante, consistía en lograr otro ascenso, aunque ahora a Primera, un nivel prohibitivo para el Elche en siete de los cursos de la última década. Sarabia no se limitó a aceptar el reto y, tras un inicio titubeante, fue capaz de ganarse un nuevo contrato de dos años sacando chispas a su particular concepción del juego. Hoy, al Elche se le identifica con un fútbol de posesión, de buen gusto a decir de algunos entendidos.

Desde hace un tiempo abundan los casos de equipos de toda condición, también modestos, que tratan de emular, dentro de sus posibilidades, la idea que nació y se perfeccionó en el seno del Barcelona y acabó adoptando la selección española. Una aventura destinada al fracaso casi siempre por ir contra natura: sin calidad más vale no ponerse a imitar a quienes se les cae de los bolsillos. Es cierto que este Elche se esfuerza en amasar posesión; de entrada, por ser una fórmula interesante para protegerse. Es difícil recibir gol teniendo el único balón que hay en el campo.

El año pasado, en Segunda, el Elche se distinguió por conceder únicamente 34 goles en 42 encuentros. No brilló por su puntería, pero rentabilizó al máximo cada gol marcado, de modo que solo hincó la rodilla en nueve ocasiones. Por ahí va la tónica de su aún breve recorrido en la élite: solo cuatro equipos han recibido menos goles, uno menos para ser precisos.

A Sarabia le gusta salir de su área tocando, para lo que suele utilizar tres hombres de fondo, no siempre centrales específicos, y cuenta con gente dispuesta a recibir y ofrecerse de nuevo en cualquier zona del terreno, pero si detectan que la presión del rival genera problemas, no tienen inconveniente en buscar en largo a sus puntas. Para que esta variante sea productiva, la plantilla reúne a tres tipos grandes que controlan, descargan y facilitan la salida del equipo: André Silva, Rafa Mir y Álvaro. Muy curtidos los primeros, mientras el tercero, comprado al Madrid, más bisoño, acaso sea el de mayor proyección.

En las estadísticas del Elche resalta su envidiable balance como anfitrión: tres victorias y un empate. Igualó en el estreno a uno con el Betis, luego se impuso a Levante y Oviedo, los que le acompañaron en el ascenso, y se deshizo asimismo del Celta. Una dinámica ansiada por todos los técnicos. Para conquistar a los objetivos marcados no existe vía más segura que hacerse fuertes en casa.

En la nómina que gestiona Sarabia los nombres más sonoros ya han sido mencionados, son quienes acaparan el gol. Descontado el trío de arietes, los que gozan de su plena confianza, son el exrojiblanco Núñez, lateral o falso central, según; los centrales Affengruber, baja por sanción mañana, el veterano Bigas y el excadista Chust; el fino interior Febas, que se ubica allí donde más convenga; Aguado, medio de cierre; Valera, válido para ambas bandas en ataque. Aparte de los citados, Sarabia se apoya en un amplio y variopinto abanico de alternativas para decidir onces y sustituciones. Quiere a todo el personal enchufado y falta le va a hacer, aunque haya sabido enfilar la proa hacia la renovación del carnet de Primera.