No todo lo que reluce en la Premier League es oro. Esa imagen de excelencia que traslada al exterior con prácticamente todos los campos llenos, miles de aficionados viajando cada fin de semana siguiendo a sus equipos en los partidos a domicilio o los suculentos contratos televisivos que firman cada determinado tiempo, esconden otra realidad, la del aficionado que ha perdido el interés por el fútbol moderno, que recela de él y que añora tiempos pasados. ¿Mejores? ¿Peores? La respuesta no es sencilla. Hace mucho tiempo que los clubes ingleses y no solo estos, también en el resto del mundo, funcionan como empresas. Todo por la pasta, que diría aquel. Multimillonarios que adquieren clubes como si fueran casas que luego venden para buscar beneficio, dejando a un lado a los aficionados y en muchas ocasiones a la propia identidad del club.

Así nació veinte años atrás el FC United, un club popular de Mánchester fundado por seguidores de los diablos rojos molestos por la deriva del club, que el 12 de mayo de 2005 fue comprado por la familia Glazer. Aquello fue el detonante, si bien la preocupación venía ya de lejos. Reunidos en varias asambleas, comenzaron a dar forma a una idea que el 15 de junio de ese mismo año fue registrada oficialmente con el nombre de Football Club United of Manchester.

En un pequeño pub de Salford, localidad perteneciente al Gran Mánchester, Paul Hurst, uno de los directivos del club, atiende a DEIA para charlar sobre el FC United dos décadas después de su fundación. Dice seguir siendo aficionado del Manchester United, que eso no cambia, pero cuando a los 19 años se implicó en la creación del club del que ahora es propietario –al igual que los otros 2.500 socios–, se retiró de Old Trafford. Desde 2005 no renueva su carné y ve los partidos en un bar.

“Veinte años después, todo aquello que dijimos que pasaría ha pasado”, lamenta Hurst, que pese a esa advertencia que tanto él como otros tantos hicieron dos décadas atrás, no se alegra de que el tiempo les haya dado la razón. “No, para nada. No nos alegramos por ello, pero sí es la constatación de que teníamos razón. Recuerdo que había gente que dudaba de lo que les decíamos, se escudaban en un bueno… ya veremos qué pasa. Y mira. Desde que se retiró Alex Ferguson en 2013 el Manchester United, que ha tenido muy buenos entrenadores, ha ido de mal en peor”.

Es posible que los aficionados del Athletic que vivieron el triunfo del Athletic en Old Trafford trece años atrás tuvieran noticias del FC United, pues muchos regresaron a Bilbao con bufandas amarillas y verdes. “Aquí todo se elige democráticamente por los socios del club, pero la primera equipación siempre tiene que ser roja”, expone Paul Hurst, al que se le escapa una sonrisa cuando se le cuestiona por el mote de los red rebels, los rebeldes rojos. “¿Que si salió de nosotros? No. Alguien debió empezar a llamarnos así… y estamos encantados con ese apodo”.

Dos décadas después, el club sigue creciendo. Juega ahora en la séptima categoría del fútbol inglés, cuentan con un campo propio, al que acuden puntualmente unos 800 aficionados, cifra que se dispara cuando no hay parones internacionales, los jugadores reciben un pequeño salario –son semiprofesionales– y el mejor pagado del club es el director general, que recibe unas 50.000 libras anuales por su trabajo: “El resto, los directivos –son siete contando al presidente y se eligen cada tres años– y demás, no cobramos. Y eso que el presidente puede meter fácilmente 120 horas mensuales en cuestiones relativas al equipo”.

Cantona, un socio más

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Y es que el FC United of Manchester no es solo un club de fútbol. Apoyado por Eric Cantona, que es uno más de sus 2.500 socios –“mi voto vale lo mismo que el suyo, que es un ídolo aquí”, se congratula Hurst–, el equipo realiza labores sociales ayudando a diferentes asociaciones y colectivos locales. Y, algo de lo que presume enormemente Paul Hurst, es de que los precios para los más jóvenes son muy baratos: “Si se sacan el carné anual, son 21 libras, una libra por partido”.

A la espera de que el club siga dando pasos, vaya creciendo poco a poco –“tenemos socios en Canadá, Estados Unidos, Países Bajos…”, relata el directivo–, el modelo ha sido imitado por otros. Por ejemplo, en Liverpool, donde también han tenido algunos tiras y aflojas los aficionados con los propietarios. 20 años después, los rebeldes de Mánchester siguen muy vivos. Más que nunca.