El Athletic abandonó Arabia Saudí tras caer ante un Barcelona que gestionó con relativa suficiencia un partido entretenido por el elevado número de llegadas. Se asistió a un fútbol de alternativas, no muy fluido, pero donde el vencedor pareció siempre superior, hasta cuando no estuvo a gusto por el tesón de los de Ernesto Valverde. Cuando se registran tantas idas y vueltas, normalmente sale favorecido el mejor dotado para golpear. Los goles de Gavi y Lamine Yamal en el inicio de cada período vinieron a confirmarlo. Esos reveses hicieron mella en un Athletic que hizo de tripas corazón y nunca dejó de intentarlo, pero que careció de la finura precisa y cuando marcó, en dos ocasiones en la recta final, se vio frustrado por el VAR, que reveló posición ilegal de De Marcos e Iñaki Williams.

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Athletic 0 - 2 Barcelona | Las notas de Aitor Martínez: Berenguer y poco más Aitor Martínez

Anoche los rojiblancos se vieron abocados a remar a contracorriente. Lo suyo fue un quiero y no puedo que contrastó con la eficacia del enemigo que, sin desgastarse en exceso, dispuso de un variado surtido de acciones para haber ampliado su ventaja. La actuación de Simón fue clave para que el resultado fuese más ajustado, pero nunca se percibieron opciones reales de triunfo en el bando perdedor. Se asistió a una especie de juego de dos velocidades distintas, en apariencia más alta la del Athletic, asimismo desplegada con un grado de acierto inferior. En síntesis, no ocurrió nada al margen de una previsión razonable. Una pena que tampoco merece dedicarle un minuto más. El Athletic puede ahora centrarse en una guerra más trascendente, que encierra un atractivo incomparable, como es la Copa que en breve se reanuda en San Mamés.

La historia de esta Supercopa empezó a escribirse en los prolegómenos. A menudo los partidos no arrancan con el silbido del árbitro. Ayer fue inevitable verlo así en cuanto se conocieron las alineaciones: el Barcelona salió con su formación de gala, mientras la del Athletic era un remiendo de la que Valverde, o cualquier seguidor, hubiese querido diseñar para esta cita. Se trataba de una semifinal, el camino más corto para acceder a un título y, sin embargo, antes de que los protagonistas rompiesen a sudar, el panorama no auguraba una pelea equilibrada.

Con Sancet descartado de la convocatoria, con Galarreta y Nico Williams, ambos tocados, sentados en el banquillo como medida de precaución; la presencia en el once de dos delanteros que venían de disputar 120 minutos en la Copa; la repesca de urgencia de un Lekue condenado al ostracismo desde agosto, porque tampoco Gorosabel llegó a tiempo y no era cuestión de reventar a De Marcos, que también jugó entero el cruce de Las Gaunas; con todos estos detalles juntos, el once rojiblanco partía con una merma evidente en su potencial.

Su fisonomía transmitía cierta fragilidad ante la selecta tropa de Hansi Flick, pero el partido, como se dice siempre, hay que jugarlo. Ya el comienzo no fue muy alentador. La presión alta característica de los rojiblancos tardó un rato en ajustarse, lo que aprovechó el Barcelona para fabricar tres llegadas de auténtico peligro, dos repelidas por Simón ante Koundé y a golpe franco de Raphinha, que en la tercera voleó alto en boca de gol. La respuesta a los sustos fue una enorme aplicación para impedir que el rival tuviese una salida limpia.

Se logró, pero en el único lance bien trenzado de los azulgranas, tras una disputa perdida por Paredes, Gavi adelantó a los suyos. No se inmutó el Athletic, su perseverancia en el quite le fue otorgando posesiones y los primeros acercamientos. La manifiesta dificultad del Barcelona para elaborar fue seguramente el mayor éxito de una propuesta muy sacrificada que poco a poco ganó en profundidad, en especial por la aportación de Berenguer, bien secundado por Yuri.

El empuje de Prados marcaba la pauta al resto, aunque un error de Paredes dio lugar a un mano a mano de Raphinha con Simón, muy veloz en la salida. La duda de Iñaki Williams, con Guruzeta desmarcado, arruinó la primera oportunidad, a la que siguió un centro venenoso de Yuri hacia el ariete que Szczesny abortó en última instancia. Fue el preámbulo a la fase más incisiva, completada con otro par de remates, ambos de Iñaki Williams, que dirigió mal su volea y luego se topó con el corpachón del polaco después de otro buen centro de Yuri que cerró la primera mitad.

El mayor problema del Athletic de cara a la reanudación lo reflejaba el marcador. Sí, supo ponerle pegas al adversario, pero voltear aquello exigía más cosas. Enseguida Raphinha se plantó en el área a servicio largo de Iñigo. El central no tardó en realizar un robo muy adelantado que permitió a Gavi coger a la zaga a contrapié: Lamal no perdonó. Lewandowski tuvo el tercero a los pocos segundos. El choque empezaba a coger muy mala pinta y Valverde ordenó tres cambios para insuflar aire y añadir la amenaza de Nico Williams. Su hermano se ubicó de avanzadilla y en adelante el Athletic acaparó toda la producción ofensiva.

Para entonces el Barcelona había adoptado un perfil más conservador, la renta adquirida avalaba su propuesta, que se vio favorecida por la ansiedad de un Athletic que percutía sin precisión ni puntería: Iñaki Williams cruzó en exceso una volea tras un medido centro de Yuri. El cronómetro apretaba y consumido el 80 dispusieron de las mejores oportunidades De Marcos y el mayor de los Williams. El balón acabó en la red en ambas, pero los rematadores habían partido de fuera de juego. Sin discusión frente al poder de las cámaras.

En el añadido, Vivian impidió desde la línea de gol que el castigo fuese mayor, al igual que Simón al robarle la cartera al límite a Raphinha. Una ventaja mayor del Barcelona hubiera sido demasiado severa vista la actitud del Athletic, que bregó sin regatear una gota de sudor, pero al que le faltaron argumentos más sólidos para pujar por la victoria.