No siempre le iba a salir cara al Athletic, un equipo acostumbrado en las últimas semanas a minimizar a sus rivales, a jugar con muchísima autoridad sobre ellos, a llevar siempre el peso de los partidos, a imponer su ley y a ganar. Esto último, como todo en la vida, alguna vez tenía que tocar a su fin. El conjunto rojiblanco sumaba seis triunfos consecutivos, cuatro de ellos en liga y dos más en la Europa League, pero ante el Alavés no pudo dar continuidad a esa magnífica racha. No habrá séptima victoria seguida, pero sí el décimo segundo partido sin perder. Ahí es nada. Ya habrá tiempo para medir en su justa medida la importancia del punto obtenido en Mendizorrotza ante un combativo Alavés, pero todo lo que sea sumar lejos de San Mamés, bienvenido es. Ya saben aquello de la media inglesa: ganar en casa y empatar a domicilio.
Le faltó mucho al Athletic para estar brillante, tampoco lo estuvo su rival, que bastante tuvo con reponerse de un muy mal inicio, si bien fueron capaces para cambiar la dinámica del choque a base de los ajustes de su técnico. Los locales modificaron su forma de jugar al descanso, cortaron por lo sano con lo que habían hecho en la primera mitad. Se acabaron las jugadas desde atrás, el Alavés se dedicó a jugar en largo, superando al centro del campo rojiblanco por alto, como más sufren Ruiz de Galarreta y Mikel Jauregizar, que perdieron el balón de sus botas mientras veían pasar el esférico por encima de su cabeza. Y así, el Athletic no volvió a sentirse cómodo nunca más. Las buenas sensaciones del arranque dieron paso a un partido engorroso, sin lucidez en el juego ni ideas en ataque.
Para colmo, Unai Simón, en su vuelta al equipo tras cinco partidos sin jugar, dejó un balón muerto en el área pequeña en una acción que no parecía muy complicada, si bien tenía varios compañeros por delante de su línea de visión, para que Joan Jordán lograra el empate. Si hasta la fecha Ernesto Valverde venía lidiando como buenamente podía con las preguntas de los periodistas sobre quién iba a ocupar la portería en el partido más cercano, es posible que antes de enfrentarse a Osasuna el próximo sábado le toque de nuevo responder a esa cuestión.
Claro que, por suerte, la portería del Athletic nunca ha estrado en entredicho. Ahí están los resultados y si alguien se ha ganado el derecho a fallar ese es el bueno de Simón, un portero de garantías, todo un lujo para el conjunto rojiblanco. También lo es Agirrezabala, sobre el que el técnico mantuvo su confianza cuando meses atrás su nivel no fue el esperado. Tampoco tuvo su mejor día ante el Real Madrid y ahí sigue. Es el día a día del portero, cuyos errores tienen mayor relevancia que los de cualquier futbolista de campo.
Habrá que pensar en positivo, y eso es que los leones no perdieron. Siguen con su alegre caminar en liga, aunque ayer le tocó andar por un sendero embarrado en el que el Alavés, necesitado de puntos, le puso las cosas muy complicadas. Al principio de temporada había dudas sobre cuál sería la capacidad del Athletic para enlazar dos competiciones tan exigentes como LaLiga y la Europa League; meses después, se podría asegurar que con nota.

El empate, que en cierta medida deja un regusto amargo, pues esta campaña los leones solo se habían dejado puntos tras adelantarse en el marcador en la visita del Sevilla a San Mamés, le sirve al equipo para dar un pequeño paso al frente. Sigue cuarto en la tabla, es decir, en puestos de liga de campeones, y después de un calendario apretadísimo, con partidos cada tres días, ahora Valverde dispondrá de una semana limpia para recuperar fuerzas, poder trabajar con cierta tranquilidad y preparar de la mejor manera posible la visita a Osasuna en el que será el choque que cierre un 2024 para la historia.
La cifra
550
Óscar de Marcos disputó en la tarde de ayer frente al Alavés su partido número 550 con la camiseta del Athletic, lo que le sitúa a solo diez de Iker Muniain, que con 560 es el segundo jugador con más encuentros disputados en la historia del conjunto rojiblanco, solo superado por José Ángel Iribar, con 614.