Todo cuenta, los puntos valen igual en casa que fuera, suman en la clasificación independientemente de que el rival sea un hueso o un chollo. Esto último sería aplicable al Espanyol que el sábado pasó por San Mamés y ayuda a entender la goleada obtenida por los rojiblancos, así como la calma chicha con que la afición pudo despachar la tarde. Ni un sobresalto, ni una mínima sensación de duda o de incomodidad; todo rodado, fluido, incluso preciosista en la gestación de varios de los goles. Tan plácido resultó el espectáculo que, por momentos, dio la impresión de que se celebraba uno de esos trámites coperos donde la suerte está echada de antemano, sin margen posible para refutar el pronóstico.
Antes y después de la paliza, Ernesto Valverde insistió en valorar la “convicción” como la gran virtud del Espanyol. Apoyó su juicio en anteriores desplazamientos del equipo barcelonés. Puede que no hallase otro argumento para utilizar a modo de advertencia hacia sus jugadores y el entorno. El simple repaso de la plantilla dirigida por Manolo González deja bien a las claras que va corto de potencial para evitar apuros en la máxima categoría. Es posible que incluso se haya debilitado respecto a la que obtuvo el ascenso antes del verano.
Echar flores al adversario es parte del juego, todos los técnicos se abonan a la precaución o al discurso políticamente correcto cuando diseccionan el siguiente compromiso. En unas ocasiones, los halagos están justificados; en otras, no se sostienen en pie ni un minuto. Así sucedió esta vez porque, en realidad, la “convicción” debe estar fundamentada en algo sólido y de ella, al contrario que el Espanyol, va sobrado el Athletic.
Nunca se sabe de antemano cómo irá la cosa, el fútbol es una caja de sorpresas y en el curso de un partido suele haber cabida para el contratiempo, lo inesperado o lo inmerecido. Pero en su fuero interno Valverde imaginó un guion similar al vivido, seguramente no tan ideal, aunque sí un desarrollo en esa línea. De ahí la elección de Berenguer para suplir la baja de Sancet, sumada a la reunión de Galarreta y Jauregizar, la fórmula más ofensiva que le ofrece la nómina de centrocampistas.
Con dicho perfil, el plan del equipo únicamente podía consistir en apretar las clavijas al oponente y negarle el balón, el espacio y el aire desde el saque de centro. A ello se puso el Athletic y pronto afloró la escasa consistencia de los pericos, impotentes para interrumpir un ritmo enloquecido. De hecho, es que ni dieron patadas porque a todas las disputas llegaban con retraso y las correcciones posicionales brillaron por su ausencia. Los goles fueron cayendo sin necesidad de acumular muchos remates. Con los justos fue suficiente para poner en evidencia que era una cita muy asequible a nada que el personal funcionase al nivel que se le presupone.
Esto último constituye la mejor conclusión a extraer del triunfo. El Athletic le tiene fe a su propuesta y la competencia que en su seno está promoviendo el calendario se ha convertido en un factor esencial que contribuye a elevar las prestaciones del grupo. Valverde volvió a cambiar media alineación respecto a la jornada anterior, cinco caras nuevas, sin que la máquina se resintiera.
Por supuesto que la debilidad del adversario facilitó la tarea, pero nunca se gana hasta que el árbitro señala la conclusión, como se ha comentado antes, ni cuando enfrente se planta un conjunto que habita en la mitad baja de la tabla. El mérito estriba en ser fiel a un estilo y perseverar. El sudor está garantizado, cuándo no en el Athletic; la diferencia que se observa, en la actualidad y a lo largo de la campaña precedente, radica en que los jugadores son conscientes de que la ambición que rezuman se va a traducir en resultados positivos con frecuencia.
Con una propuesta competitiva, tiene sentido establecer objetivos que no hace tanto se antojaban inalcanzables, porque lo eran, lo fueron en seis años consecutivos. Quienes se visten de corto son los primeros interesados en ceñirse a ella, a esa forma de expresarse sobre el verde cuya rentabilidad no admite discusión. Los números no mienten. Y al entrenador le compete gestionar la amplitud del plantel, así como articular medidas para impedir que el grado de la exigencia que ha interiorizado el vestuario se resienta.
Con todo, la empresa no será fácil. De aquí al mes de mayo asoman demasiados frentes y en el camino no faltarán lesiones, bajas formas, errores, el desgaste o decisiones mal tomadas. Ingredientes propios de la actividad cuyo impacto será menor, llevadero, mientras prevalezca la convicción. Cada cual es libre de creer en lo que considere, en el Athletic poseen motivos para creer en sí mismos.
La actualidad
Pendientes de Sancet y Vesga
Visita del Slavia de Praga. La primera plantilla del Athletic, que ayer disfrutó de una jornada de descanso tras golear al Espanyol, vuelve esta mañana al trabajo, a partir de las 11.00 horas, con la vista puesta en el partido del jueves en San Mamés ante el Slavia de Praga (21.00 horas), correspondiente a la tercera jornada de la Fase Liga de la Europa League. Ernesto Valverde estará pendiente de la evolución de Oihan Sancet y Mikel Vesga, que no entraron en la convocatoria del pasado sábado contra el conjunto periquito. El pichichi rojiblanco, con problemas en el bíceps femoral, no completó ninguna sesión con el grupo la semana pasada, al contrario que el gasteiztarra, que parecía que iba a volver a la dinámica del resto de sus compañeros pero parece que se resintió de los problemas musculares. Al margen de Unai Simón, que ya ha empezado a hacer portería pero al que no se espera hasta finales de años, Sancet y Vesga son los únicos inquilinos de la enfermería.