En muy contadas ocasiones el principal derbi vasco se presenta tan sugerente. Aunque la fecha rebaje levemente la trascendencia del resultado, no es habitual que Athletic y Real se vean las caras alardeando de su buen momento, tal como refleja la clasificación. Se trata de una coincidencia que lógicamente dispara las expectativas. Aunque por sí solo el detalle no garantice la calidad del espectáculo, el interés y el atractivo del partido son incuestionables. La versión que de ambos esperan las aficiones bastaría para colmar las apetencias futbolísticas, incluso del espectador sin una implicación emocional con los colores de las camisetas.

Desde el bando rojiblanco, el test se afronta con cierta serenidad. Al margen de la formidable trayectoria labrada desde el verano y reforzada en los dos últimos meses, no cabe obviar el factor campo y, sobre todo, la ventaja de seis puntos. El Athletic parece en condiciones de refrendar a costa del vecino una dinámica que le adjudicaría en exclusiva el rol de equipo revelación de la categoría si no fuese por la sorprendente irrupción del Girona.

Tampoco conviene engañarse con la Real. Se mantiene dentro de las coordenadas que le han guiado en campañas recientes. Ha podido perder algo de brillo, se aprecia en el capítulo realizador, lastrado por la ausencia de un referente sólido en la delantera, pero conserva sus señas de identidad. No es sencillo compatibilizar dos frentes sin notar el desgaste, menos aún si dicha realidad se repite durante varios años. En el vigente, rendir al máximo en Champions le ha pasado factura, pero no le impide postularse, en este caso, como un rival directo del Athletic en la carrera por una plaza continental.

Lo que no cambia es la desigual manera de enfocar este partido. Basta con escuchar a los entrenadores y a los jugadores estos días para corroborar la idea de que mientras en la Real se lo toman como si les fuera la vida, la postura en el otro vestuario tiende a relativizar las cosas. Peculiaridad que a menudo se ha interpretado como clave para explicar determinados desenlaces, en especial cuando no son favorables al Athletic.

Es posible que el forofismo se manifieste sin disimulos en un bando y no ocurra así en el otro, pero esta distinción no es extensible a la grada y la cita se celebra en Bilbao. Por otra parte, dar mayor relevancia a la faceta anímica que a los argumentos futbolísticos se antoja improcedente, máxime si, como ahora, el Athletic plasma un nivel competitivo que objetivamente le hace temible.

Se ha especulado en torno a cuál será la incidencia de los ausentes. La reflexión se justifica porque tanto Iñaki Williams como Take Kubo han sido las piezas más determinantes en la primera vuelta del campeonato. Se habla menos de Remiro o de Traoré, pero su peso específico, más en el caso del portero, no admite discusión. Disputar un derbi con el inexperto Unai Marrero entre los palos, sobre el papel constituye una mala noticia para Imanol Alguacil.

Menos problemas debe gestionar Ernesto Valverde. No extrañaría que se decantase por alinear de nuevo a los mismos hombres que triunfaron en el Sánchez Pizjuán. Salvo Dani García, dispone de la plantilla al completo, pues Yeray entra en la lista, y si lo cree conveniente puede introducir alguna variante en cualquiera de las líneas. En la Real, se especula con la identidad del punta, a elegir entre Oyarzabal, André Silva y Carlos Fernández. La opción más probable apunta al capitán, que ha ejercido el rol de falso ariete en un buen puñado de compromisos, pues ni el luso ni el andaluz han gozado de continuidad. 

ESTILOS DEFINIDOS

El derbi anticipa un duelo de propuestas con escasas similitudes. Dejando a un lado el tema de la intensidad, norma de actuación que rige en los dos bandos, se mide la verticalidad con la elaboración, el vértigo con la pausa. Esto en lo que a la creación de juego y las vías de llegada al área se refiere. En lo defensivo, sí merece ser resaltada una diferencia: si el Athletic, con su enorme despliegue en la presión logra minimizar las aproximaciones a Unai Simón, la Real suele conceder más llegadas a pesar de que las estadísticas le señalan como gran especialista en cortar el juego ajeno por lo sano. Es el segundo equipo de la división en el ránking de faltas, muchas de ellas adjetivadas con el eufemismo de tácticas.