La primera semana del campeonato ha tenido de todo. Dos marcadores opuestos, dos actuaciones sin punto de comparación. En el balance, sin embargo, prevalece una impresión positiva, quizá porque el Athletic ha sabido rehacerse de un estreno muy pobre y lo ha hecho de inmediato. Ninguno de los rivales era cómodo sobre el papel, se trataba de sendas pruebas con un considerable nivel de exigencia y en la segunda el equipo de Ernesto Valverde demostró capacidad de superación, exhibió un repertorio aseado en las dos facetas del juego y aún mejor actitud. Valentía y entereza son términos que resumirían la forma en que compitió ante Osasuna.

Es posible que el contraste entre ambos partidos genere desconcierto, pero sin duda hay motivos que explican este fenómeno por desgracia muy frecuente en los últimos tiempos, el de la irregularidad, incluso extrema. De entrada, apuntar que al Madrid se le recibió en unas condiciones que nada bueno auguraban. Más allá del potencial de los chicos de Ancelotti, que les convierte en favoritos siempre, defraudó la ausencia de convencimiento en sus posibilidades de los rojiblancos. Su versión denotó inseguridad, temor a la derrota, nula rebeldía. Sin su característico espíritu combativo, el Athletic no es el Athletic. Se traiciona a sí mismo.

Las causas de ese déficit de inconformismo, de coraje, son diversas y se veían venir. El desbarajuste en que derivó la pretemporada, las bajas por lesión y decisiones concretas en la preparación del duelo con los merengues confluyeron para que se asistiera a un espectáculo descorazonador. No puede extrañar que los juicios posteriores fueran severos y alimentasen una preocupación cuyo origen, se quiera o no, remite a la temporada anterior.

De algún modo, el Athletic que saltó a San Mamés dio argumentos al escepticismo y al pesimismo, corrientes de opinión que a su vez apuntalaron previsiones cargadas de dramatismo, cuando no apocalípticas. No faltaron comentarios que especulaban con apuros clasificatorios al final del curso. En los medios y en la calle, sobre todo en la calle. En este inquietante contexto, no es de extrañar que Valverde se arrancase con el adjetivo “fundamental” en su análisis del desenlace registrado en El Sadar.

El técnico añadía que un casillero vacío de puntos no es plato de gusto y es muy cierto, pero al igual que una semana antes el foco debía ponerse sobre el comportamiento del conjunto y no en el resultado, ahora se ha de proceder igual. Y entonces afloran razones de peso que ponen en valor el triunfo a domicilio a costa de un adversario que al Athletic se le atragantó como ningún otro antes del verano: dos empates como anfitrión y dos derrotas en calidad de visitante, con efectos devastadores en liga y Copa.

Diez Peores

Una semana más de trabajo en Lezama, el deseo de enmienda que sale de mezclar amor propio, responsabilidad y la pura necesidad, además de varios retoques en la elección de los titulares y el reparto de posiciones, obraron la transformación. Ni la persistencia de la indisponibilidad de Yeray, Yuri y Dani García, ni el temor a la derrota, ni los antecedentes más próximos con Osasuna, nada de nada impidió que el Athletic fuese mejor y se hiciese acreedor al triunfo. Ni la metedura de pata de Sancet pudo arruinar una versión del Athletic que no fue para echar cohetes, pero se antoja válida para sugerir que cuenta con mimbres de entidad para aspirar a resolver favorablemente los duelos con diez u once equipos de la categoría, como mínimo.

Por supuesto que es inviable ganar cada vez que se cruza en el camino un adversario de similar o inferior talla. Y por ello sería improcedente tirar de calculadora, aunque los números son muy elocuentes: diez emparejamientos a doble vuelta se traducen en 60 puntos, cifra que por sí sola alcanza para colarse en Europa.

Volviendo al presente, es imposible hallar un ejemplo más a mano para calibrar el comportamiento reciente del Athletic, no el relativo únicamente a un año sino a unos cuantos: ¿Cómo es posible que no pueda derrotar en cuatro oportunidades concentradas de enero a mayo al oponente del que se acaba de deshacer este sábado? La pregunta tiene una respuesta muy difícil de enunciar, más todavía si debilidades o dudas propias al margen, esta vez Osasuna venía de ganar en Balaídos, actuaba ante su afición y Arrasate puso su once de gala.

La sorpresa, el imprevisto, los días malos, son consustanciales al fútbol, pero de ahí a lo vivido en la campaña previa y no solo con Osasuna delante, hay un trecho. Y ni que decir tiene que el Athletic del sábado es susceptible de una mejora amplia en sus prestaciones. A estas alturas carece de la forma física que precisa para desarrollar a gusto su estilo futbolístico de ritmo alto, agresividad, solidaridad sin balón, transiciones ofensivas y repliegues veloces.

En definitiva, antes de establecer objetivos, estaría bien definir la auténtica medida del equipo e interiorizarla. Complementarlo con una radiografía de la categoría al completo y comparar. Sería una fórmula ecuánime para señalar la ubicación que le corresponde en la tabla y, al final, pedir cuentas. Desde el realismo.