El desagradecido resultado del cruce con el Barcelona del pasado domingo aún colea en el ánimo rojiblanco. El sentimiento de frustración que embarga al Athletic, a todos sus estamentos, por una derrota inmerecida se justificaría por diversas razones, aunque si se ha de elegir una, sin duda, existiría un inequívoco consenso para señalar la acción registrada en el minuto 87. El balón había terminado en la red de Ter Stegen y la celebración consiguiente fue bruscamente interrumpida cuando al pinganillo de Gil Manzano llegó el inesperado mensaje: se había detectado una irregularidad previa que anulaba la validez del tanto.

En el origen de la jugada, Muniain había desplazado el balón con su brazo izquierdo, según reflejaban diferentes tomas. En una disputa con De Jong, este perdió la posibilidad de contactar con la pelota por la intervención, seguramente involuntaria, del capitán del Athletic, lo que permitió montar una contra letal. Guruzeta anduvo listo para servir en largo e Iñaki Williams acertó a transformar ante el meta alemán después de irse por piernas de la pareja de centrales azulgranas. El árbitro atendió el aviso del VAR, revisó las imágenes en el monitor ubicado al lado del busto de Pichichi y sancionó la infracción, el toque con la mano, con falta a favor del Barcelona.

Localizado y analizado el episodio estelar del encuentro, es posible que la indignación general que provocó en el momento y aún no ha remitido, fuese superada por el extra que supuso la desilusión que a título individual experimentó el autor del gol que se fue al limbo por obra y gracia del sistema imperante en el arbitraje de élite. Desde luego que al equipo de Ernesto Valverde le urgía obtener un marcador favorable, que lo hubiera sido el empate frente al líder, pero para Iñaki Williams ese gol significaba además una auténtica liberación.

El delantero atraviesa por un período de sequía que debe pesarle como una losa. Desde que viese portería por última vez, acumula dieciséis encuentros enemistado con el gol: once de liga y cinco de Copa. Para hallar su último acierto es preciso remontarse a la duodécima jornada, que tuvo lugar en San Mamés el 30 de octubre. Ese día batió al portero del Villarreal y el Athletic sumó los tres puntos en juego. A partir de ahí, pese a que ha intervenido en la inmensa mayoría de los compromisos del equipo, permanece ajeno a la suerte de la que vive el futbolista de ataque.

Calificar de racha este persistente déficit de acierto empieza a resultar improcedente, pues objetivamente Iñaki Williams ha dispuesto de margen más que generoso para invertir la tendencia. Sin embargo, atendiendo a su trayectoria tampoco sorprende en exceso. Basta con revisar sus estadísticas para concluir que esto de ahora no es sino una muestra más de su frágil relación con el gol.

En la temporada vigente, a falta de trece jornadas, ha hecho cinco; es decir, que lleva camino de cumplir con su media anual en liga. En las seis campañas previas, computadas cronológicamente, sus cifras fueron: cinco, siete, trece, seis, seis y ocho. Salta a la vista que Iñaki Williams no es un especialista de área, sobre todo habida cuenta que en esa media docena de ediciones del campeonato firmó un pleno en términos de participación. Un récord por el que su nombre quedará grabado en la historia del fútbol, dado que es materialmente imposible de mejorar.

Fijo con todos los técnicos

Claro que de cara al asunto concreto del gol, semejante disponibilidad no es precisamente un dato que le beneficie. En cambio, para los entrenadores que le han dirigido es un chollo saber que en la plantilla tienen un portento físico, un tipo que nunca falla, nieve o haga sol, siempre está apto para competir. Prueba de esto último sería la defensa a ultranza que han realizado de su presencia en las alineaciones.

El consenso en este sentido ha sido abrumador. Valverde, Ziganda, Berizzo, Garitano y Marcelino, han cantado las virtudes del mayor de los Williams, a menudo a costa de obviar su impericia en los metros decisivos y poniendo el acento en otro tipo de aportaciones, normalmente relacionadas con su extraordinaria punta de velocidad. La cosa es que el récord de 251 partidos consecutivos en liga aparece como el gran aval de un delantero al que, por ejemplo, no le pasó factura el hecho de enlazar 40 partidos seguidos sin marcar en San Mamés.

La cifra

5

Son los goles que Iñaki Williams lleva esta curso entre los 23 partidos de liga y 5 de Copa que ha disputado. No ve puerta desde el 30 de octubre, ante el Villarreal.