Casi cada vez que Ernesto Valverde se presenta ante los periodistas esgrime la misma frase para defender el rendimiento del equipo y el suyo propio, según se deduce del uso del plural: “Hay muchas cosas que hacemos bien”. La apreciación no es fácil de rebatir, aunque tampoco de compartir después de determinadas actuaciones que exigen mucha voluntad o generosidad si se pretende resaltar aspectos realmente dignos de aplauso. Más aún si el recurso del comodín del marcador está descartado.

Terminada la visita a Vallecas, no salió a colación la frase en cuestión y sin embargo esa tarde el Athletic sí ofreció argumentos merecedores de una buena nota. “Sumar fuera es un paso”, deslizó el técnico al recordar que los tres resultados fueron sendas derrotas. El empate, que estuvo en el aire hasta el final del pulso, no ha supuesto un avance en la clasificación. Una jornada más, el equipo es noveno y, con sus 33 puntos, figura a cierta distancia de las plazas por las que suspira y ocupan Betis (41), Villarreal (37), Rayo (35) y Osasuna (34). En esta relación no se nombra a los cuatro primeros, con los que la desventaja es de diez puntos o más.

¿En qué facetas se vio un Athletic más convincente? Pues, sin duda, en el equilibrio táctico, en el hecho de que nunca renunció a probar suerte en ataque y que tampoco dio síntomas de desconexión a medida que el cronómetro avanzaba, como pasó en los desplazamientos a Balaídos, Mestalla o Metropolitano. En suma, recuperó algunas de las virtudes que han servido para responder a los retos de la competición en los primeros meses del curso, así como más adelante en fechas sueltas.

Y se diría que en ello tuvo su influencia el rol de determinados jugadores que, por diferentes motivos, no venían gozando de una gran presencia en los planes de Valverde. La mitad de la formación de salida estaba compuesta por hombres que han faltado con frecuencia o han accedido a la titularidad de modo más bien esporádico. Serían los casos de Agirrezabala, Lekue, Iñigo Martínez, Zarraga, Dani García o Guruzeta. Los que normalmente juegan en sus posiciones son Simón, De Marcos, Yeray, Muniain, Vesga e Iñaki Williams. El portero habitual está de baja mientras que Yeray cumplía sanción. La no participación del resto de los asiduos respondería pues a criterios tácticos, físicos (cansancio o desgaste) y acaso de rendimiento.

Sea como fuere, las novedades cumplieron, lo cual constituye una noticia interesante. Demuestra que el personal está enchufado, además de capacitado para aportar como se espera de quienes disfrutan de continuidad y de la máxima confianza del responsable. Agirrezabala volvió a desenvolverse como si no acumulara banquillo como por un tubo. Lekue, que sufrió una rotura muscular, representa al chico para todo que ha cubierto un amplio tramo del calendario dando la talla para luego prácticamente desaparecer e intervenir como recurso de urgencia sin desmerecer. Iñigo, con tres meses sin competición a sus espaldas, disputaba su segundo partido completo en cuatro días, reto que asimiló sin problemas gracias al oficio que atesora.

Dani García había asomado en unos cuantos compromisos en 2023, superando así una prolongada etapa con minutos sueltos, y estuvo entre los destacados. Es otro que no va escaso de escamas, precisamente. A Guruzeta le sucede que hace tiempo dejó de ver portería y un ariete sin gol enseguida queda señalado. Bueno, unos más que otros. Al menos, en Vallecas anduvo más activo y remató tres veces, lo que significa un avance.

Se deja para el final a Zarraga con toda la intención, puesto que el centrocampista protagoniza una historia de difícil comprensión, muy a su pesar cabe imaginar. Cómo será la cosa que el aficionado empezó hace unas semanas a elucubrar en torno a su repentina desaparición del once. Ni mediaba lesión ni su comportamiento había decepcionado o sido intrascendente. Al contrario, de repente Valverde optó en enero por contar con sus servicios, encadenó cuatro titularidades y entró en dos segundas partes, y Zarraga dejó claro que estaba por la labor de aprovechar lo que se interpretó como una oportunidad real de consolidarse. Hizo dos grandes partidos contra Osasuna y Espanyol y estuvo más que correcto ante el Madrid.

En ese mes concreto dispuso de 369 minutos, estaba de dulce, pero en febrero únicamente tuvo 67 minutos y en tres de cinco partidos, si se cuenta la semifinal del 1 de marzo, ni salió del banquillo. Con semejantes bandazos y esa inevitable impresión de estar bajo lupa, lo haga como lo haga, tiene su mérito que Zarraga mantuviese el tipo en la ratonera de Vallecas y su lógica que se le viese remiso con balón.