El Athletic resolvió con holgura el primer envite del Trofeo Árbol de Gernika, una cita que al margen del envoltorio no dejaba de ser un ensayo, un entrenamiento para favorecer la puesta a punto del equipo con vistas al inminente regreso de la competición. Las Chivas no inquietó al cuadro de Ernesto Valverde, le hizo trabajar, eso sí, y por ese lado el encuentro mereció la pena. Era de lo que se trataba en definitiva, una vez confirmado el escaso poder de convocatoria del evento, saldado con una entrada que no llegó ni a discreta, como se presumía. Diecisiete mil almas presenciaron en directo una contienda donde lo mejor fue el empeño de ambos bandos, que se emplearon a fondo sin brindar un fútbol vistoso salvo a ráfagas y siempre del lado del anfitrión.

La victoria refleja lo que dio de sí el contraste de fuerzas. El Athletic gobernó merced a su superioridad técnica y a un ritmo que por momentos condenó a los mexicanos a concentrar su esfuerzo en defender. Solo a ratos se vio un juego fluido, pero en general la prueba debió dejar satisfecho al técnico, que puso en liza a la totalidad de jugadores disponibles. Idéntico criterio siguió Veljo Paunovic, que repartió generosamente minutos entre sus piezas menos expertas y solo en el tramo final acumuló titulares sobre el césped, lo que valió para que el asunto se equilibrase algo más. Hasta entonces, el único que persiguió con ahínco y posibilidades el gol fue el Athletic.

Al igual que el martes en Anduva, Valverde utilizó la cita de este domingo para repartir esfuerzos de forma equitativa entre sus hombres. En el once inicial hubo una mezcla de titulares, en mayor número, y suplentes. Las ausencias forzosas del trío de mundialistas, a las que a última hora se sumó la del indispuesto Herrera, condicionaron la formación, pero salvo el portero, Agirrezabala, la línea defensiva podría considerarse como la titular. Para la zona ancha eligió una fórmula más conservadora de lo habitual, al apostar por Dani García y Vesga, dos hombres más estáticos, con Muniain. A la altura de Berenguer, que se movió por la izquierda, se ubicaron Villalibre y Morcillo.

El juego se desarrolló siempre volcado hacia el área visitante. Pudo el Athletic asumir la iniciativa sin mayores complicaciones, amparado en una presión concienzuda, demasiado intensa para las intenciones mexicanas de combinar en corto. Quizá esa agresividad fuese lo que convenció a Las Chivas de que no merecía la pena cuestionar el mando y lo cierto es que apenas atravesó la línea divisoria. Las llegadas locales fueron cayendo, pocas nítidas y normalmente con la participación de un Berenguer al que se le vio muy predispuesto y veloz en todo momento. Suyo fue el primer remate, así como el gol registrado en el primer tiempo.

El extremo culminó con seguridad, agarró un zurdazo cruzado sin oposición tras recibir en ventaja de Villalibre, que se zafó de su marca con un reverso que dejó clavado al central. Fue la acción más brillante, de las pocas bien resueltas, pues en general al Athletic le costó descolocar a un oponente que se protegía con muchos hombres en torno a su área. Dominó, pero sin imprimir la velocidad que suele buscar en las transiciones. Berenguer fue el único con capacidad para agilizar las maniobras frente a una estructura muy estática. Trató de emularle Villalibre poco después del 1-0 y su punterazo se encontró con el cuerpo del portero. El capítulo de oportunidades lo cerró Yeray, de cabeza a servicio pasado de Berenguer, pero el central corrió idéntica suerte que el ariete.

Fue en la reanudación cuando el fútbol del Athletic alcanzó otro nivel. Más dinámico y suelto, sin rebajar un ápice la aplicación sin balón, pero con una movilidad muy superior, pivotando sobre Sancet, que regaló una serie de intervenciones de enorme calidad, claves para descomponer a la zaga de Las Chivas. Berenguer continuó subido a ese carro, ofreciéndose y percutiendo con sentido, y también se dejó sentir la presencia de Zarraga, que probó hasta tres veces desde fuera del área. Valverde había realizado siete cambios de golpe y a pesar de casi todos los nuevos tienen la consideración de suplentes, el balance del equipo lo agradeció. Lo mismo que los espectadores que durante un rato por fin atendieron un espectáculo más sugerente.

Y pronto llegó el premio. Antes, Sancet sirvió al espacio para que Morcillo se plantase en solitario ante el portero, pero se durmió y un defensor le rebañó la pelota. De seguido, alternaron los papeles: Morcillo halló a Sancet y este desequilibró al defensa con un amago y se sacó un tiro con efecto que entró pegado al palo contrario. Ese cuarto de hora que precedió al gol sin duda fue lo más brillante que ofreció el Athletic. Luego, la pelea se fue enredando, en ello acaso tuvo su influencia que Las Chivas refrescó su formación en varias tandas y fue recuperando una fisonomía más propia de las citas oficiales.

El Athletic comprobó que ya no resultaba tan sencillo maniatar a Las Chivas. Poco a poco el amistoso elevó su exigencia. El control del Athletic ya no fue tan evidente y sobre todo aumentaron las dificultades para crear peligro. Capa ocupó de entrada el lateral, con la incorporación de Lekue se situó como extremo y buscó la línea de fondo con desigual fortuna, a Sancet le cogieron la matrícula y Raúl García se quedó sin suministro. Tampoco el cuadro mexicano inquietó, avanzó líneas y pisó zona de remate en algún lance, sin llegar a apurar ni a Agirrezabala ni a Iru.