En la pretemporada ganar no es lo único que vale, ni siquiera lo más importante, pero viene bien. La sensación de la victoria resulta agradable y para el Athletic supone una dosis de autoestima, esa energía de la que tan necesitado va. Si además el resultado es consecuencia del trabajo realizado, mejor aún, porque los futbolistas hallan sentido a la alta exigencia de la preparación estival. Nada hubiera pasado de acabar el amistoso sin goles, pero hubo uno, muy bonito por cierto, que corroboró la superioridad de los rojiblancos, que ayer salieron con un uniforme que nada transmite, sin personalidad ni gracia. Virtudes que tampoco aportó el Dinamo de Kiev, en teoría una piedra de toque de entidad; en la práctica, un pedrusco capaz de aburrir a su hincha más acérrimo.

Con menos entrenamientos y menos internacionales en sus filas, el Athletic acertó a compensar las desventajas apuntadas y anotarse todas las acciones de peligro de la tarde. Media docena por ninguna que exigiera a Agirrezabala y Ezkieta. La incomparecencia de ambos hubiera pasado inadvertida, pero se juega con portero. Son excepcionales los partidos de este tipo que merezcan la pena ser presenciados en su totalidad, puesto que en los dos bandos la consigna prioritaria versa sobre la disciplina táctica. Evitar regalos, arriesgar lo mínimo o nada, como los ucranianos, colma a los entrenadores. Ellos encuentran interesantes las basculaciones, las ayudas, el posicionamiento de las líneas, especialmente sin la pelota, y toda esa serie de temas de pizarra, sobre los que se insiste hasta dotar al equipo de suficientes garantías en eficacia y aspereza.

A Mircea Lucescu, la competición le queda a la vuelta de la esquina, pero se diría que su Dinamo está aún de resaca por el doblete del curso anterior y la legión de eurocopistas que dirige todavía no ha aterrizado de las vacaciones. Así que, pese a que de entrada tuvo el control, su propuesta fue pan comido para el Athletic. Con una presión alta, seria, coordinada, fue orientando el duelo a su favor y hasta el descanso se pisó mayormente terreno ajeno. Subrayado el nulo balance rematador de los de Kiev, la pena fue que la combinación o el despliegue tampoco sobresalieron en el Athletic. Normal, a estas alturas los jugadores acusan la carga de sesiones cuando se trata de hilar fútbol, ser precisos e incisivos. Defender siempre cuesta menos.

Con la salvedad de que Raúl García estuvo una hora sobre la hierba, cambio radical de alineación en el descanso. La descripción del primer acto sirve para contar el segundo. Siguió el Athletic fiel a las órdenes de Marcelino, ordenado y con algo de intención para proyectarse en ataque. Las inútiles posesiones del Dinamo ofrecían un respiro físico y probablemente refuerzo anímico: estamos bien puestos, somos constantes e imbatibles.

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Las mejores imágenes del Athletic-Dinamo de Kiev

La recompensa a la laboriosa actitud coral llegó oportuna. Un corte de Yeray permitió a Serrano progresar por su ala, la menos transitada, y a un toque montó el Athletic una contra de manual: Serrano, se apoyó en Lekue, este captó el desmarque de Unai López en posición de extremo zurdo y el descartado sirvió con dulzura en paralelo, con el exterior de su bota derecha, para que Iñaki Williams, que ganó por piernas la posición a los centrales, empujase a la red. Marcelino aplaudiría satisfecho, le encanta cuando el equipo se suelta el pelo en campo propio, rompe líneas con celeridad y culmina.

Una cita experimental, aunque el espectáculo no seduzca, puede ser muy válida. Aguantar al contrario, ponerse a su altura, eludir concesiones, provocarle dudas, darle la puntilla y luego templar a la espera de que el árbitro pite el final, es la síntesis que ayer Marcelino rubricaría gustoso. Con dos semanas de currelo es prematuro aspirar a plasmar imágenes que alegren el ojo del espectador. Será más adelante el momento de pedir un funcionamiento más equilibrado, donde el esfuerzo sin balón favorezca una mayor creatividad.