El lema que inspira el trabajo de Gaizka Garitano podría enunciarse en solo dos palabras: competir siempre. En el vestuario se lo compraron en cuanto apareció por allí para saludar a quienes en adelante serían sus hombres. Año y medio después su vigencia persiste, así se explica que a fecha de hoy, a falta de dos partidos para poner el cierre a la temporada, conserve el Athletic opciones de conquistar premio. Cuando otros equipos con objetivos a tiro han bajado los brazos o sencillamente son incapaces de dar su auténtica medida y asimilar la saturación de compromisos, el Athletic sigue a lo suyo.

Hay plantillas que sobre el papel ofrecen más garantías, se les adjudica una calidad media superior o en teoría reúnen un mayor número de piezas intercambiables a la hora de diseñar los onces, pero son contadas las que como el Athletic rara vez dejan al entrenador con la palabra en la boca o a la afición con la mosca detrás de la oreja por falta de implicación. Este concepto sinónimo de generosidad e inconformismo, se aprecia en el modo de manejarse en el campo, pero trasciende al desarrollo de los partidos. Sería inviable como seña de identidad si detrás no hubiera un comportamiento en el día a día, en los entrenamientos y en la vida cotidiana de los futbolistas.

La experiencia del último mes es clarificadora al respecto, corrobora el elevado grado de competitividad de los rojiblancos. Pase lo que pase frente al Leganés y el Granada, nadie podría pedirle cuentas al equipo de Garitano por su actitud. Se prestarán a debate diversos aspectos de cuanto ha sucedido en los once encuentros, pero cómo dudar de que el Athletic ha querido apurar sus probabilidades de acceder a la Europa League, para decirlo todo bastante relativas al principio. Si aún está en la pomada es porque ha hecho sus deberes y eso es algo que otros conjuntos, varios que partían como rivales directos y mejor colocados además, no están en condiciones de proclamar.

El billete para la final de Copa podía haber valido como atenuante en la hipótesis de un acopio insuficiente de puntos o de haberse detectado indicios de autocomplacencia. Existe incluso una corriente de opinión que cuestiona, desde un prisma deportivo, la conveniencia de apechugar con el gasto extra de la competición europea, máxime si conlleva la disputa de rondas previas. No hay plantilla para semejante barullo, con citas entre semana encajadas con calzador en una campaña que se presume muy comprimida por razones que no es preciso enumerar, es el argumento de los escépticos.

Bueno, si finalmente se da el caso habrá que verlo. Tampoco parecía viable ir pasando rondas coperas hasta plantarse en el partido cumbre o recortar el terreno perdido en la clasificación tras tirarse dos meses encerrados en casa. Por lo primero se abonó un canon, el comentado retraso en la tabla liguera, mientras que es obvio que lo segundo, la tajante y dilatada interrupción del fútbol, le ha sentado bien. Mejor que a unos cuantos, desde luego. Ha permitido que el personal se oxigene y regrese con la mente despejada, en suma con las pilas cargadas para volver al tajo y dar la talla.

A lo anterior se ha de añadir la labor de Garitano para espantar cualquier atisbo de relajo. Esa mirada profunda tan suya debe servir para apretar tuercas y que no haya despistes. El resultado de esta conjunción de factores directamente conectados con la profesionalidad, ha sido satisfactorio. Tanto que hasta asuntos en los que cabría apuntar un margen de mejora, no han conseguido mermar el carácter del equipo. Por ejemplo, el particular criterio del entrenador en la distribución de esfuerzos, lo que se llama gestión de plantilla o de recursos. Siendo innegable que ha exigido en exceso a algunos futbolistas, en las oportunidades en que ha echado mano de los menos habituales el rendimiento en absoluto ha defraudado. Quedará la incógnita de lo que hubiera ocurrido si Garitano hubiera tenido a bien dosificar la presencia de los tres defensas ahora ingresados en la enfermería o a Williams y Muniain, ambos emitiendo síntomas de agotamiento en varios encuentros ya.

Acaso la respuesta a la pregunta del millón, que por algo se ha repetido hasta aburrir, haya que buscarla en la aportación de quienes sí han gozado de descansos en una proporción más acorde a la agenda. Unai López, en una versión desconocida, igual de útil con balón que sin él, aparece como exponente de lo que sería una participación más racional. Hay más que están exhibiendo un punto de frescura que resulta muy interesante para el funcionamiento coral, pero queda la sensación de que algunos hubiesen asimismo realizado una contribución más consistente a la causa si Garitano así lo hubiese dispuesto. De la misma forma que algunos otros de los considerados fundamentales, con algún rato más de banquillo también se hubiesen beneficiado a título individual y, por tanto, potenciado el balance del grupo.

Lo hecho, hecho está y ahora restan 180 minutos para redondear el trabajo. Dando por supuesto que sigue en pie lo de competir siempre, el Athletic debe brindar un sugerente final de curso .