- Hay varios campeonatos menores en danza y ayer mismo arrancó la liga en Portugal, pero de un par de semanas para acá el foco se ha centrado en la Bundesliga, encuadrada en la élite europea en razón al potencial económico y proyección deportiva de sus clubes. Pionero en el experimental proceso de reactivación del fútbol en el contexto de la pandemia, el caso alemán es referencial para el resto de países que pretenden emular sus pasos. Se ha convertido en el espejo donde mirarse, es el ejemplo a seguir, el laboratorio del que extrapolar conclusiones que sirvan para allanar el camino a los profesionales aún inmersos en la fase de preparación.

Y de entre las novedades que incluye la organización de un final de competición en tiempo récord, llama poderosamente la atención la falta de público en los estadios. Sin gente en las gradas, el espectáculo queda desvirtuado. Los partidos transmiten una frialdad difícil de sobrellevar, especialmente para los futbolistas, pero también para quien se sienta delante de la televisión. El remedio escogido para hacer viable el regreso del fútbol sin poner en riesgo la salud de la población no despierta una sola adhesión, pero su aceptación no es opcional. O se juega así o nada.

Antes de que la Bundesliga se pusiera en marcha, surgieron voces que intentaban anticipar cómo sería el fútbol sin testigos directos, que depararía el fútbol del coronavirus. Entrenadores, jugadores, psicólogos, sociólogos y otros gremios, emitieron previsiones de desigual rigor sobre un fenómeno que llegaba para quedarse. La aglomeración de personas en espacios donde los asientos van pegados constituye una utopía en ausencia de una vacuna que en la mejor de las hipótesis necesitará no menos de un año, empezando a contar desde hoy mismo, para su distribución.

Las opiniones de quienes viven del fútbol enseguida se volcaron sobre el efecto que el silencio sostenido durante los noventa minutos tendría en el rendimiento y, por consiguiente, en los resultados. Eran opiniones teñidas de inquietud y la Bundesliga no ha hecho sino darles la razón. Los datos son elocuentes: después de cuatro jornadas, o sea 36 encuentros, resulta que la mitad de los marcadores corresponden a triunfos visitantes. Solo ocho cruces se han saldado con victoria local y diez concluyeron con reparto de puntos.

La deducción sale fácil: el factor campo pierde pujanza sin el concurso de las aficiones y se demuestra además con una frecuencia muy elevada. Ejercer de anfitrión ha dejado de ser una ventaja, según lo computado en Alemania. Y no se adivinan motivos por los que esa dinámica vaya a ser distinta en los campeonatos a punto de volver. El equipo que recibe a un rival acusa claramente el régimen de puerta cerrada y lógicamente, quien se beneficia es el equipo que viaja. Se comprueba pues la importancia de la presión que ejercía el estadio en los protagonistas de uno y otro bando, positiva para el de casa y negativa para el de fuera. No era algo que no se supiese. De siempre cualquier futbolista en pleno uso de sus facultades mentales ha manifestado su preferencia por jugar delante de su gente. No se trata de un capricho, la clasificación recoge el porqué de ese deseo.

datos rojiblancos

Todos los equipos se afanan en hacer el acopio básico de puntos al amparo de su público y aquellos que no lo logran se abocan a situaciones muy comprometidas. Pero los hay que dependen más del factor campo para alcanzar o acercarse a sus metas. Uno, el Athletic. En la primera campaña de Gaizka Garitano, San Mamés fue el trampolín que permitió huir de las apreturas y rozar posiciones europeas. Ganó ocho de los doce partidos celebrados en Bilbao, donde no concedió derrota alguna. Eso sumó 28 puntos, mientras que en los desplazamientos logró la mitad, catorce. En la liga en curso, la tendencia es similar aunque La Catedral ya no es inexpugnable, se han producido tres reveses, y fuera rasca más. Son 24 puntos aquí y trece de viaje.

"El factor campo ha perdido peso", decía Garitano con gesto serio tras aludir a la Bundesliga. Asegura que no es muy amigo de los cálculos, pero no ha podido evitar fijarse en que de los once partidos pendientes, seis serán en casa. Atlético de Madrid, Betis, Mallorca, Real Madrid, Sevilla y Leganés, componen la lista de los clubes que se darán una vuelta por el Botxo.

A su vez, el Athletic rendirá visita al Eibar, Barcelona, Valencia, Levante y, en la jornada que cerrará el calendario, Granada, destino de gratísimo recuerdo por cierto. Está por concretar si en esas salidas acudirá a los campos habituales. Por de pronto el Levante ya ha anunciado que sustituye el Ciutat de Valencia por el Estadio Olímpico Camilo Cano de La Nucía, sito en Alicante. No es el único club que se mudará, también lo hará el Madrid, que se traslada a Valdedebas, su ciudad deportiva.

Pero las circunstancias que rodean a este paquete de encuentros pasan a un segundo plano. Es esa media docena de citas sin el calor de la hinchada rojiblanca el elemento que genera incertidumbre, una inédita además. Se teme que el calor del hogar se escape por las rendijas del cemento expuesto. Quizá, ese inconveniente necesite ser contrarrestado con un esfuerzo extra de concentración. En definitiva, por culpa del virus parece que el miedo escénico que tradicionalmente se ha atribuido a los estadios ha mutado. Ahora, penaliza al dueño y colabora con el forastero.

aduriz visita a sus compañeros

Con muletas. La sesión que la primera plantilla del Athletic llevó a cabo en la tarde de ayer en San Mamés tuvo una visita especial, la de Aritz Aduriz, que después de ser operado de la cadera izquierda el pasado sábado en el Hospital Universitario Dexeus de Barcelona, acudió al entrenamiento ayudado de unas muletas. El donostiarra, que hace unos días ya pisó el césped de La Catedral con motivo de su homenaje de despedida, bromeó en las redes sociales sobre su nuevo estado físico. "Pausoz pauso. Dena ondo. Mi compañía para esta siguiente fase...", apuntó Aduriz a través de su cuenta de Instagram, acompañando el texto con una fotografía suya con muletas y una venda a lo largo de toda la pierna de la cadera operada. El ya exrojiblanco, de 39 años de edad, cuelga las botas como el máximo goleador del Athletic en el siglo XXI y el sexto de toda su historia, con 172 dianas.