El 18 de abril era el día D para el fútbol vasco. Sevilla amanecía ocupada por sendos ejércitos luciendo uniformes con distintivo rojo o azul, enfrascados en una sana competencia por imponerse mutuamente a campo abierto en la batalla de los decibelios. Inmunes al desafío gracias al extraordinario derroche de munición de la más diversa graduación alcohólica, antídoto infalible frente a ese enemigo común que la población autóctona llama “la calor”. Sería una jornada muy larga, pues para conocer la identidad del vencedor habría que resistir en pie hasta la caída del sol. Entonces, y paradójicamente en un espacio acotado cuyo nombre invita al recogimiento y el silencio, la suerte estaría echada después de que el fragor de ambos bandos acallara la megafonía de La Cartuja.

En el imaginario colectivo se acumulaban escenas que bien podrían encajar con descripciones de esta clase, vivencias únicas alrededor de un derbi inédito, exclusivo gracias al contexto. Con el título de Copa en juego, el 18 de abril era la fecha marcada para el desborde de pasiones y anhelos amasados desde tiempo inmemorial. Athletic y Real Sociedad se habían ganado a pulso -quizás más el primero que el segundo, cuya candidatura se fraguó sin excesivos sobresaltos- el derecho a catar la gloria tantas veces reservada a otros.

La batalla, la fiesta, el premio y la tristeza, todos los ingredientes del evento que iban a establecer un antes y un después en la particular rivalidad cultivada por los dos clubes más representativos del fútbol vasco, llegados al día D permanecen en suspenso, flotando en el limbo. Además, nadie está en condiciones de anunciar cuándo, cómo e incluso dónde se celebrará la final copera más deseada en las dos provincias orientales del Mar Cantábrico.

Por el camino ha habido varias convocatorias fallidas. Aún habrá más. La impaciencia es un rasgo inherente a la condición humana. Explica el afán por oficializar la cita en contra de los hechos que dominan nuestra existencia, obviando ritmos que no dependen de la voluntad y el voluntarismo, pasando por encima de las auténticas preocupaciones colectivas. Existe un ansia lógica por recuperar la calle, pero una vez dado ese paso el fútbol no figurará entre las actividades prioritarias.

El firme deseo de que esa Copa se decida en presencia de la gente enfundada en rojo o azul, y blanco, pierde fuelle salvo que se programe a medio o largo plazo. Curiosamente, en la incertidumbre actual la lejanía arroja algo de luz. La claridad aumenta a medida que se van haciendo tachones en el calendario. Una reunión de miles de almas va a requerir un aplazamiento que se salte, o poco menos, el verano. No se trata ya de juntar al personal en el estadio, previamente hay que considerar un desplazamiento masivo de punta a punta de la península.

Y mientras tanto, las avalanchas de reservas hoteleras no cesan. A cada amago por parte de los organismos futbolísticos le sigue una reacción visceral de acopio de camas. La demanda original, la referida al día de hoy, entra dentro de lo normal. Las posteriores recuerdan de alguna manera a la fiebre del papel higiénico que nos retrató como sociedad. En pleno confinamiento domiciliario y sin visos de superación del mismo, con los jugadores repitiendo aburridas tablas gimnásticas en calcetines y con cascos incorporados, causa asombro lo engrasada que aguanta la maquinaria forofa.

carambola

Asumido que toca esperar, nos enteramos que desde la óptica del Athletic encima merece la pena hacerlo. No está garantizado, pero gracias a que la Federación Española no puede parar quieta nos acabamos de enterar de que el finalista de la Copa tiene muchos boletos para participar en la Europa League la próxima campaña. El motivo es que la UEFA solicitará, en junio o primeros de julio a más tardar, el listado de los equipos con plaza continental, a fin de diseñar sus calendarios internacionales. Este trámite tendrá lugar presumiblemente antes de que la liga haya concluido y se supone que la Copa se fijará para después. De modo que si la final no se ha jugado y la Real, cuarta en la tabla a día de hoy, ocupa entonces una de las seis primeras posiciones, se materializaría dicho supuesto.

Así, de repente, como por arte de magia, no ganar la final conlleva premio. Seguro que el entorno rojiblanco se resiste a barajar semejante hipótesis porque, sí o sí, el Athletic se impondrá al vecino. Seguro asimismo que de errar su infalible pronóstico, el aficionado tampoco hallará suficiente consuelo en la feliz carambola, pero por su traducción en términos económicos en Ibaigane se recibiría con gratitud.

Algunos expertos, no precisamente del ámbito futbolístico, apuntan a que el sistema de puerta cerrada regirá las competiciones ahora interrumpidas. La Copa no será una excepción, sostienen. El protocolo elaborado para esta alternativa permite la asistencia de centenar y medio de personas al estadio. Queda la duda de si Felipe VI estaría entre los privilegiados. De confirmarse, qué duda cabe de que se sentiría extraño, aunque cómodo. Se lo pasaría bien.

El Athletic en la Copa

Athletic

Athletic

Athletic

Athletic

Athletic

Athletic

Athletic

La Real Sociedad en la Copa

Real Sociedad

Real Sociedad

Real Sociedad

Real Sociedad

Real Sociedad

Real Sociedad

Real Sociedad