La pandemia del coronavirus está haciendo enormes estragos en todos los ámbitos de la sociedad y el fútbol no es ajeno a ello. La crisis que ha generado esta enfermedad se acentúa con el paso de los días y la histórica final de Copa que deben disputar en La Cartuja el Athletic y la Real Sociedad, que se miden por primera en el partido definitivo del torneo del K.O., aún no tiene fecha, con la incertidumbre que causa entre sus dos entornos, que tienen previsto desplazarse en masa a Sevilla. La delicada situación propició ayer un encuentro al más alto nivel en las instalaciones federativas de Las Rozas entre Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF); Aitor Elizegi, mandatario de la entidad bilbaina; y Jokin Aperribay, su homónimo en el club donostiarra. Una cumbre programada de inicio para consensuar detalles organizativos, asuntos que, sin embargo, han pasado a un rol más secundario ante el panorama que dibuja el impacto del coronavirus y que obliga de antemano a aplazar la final y descartar la fecha originaria del 18 de abril como la de su celebración. Con todo, sí se cerró el esperado reparto de entradas, por el cual el Athletic gestionará, al igual que la Real Sociedad, un lote de 21.676 localidades, a las que hay que sumar 37 más por club destinadas a personas con movilidad reducida.

Esta decisión estaba cantada a tenor del desarrollo de los acontecimientos y que han llevado a paralizar prácticamente todo el deporte profesional y amateur durante las dos semanas inmediatas por prevención sanitaria. Las tres presidentes se pusieron de acuerdo en esta suspensión temporal y se emplazan para la próxima semana de cara a proponer una nueva fecha que satisfaga a todas las partes implicadas, incluidas las instituciones sevillanas, y que en principio debería ser ratificada el próximo día 25 por la Comisión Delegada de la RFEF, el órgano competente a la hora de decretar modificaciones en el calendario, aunque se podría dar una excepción en este caso argumentado en la necesidad de atar cuanto antes esa nueva data que permita dar tiempo a la movilización de las dos hinchadas euskaldunes, que desplazarán a unas 50.000 personas procedentes de Euskal Herria.

La RFEF, que estaría a la espera de la propuesta que reciba desde La Zarzuela, Athletic y Real manejan el último fin de semana de mayo, con la liga ya finalizada y poco antes de que las diferentes selecciones que competirán en la Eurocopa desde junio comiencen sus respectivas concentraciones. La final se jugaría siempre a puerta abierta y en el estadio de La Cartuja, con el hándicap de que acoge el 30 de mayo un concierto de la banda Extremoduro, lo que supone rizar el rizo, ya que se barajaría la opción de llevar la cita musical al Benito Villamarín. Ese mismo día, además, tiene lugar la final de la Champions en Estambul, lo que obligaría a tener el visto bueno de la UEFA. El 29 de mayo, viernes, o el 31, domingo, asoman también como alternativas, aunque en el último supuesto coincidiría con la final de la Copa femenina, que podría modificar su calendario.

Sea como fuere, Rubiales señaló ayer que el objetivo del cambio es que el estadio La Cartuja "esté a rebosar" y añadió que "ha sido una primera toma de contacto muy positiva, porque en un momento de gran dificultad hemos consensuado que tenemos que intentar asegurar esta final con público en las gradas". Elizegi insistió en que el Athletic necesita "a nuestra afición para respirar y eso lo tenemos que poner por delante, y también su salud. Y por supuesto, las plantillas a las que representamos", en tanto que Aperribay subrayó que lo primero "es la salud pública y lo primero también es garantizar a nuestras aficiones cómo van a participar. Son la pieza clave en esta final".