NO hace falta porque sin aditamento alguno la visita del Athletic desata pasiones en el seno y el entorno de la Real Sociedad, pero en la preparación del derbi de mañana se dejará sentir el efecto euforizante del asalto al Santiago Bernabéu. La eliminación del Madrid, aparte de su enorme repercusión en el ámbito mediático, confirma el fundamento de la apuesta de Imanol Alguacil. El meneo que durante una hora larga sufrió el conjunto dirigido por Zidane ante su afición, traducido en un 1-4 muy corto, demuestra hasta qué punto la idea del técnico ha calado en la plantilla, así como la identificación de esta con un tipo de fútbol que no deja de recibir halagos.

En la mayoría de sus partidos se ha destacado la vistosidad y riqueza ofensiva del juego que propone la Real. La forma en que Imanol integra en la alineación a un elevado número de elementos bien dotados para asociarse con el balón a ras de césped, ha sido objeto de un reconocimiento constante en el marco de una categoría donde el poderío físico y los planteamientos que priorizan el trabajo de contención cuentan cada vez con más adeptos.

La Real lo hace bonito, es incuestionable, y si el acierto le acompaña sus actuaciones alcanzan una redondez envidiable, aunque no todo sea coser y cantar. Por ejemplo, el mal rato que pasó en el final del encuentro con el Madrid delata una debilidad que no cabe calificar como accidental o extraña, pues se repite los días o los ratos en que pierde la iniciativa. Desde Bilbao se suele argumentar que si de verdad estableciese diferencias significativas con su preciosismo, a estas alturas del calendario la Real no se hallaría con solo tres puntos más que el Athletic.

Hablamos de dos estilos que no resisten una comparación en términos estéticos y sin embargo su grado de eficacia se mueve en parámetros muy parejos, de hecho ayer ambos clubes coincidieron en el sorteo de las semifinales de Copa. Ni uno es tan brillante y ambicioso como puede parecer, ni el otro tan plano y prudente como se dice. Por lo que se desprende de los resultados, la gracia de la Real no ha marcado una diferencia sustancial sobre el tesón del Athletic. Al menos, hasta la fecha.

Y ya puestos, conviene recordar que la única oportunidad en que han medido sus repertorios en el presente curso, el Athletic venció con una holgura impensable. Esto sucedió en agosto y ha llovido bastante, pero de momento ahí permanecen, juntitos en todos los frentes. La realidad es que lo que sobra en un bando se echa de menos en el contrario y a la inversa. Los de Imanol se gustan en la búsqueda del remate y a cambio sufren en el repliegue; a los de Garitano les cuesta un mundo plasmar el peligro, pero limitan al máximo la cuota de concesiones.

Pensando en lo más inminente y dado que tampoco el Athletic acudirá cabizbajo a la cita tras apear al Barcelona, resulta imposible obviar el condicionante de la Copa, su repercusión en los planes de ambos técnicos. Sobre el papel, Imanol tiene a su gente menos desgastada. Ha repartido minutos con una generosidad que no se aprecia en el Athletic, donde a diferencia de la Real hay una formación habitual perfectamente identificada. A la misma pertenecen todos los que compitieron el jueves, con las excepciones de Núñez y Vesga. Ocho jugadores de campo participaron en los partidos con Tenerife, Getafe y Barcelona, lo cual invita a esperar que Garitano efectúe un puñado de cambios, a sumar a la baja de Iñigo por sanción.

Al margen del tute previo, se debe valorar que el miércoles San Mamés acoge la ida de las semifinales ante el Granada. Por su parte, la Real no recibirá al Mirandés hasta el jueves y ya el fin de semana anterior en Leganés, Imanol optó por reservar a tres de sus piezas más preciadas: Merino, Odegaard y Oyarzabal, titulares en el Bernabéu. Se antoja muy improbable que repita la operación en el derbi, aunque algún otro de los que se fajaron frente a los merengues sí empezará el derbi en el banquillo. Imanol puede permitirse agitar el plantel con naturalidad, es decir, sin que el nivel del grupo se resienta pues tiene activados, entrando y saliendo del once, a los Zaldua, Aihen, Guevara, Sangalli, Willian José, Barrenetxea o Portu, ninguno de los cuales jugó de salida en Madrid.