bilbao - Cuando en enero de 2019 se gestó el fichaje de Ibai Gómez, el Athletic figuraba en la cola de la clasificación, en posición de descenso. Unas horas antes de su presentación, el triunfo en Balaídos le permitía al equipo saltar al otro lado de la línea roja de la clasificación. De ahí en adelante se asistió a una escalada imparable que le condujo hasta la séptima plaza, perdida en la jornada que cerraba el campeonato frustrando la obtención del billete continental. En la actual edición liguera, el Athletic se ha mantenido siempre en la mitad alta de la tabla.

Cuando Aitor Elizegi anunciaba el compromiso de Ibai para tres años y medio, sin cláusula de rescisión, cumplía uno de los deseos de Rafa Alkorta, responsable del área deportiva, y se activaba una expectativa. El extremo bilbaino regresaba a casa tras lograr en las filas del Alavés un protagonismo que se le negó en su anterior etapa en el Athletic. Venía para potenciar la discreta producción ofensiva del proyecto dirigido por Gaizka Garitano. Es obvio que la operación, lógicamente catalogada de refuerzo, pretendía subsanar la estrechez coyuntural que se vivía el pasado enero, sin embargo transcurridos doce meses resulta muy difícil hallar una justificación objetiva de la misma.

La incorporación de Ibai ha decepcionado, su actual rol recuerda en exceso al que desempeñó en el período que precedió a su salida camino de Mendizorrotza. Entonces, la imposibilidad manifiesta de jugar con regularidad, al no poder competir por un puesto en las alineaciones, determinó que el club le abriese las puertas. Carecía de sentido que siguiese en el Athletic, también él lo entendió así y optó por buscar un destino donde sentirse importante.

En su segunda oportunidad para reivindicarse en casa, Ibai vuelve a salir malparado. Le está resultando imposible demostrar que, tal como declaró nada más pisar Bilbao, la experiencia vivida lejos de Lezama le ha convertido en un futbolista más consistente, mejor preparado para desenvolverse en la élite. Es la única conclusión posible hasta la fecha y no se perciben indicios de que a corto o medio plazo vaya a trascender del segundo plano que se le ha adjudicado en la plantilla.

Más allá de la frialdad que destilan sus datos, se impone la impresión de que no ha convencido a Garitano, que no le encuentra acomodo o encaje en sus planes, lo cual es al menos chocante tratándose de un fichaje acometido en el mercado invernal y, por tanto, con el sello de urgente. Aparte de que Ibai concluía contrato con el Alavés en junio y las prisas del Athletic se tradujeron en un desembolso de varios millones, ha sido incapaz de aportar cosas interesantes al funcionamiento del equipo.

dos partidos completos Nueve titularidades en 39 jornadas de liga y solo dos partidos completos dejan claro que los criterios del cuerpo técnico y de los responsables de la entidad no son coincidentes. Su participación no fue relevante en la campaña anterior y ha descendido en la vigente. Pese a ser un hombre que puede adaptarse a ambas bandas, Garitano prefiere otras alternativas. Incluso en períodos donde han faltado algunos de los considerados titulares en el ataque, como últimamente por la lesión de Muniain y la repentina desaparición de Córdoba, Ibai ha permanecido amarrado al banquillo, donde sí es un asiduo.

En sus estadísticas consta que acumula casi un millar de minutos repartidos en 23 actuaciones, un balance que él mismo recientemente ha estimado como insatisfactorio. No cabe duda, pero es que encima no ha visto portería, si se exceptúa que marcó en la eliminatoria copera con el Intercity, y los pases de gol, una de sus especialidades, se limitan a un centro que Raúl García, con un forzado golpe de cuello, alojó en la red tras describir el balón una parábola imposible. Como apunta en sus reflexiones, sin continuidad cuesta más ofrecer un buen nivel, pero lo peor es que la situación de Ibai en el equipo no tiene visos de cambiar. Lo presenciado a lo largo de estos doce meses es demasiado significativo.