La disposición que el Athletic muestra lejos de casa se tradujo en una derrota sin paliativos. Atrás quedan tres empates a modo de preludio de lo vivido ayer en Balaídos. La cosecha de tres puntos, que nunca pudieron ser más pero sí menos, justificaba hasta cierto punto la obstinación que muestra el equipo en comportarse como una medianía satisfecha con apostarlo todo a su contrastada solvencia defensiva. Ese afán por eludir un marcador adverso, tal como lo interpreta, le convierte en un bloque que, además de desesperar por su impericia con balón, ejerce de equilibrista allá donde vaya. Insiste en fiar su suerte al desacierto del rival porque en ataque su propuesta es paupérrima, así que cuando, por ejemplo, va el Celta y mete una, el plan resulta un sinsentido y a la frustración que genera volverse de vacío se suma la convicción de que el Athletic se lo ha ganado a pulso.

La etiqueta de conformista es difícil de asumir en cualquier circunstancia, pero perdiendo suena especialmente mal. Es hiriente, máxime si el revés coincide con la visita a un conjunto atenazado por su trayectoria, con más miedo que fútbol, que tiene a su técnico en la picota, que ocupaba plaza de descenso en el inicio del encuentro. Gaizka Garitano y los jugadores dirán que el suyo no es un caso de conformismo, que quieren la victoria y habrá que creerles, pero entonces urge una revisión integral de su idea de lo que supone saltar a la hierba con el objetivo de vencer. Y es que en ningún momento ofrecieron señales que invitasen a vislumbrar el premio del triunfo. No se percibieron síntomas que reflejasen ambición y, menos aún, convicción para asaltar Balaídos. Con un único remate a portería, imposible.

En la línea del Coliseo, Son Moix y Butarque, se diría que también ayer la idea consistía básicamente en desgastar al Celta, hacerle entender que sus finos peloteros son incapaces de agujerear el frontón y, acaso, tras hurgar en la impotencia ajena aguardar a que la flauta suene porque siempre está Raúl García presto a apuntillar o hay un golpe de fortuna que premie tanta aplicación en tareas destructivas. Qué duda cabe que eso, lo de evitar concesiones atrás, es algo que el equipo realiza con solvencia, pero la pregunta, y volvemos a lo nuclear del asunto, sería si no es posible aderezar la solidez defensiva con una pizca de atrevimiento, valentía y fe en el repertorio propio. De tan a gusto que se siente cortando, despejando, metiendo el pie, respetando a rajatabla el orden posicional, parece que el Athletic olvida que al fútbol se juega con dos porterías. Se le olvida a domicilio, puesto que en San Mamés sí que lo tiene en cuenta.

Con el rompe y rasga a pleno rendimiento, sostuvo equilibrado el primer tiempo. El Celta asustó en el mismo arranque y en la acción previa al descanso, pero se notó que iba justito de confianza, de forma que casi no hubo lances que alterarán el latido de un Athletic robusto y, para variar, inofensivo. Balenziaga respondió en su estreno. El de Vesga fue discreto. Con la nula voluntad de generar juego y profundizar del colectivo, daba un poco lo mismo quién estuviese en la sala de máquinas si la consigna principal iba de vigilar a Lobotka, el medio centro vigués o a quien cayese cerca. La tercera variante fue De Marcos, quien pese a su empeño pagó la inactividad. Lo importante era el bloque y como tal respondió, desactivando la débil inspiración del contrario.

Aguantar los noventa minutos aferrado al guión expuesto podía valer? para rascar el puntito de rigor, el que antes de caer con el Valencia en casa validaba la media inglesa. Huelga añadir en la descripción del panorama que Muniain y Williams eran figuras decorativas y, aunque por un día se le puede perdonar, tampoco Raúl García andaba atinado. Activa pues la zaga rojiblanca y expectante la de enfrente. Muchas faltas, ritmo mortecino, en el segundo acto. Pasada la hora, Garitano agitó el equipo. Regresó Sancet y en la primera que tocó, finta y chut desde la frontal. Rubén paró en dos tiempos. Vaya. El chaval no pidió permiso para presentar sus credenciales y rescató al aficionado rojiblanco de la resignación. Raúl García pasó a la banda para hacerle sitio y se diluyó definitivamente, pero el chispazo generó ilusión y en ese instante se agradeció el gesto del técnico.

El problema fue que no hubo más de Sancet, solo faltaría que él solito cambiase una inercia que se precipitó cuesta abajo poco después. Hubo un aviso de Suárez y seguido llegó el gol de Aspas. En posición dudosa aclarada por el VAR empujó a la red un cabezazo sin la más mínima oposición de Mina a la salida de un córner. Todo el entramado del Athletic se fue al garete. Y el Celta, liberado por fin de la losa con la que cargaba, empujó para hacer el segundo. Garitano puso lo que le quedaba en el banquillo, Aduriz y Larra, sin que hubiese reacción alguna.

tranquilidad local Hasta la conclusión el balón estuvo más tiempo que antes en las botas que lo trataban con delicadeza. Rubén no volvió a intervenir, el Athletic sacó a relucir sus impresionantes carencias para plantear una réplica acorde a la situación, prácticamente no atravesó la línea divisoria y su impotencia se reflejó en el capítulo de amonestaciones: coleccionó cuatro, una el míster, en esa fase donde debía lanzarse al degüello en pos del empate. El Athletic se había tirado 75 minutos amasando el 0-0 y no tenía antídoto para combatir el 1-0. Es difícil transformar de repente el perfil del equipo y pasar de resistir a conquistar, de romperla a asociarse, de protegerse a inventar. Muy difícil cuando pudiendo ni se ha intentado. Ahora tienen dos semanas en Lezama para darle una vuelta, o varias, a todo esto.

CELTA: Rubén; Hugo Mallo, Araujo, Aidoo, Olaza; Lobotka (Min. 82, Pape Cheikh), Okay, Rafinha (Min. 71, Brais Méndez), Denis Suárez (Min. 87, Beltrán); Iago Aspas y Santi Mina

ATHLETIC: Unai Simón; Capa, Yeray, Iñigo Martínez, Balenziaga; Dani García, Vesga (Min. 81, Larrazabal); De Marcos (Min. 65, Sancet), Raul García, Muniain (Min. 81, Aduritz); y Williams.

Gol: 1-0: Min. 74; Aspas..

Árbitro: Medié Jiménez (Comité Catalán). Amonestó a los jugadores del Athletic Balenziaga, Raúl García, Yeray, Iñigo Martínez y Capa. También vio tarjeta amarilla el entrenador rojiblanco, Gaizka Garitano

Incidencias: Partido correspondiente a la octava jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio de Balaídos ante 19.690 espectadores, entre ellos un millar de aficionados del Athletic.