BILBAO. Un mes ha sido suficiente para comprobar las coordenadas en las que se mueve el Athletic, que no difieren gran cosa de las que dieron forma a su trayectoria durante la temporada anterior. Resulta lógica esa continuidad en el modo de comportarse, para lo bueno y para lo malo, pues el entrenador es el mismo y los actores, prácticamente también. Raro sería que se saliese del carril que le permitió firmar unos números notables y remontar diez posiciones en la clasificación entre diciembre y mayo. Al igual que sería pretencioso esperar una mejoría muy llamativa, aunque es obvio que existe voluntad de perfeccionar los aspectos positivos y de corregir aquellos claramente susceptibles de enmienda.

La prueba de que se avanza por una senda concreta serían las actuaciones y los resultados. Un puñado de partidos ha mostrado que el Athletic se siente realmente fuerte en San Mamés y que fuera sus opciones se resienten, bajan varios enteros. Esta dualidad es un fenómeno muy común del que participan la inmensa mayoría de los equipos. Ya era conocida en la plantilla que dirige Gaizka Garitano y se ha vuelto a constatar tras la disputa de dos jornadas en casa y otras dos a domicilio. La clave para explicar la existencia de dos registros en el caso rojiblanco tiene que ver con sus limitaciones en la creación.

Toda la parte del juego donde se han de tomar decisiones con el balón es la que peor le funciona, pese a que se observen detalles que invitan a confiar en que a corto o medio plazo se asista a una versión más atractiva o vistosa. El asunto consiste en generar a ras de césped con una frecuencia que recorte la cantidad de segundos en que el pelotón anda por el aire. Apostar por la precisión se traduce en más dominio de las sucesivas fases que se dan en cada encuentro, por más que Raúl García garantice el éxito en un alto porcentaje de envíos largos. La recuperación de Unai López para la causa es sintomática en este sentido, aunque todavía le falte cuajo y personalidad para mandar.

Al calor de la afición, el Athletic subsana dicha carencia tomando la iniciativa merced a un despliegue físico imponente y una agresividad que acogota a los rivales. En cambio, en los desplazamientos le cuesta discutir el mando, se vio nítidamente en Son Moix cómo el Mallorca elaboraba mejor sus acciones. El despliegue en terreno rival que como anfitrión le otorga superioridad no es tan intenso en feudos ajenos y entonces, en vez de insistir en tocar a fin de ganar en posesión, prefiere recurrir sin disimulos a exprimir su incuestionable poderío en la contención. Es decir, suma poco fútbol, pero se siente cómodo impidiendo que lo hagan sus enemigos.

Lo analizado se refleja fielmente en el capítulo del gol. Marca poco y apenas recibe. Un balance (cuatro a favor, uno en contra) que es consecuencia directa de una producción en ataque discreta y de una notable solidez defensiva. Que con estas características tan bien perfiladas es posible llegar muy lejos no se puede poner en duda. Somos testigos privilegiados de lo que supone enfocar el trabajo a la protección del portero y ejecutarlo con acierto. Y ya que ha salido el tema, la responsabilidad de Unai Simón en el hecho de que solo se haya cedido un gol en 360 minutos se ha de catalogar como relativa. No desentona, pero tampoco está siendo determinante gracias precisamente a la aplicación colectiva. El año pasado con Iago Herrerín la situación era parecida: cumplía bien y se veía exigido en contadas oportunidades.

El Athletic se está labrando, con justicia, fama de equipo hueso. Las dificultades que plantea, cada viernes cabría decir, merecen ser resaltadas, pero su proyección en la tabla dependerá de que afine en ataque y para ello es imprescindible una circulación de balón más aseada. Cuenta con una pareja de laterales que con un suministro adecuado se puede hinchar a poner centros y de momento se está echando de menos la aportación entre líneas de los interiores, se diría que el sacrificio en la presión va en detrimento del peso que deben tener en la construcción del fútbol.

Con ocho puntos sobre doce posibles, sin derrotas, habiendo batido al campeón y a la Real, qué menos que dar un margen para que las piezas sigan ajustándose en un proceso que pese a intercalar noches decepcionantes, como la última, da la impresión de tener firmes los pilares.