En el previo de Son Moix asomaba ese temor irritante para el aficionado, que nunca se acostumbrará a la condescendencia del Athletic ante el débil, aunque de tanto repetirse año tras año parezca casi una tradición más. El enérgico arranque de campeonato desembocaba en un cruce con un recién ascendido, sin figuras ni fichajes sonoros, y encima vistiendo de verde, color que debería estar prohibido desde cierta visita a la isla. Lo cierto es que el mal presagio no se materializó y aunque el resultado estuvo en el aire hasta el último segundo, el definitivo empate se ha de considerar como positivo. De entrada porque los de Gaizka Garitano se parecieron bastante poco al conjunto intratable, seguro, poderoso de las jornadas anteriores. Consecuencia de ello, solo cabe reconocer que no fueron superiores a un Mallorca valiente, que mereció el triunfo tanto o más incluso. Así que toca conformarse con el punto, que certifica el abono del Athletic a lo que se denomina media inglesa, triunfo en casa y tablas a domicilio, que no es una mala cadencia.

Presentó el Athletic la misma alineación del derbi, pero ofreció una versión deslavazada. Casi nada funcionó igual, de lo que se ha de culpar parcialmente al rival, que actuó como acostumbra, sin complejos, y después de un duelo equilibrado en líneas generales alcanzó el tramo final con la ambición intacta, cobrándose un remate a la madera y un penalti. En dicha fase todo apuntaba a la victoria del Mallorca, pero la cosa enloqueció y en el tiempo añadido, el Athletic replicó con idénticos argumentos: chut a la madera y penalti. Con el partido muriendo afloró la espectacularidad que apenas se registró en 80 minutos de fútbol de desgaste, orientado al control mutuo. Esa serie de acciones dispararon la emoción y dejaron un regusto extraño en ambos bandos, si bien quizá el Athletic acumuló más motivos para lamentarse porque sus grandes ocasiones difícilmente hubiesen tenido réplica; ya no quedaba tiempo material para frustrar un éxito que le hubiese otorgado el liderato al menos por unas horas.

Yendo en sentido inverso a la cronología de los hechos, para la historia quedará que Aduriz, objeto de un cariñoso homenaje por parte del club y la afición locales, fue el encargado de ejecutar el lanzamiento desde los once metros, cuyo origen, una mano, se le escapó al colegiado y fue advertido por el VAR. Corría el minuto 94 y el ariete quiso tomárselo con gran tranquilidad. Se excedió, pues logró telegrafiar el envío para que Reina salvase a los suyos. Aduriz había ingresado a falta de media hora, en un intento de despertar a un equipo sin gracia. Su incidencia fue testimonial hasta que tomó carrerilla y erró.

Poco antes, Larra había voleado picado y la pelota fue escupida por el larguero. Era imposible olvidar entonces que en el 80 Kubo provocó con una finta que Yuri le derribase y Prats, el héroe del ascenso mallorquín, apuró tanto la dirección del penalti que se le marchó junto a la cepa del palo izquierdo de Simón. Un poste amigo, no en vano acababa de repeler un zurdazo de Salva Sevilla imposible para el portero. De haber tenido el Mallorca una pizca de fortuna, el Athletic no hubiese podido eludir una crítica severa, al fin y al cabo se confiaba en que fuese capaz de aprovechar la inercia que traía para deshacerse del enemigo peor armado de cuantos ha conocido desde agosto y resulta que firmó un rendimiento poco convincente.

Durante la mayor parte de la noche se limitó a mantener a raya a un Mallorca que se esfuerza en compensar su pobre pegada con dinamismo y gusto en la zona ancha dirigido por Sevilla y Baba, que mezclan de maravilla. Con balón, el Athletic únicamente hizo daño cuando subieron los laterales, más Capa, pues la gente de ataque aportó poquito, sobre todo Williams, mal arriba y mal en banda. Tampoco Córdoba se enteró de la fiesta y la clásica pelea de Raúl García fue insuficiente. Unai López, insulso y cargado pronto con una amarilla cedió su plaza a Beñat, que no elevó el nivel salvo por un disparo desde la frontal que exigió mucho a Reina. Corto de creatividad y expeditivo en tareas de contención, el bloque anduvo incómodo, nunca acabó de gobernar la contienda, pero hubo momentos en que apuntaba a secar la alegría que destilaba el Mallorca, asimismo a ráfagas.

Así, hasta el descanso presidió la indefinición, el quiero y no puedo. Las áreas no se pisaron, mandaban las defensas. Luego, el Mallorca dio un paso adelante, acaso buscando ventaja antes de que la gasolina escasease, pero le faltaba concretar, algo que cerca estuvo de lograr Raúl García, surgiendo en el segundo poste. Reina lo impidió con gran mérito. Fue la antesala al correcalles que mantuvo al personal con el corazón en un puño. Cualquiera pudo imponerse entonces, algo que seguro no fue del agrado de Garitano, quien siempre ha dejado claro que su Athletic debe ser básicamente serio y práctico. Que el partido derive en un sobresalto constante delata que el trabajo no se ha realizado correctamente, sobre todo si esto se produce frente al Mallorca.

MALLORCA: Reina; Sastre, Valjent, Raíllo, Rahman; Febas (Min. 83, Álex Alegría), Baba, Salva Sevilla, Dani Rodríguez (Min. 62, Kubo); Lago Junior, Budimir (Min. 74, Abdón Prats).

ATHLETIC: Simón; Capa, Yeray, Iñigo Martínez, Yuri; Dani García, Unai López (Min. 51, Beñat); Muniain, Raúl García, Córdoba (Min. 57, Aduriz); Williams (Min. 84, Gaizka Larrazábal).

Árbitro: González Fuertes (Comité Asturiano). Amonestó a Dani Rodríguez, Rahman, Abdón Prats, Salva Sevilla del Mallorca; a Dani García, Íñigo Martínez, Unai Lopez, del Athletic.

Incidencias: Partido de la cuarta jornada de LaLiga disputado en el estadio Son Moix ante 16.519 espectadores, unos 200 de ellos seguidores del Athletic. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Guillem Febrer, ex meta del Mallorca en el primer ascenso en 1960. La entidad balear entregó una camiseta con el número 21 a Aduriz con motivo de su despedida del fútbol esta temporada.