Bilbao - Una temporada más es posible contemplar el peculiar braceo de Óscar de Marcos, una imagen que como el salto de Aduriz o el giro sobre sí mismo de Muniain, es consustancial a la identidad del Athletic de la última década. Exactamente una década es el período que el polivalente futbolista ha cubierto en la plantilla y ahí sigue, al pie del cañón, aunque había razones para dudar de que este año fuese a tener una participación importante. En el origen de la incógnita, dos cursos previos poco gratificantes en el plano personal, así como una fuerte competencia en el lateral, la demarcación donde tiempo atrás se asentó siguiendo el criterio de Ernesto Valverde.

A estas alturas puede decirse que estas amenazas para sus intereses no han tomado cuerpo. De Marcos se las ha ingeniado para estar en primera línea, mejor dicho para regresar a ese estadio en que el futbolista se siente realizado. Lo ha logrado en un momento delicado de su carrera, por edad, porque finalizaba contrato en junio y, como se ha apuntado, porque su rendimiento se había resentido en un contexto marcado por la trayectoria negativa del Athletic. La veteranía es un grado, pero también puede voltearse en contra de quien la ostenta si la tendencia de los resultados decepciona, pues ello suele activar en el entorno el deseo de asistir a la regeneración del equipo. Si a lo anterior se añadía la pujanza de Iñigo Lekue y el fichaje de Ander Capa, no cabía augurar un escenario amable para un hombre cuya participación y relieve venían decayendo.

En la 2015-16, campaña del título de la Supercopa que se culminó con la quinta posición en liga y el frustrado acceso a las semifinales de la Europa League, De Marcos firmó unos números en su línea: tras Aduriz fue el segundo del plantel en minutos jugados (4.454 repartidos en 54 encuentros). Pero en la 16-17, los altibajos obligaron al Athletic a bregar hasta el último día para acceder a plaza europea, el nivel del juego se resintió, él sufrió una lesión que le cortó durante dos meses y tuvo algún otro contratiempo menor. No alcanzó los 2.600 minutos y el año de José Ángel Ziganda le reservó un calvario: permaneció en la enfermería de agosto a noviembre y en febrero volvió a lesionarse. Con 2.290 minutos fue el duodécimo de la plantilla, lo que supuso que Lekue casi le doblase en partidos.

En una entrevista reflexionaba De Marcos sobre lo mal que le habían sentado tantas semanas al margen de la competición. Lógico que lo notase alguien que se ha caracterizado por la fortaleza física y una constancia a prueba de bomba. El pasado verano, debía reivindicarse a los ojos de un entrenador distinto, con la presión de Lekue y de Capa. Las perspectivas no eran las ideales, pero cuando toca empezar de cero cualquier cosa es posible. Y sucedió que Eduardo Berizzo le escogió para los nueve primeros compromisos e insistió luego con cinco titularidades más. Lekue se había roto en pretemporada, su baja iba para largo, y Capa quedó relegado a la suplencia.

OTRO TÉCNICO Prácticamente, De Marcos lo jugó todo, pero en diciembre a Berizzo le enseñaron la puerta y Gaizka Garitano pronto desveló sus intenciones. Prefería en el lateral a Capa, a quien tuvo a sus órdenes en el Eibar, y llegó a decir que, a su juicio, De Marcos no era un defensa específico, pese a su historial reciente. Un giro inquietante, pero en absoluto fatal. Estuvo el alavés un par de partidos chupando banquillo, pero enseguida el entrenador le buscó un hueco en su pizarra, más adelantado. No es la zona del campo que mejor le va, al menos eso explicó en su día el chico para todo, que ha desempeñado los roles más dispares en el equipo. Sin embargo, la misión que le encomendó Garitano no le obliga a estar pegado a la cal, que es lo que le incomoda si pisa terreno enemigo, pues debe dejar el pasillo para las incorporaciones de Capa y percutir por dentro, como interior.

Este cometido y la indisposición de Capa, que le ha devuelto a la zaga, se traducen en que De Marcos ha continuado en la pomada. Ahora figura como el quinto de la plantilla en minutos gracias a que ha intervenido ya en 27 citas de un total de 32 contabilizadas liga y Copa. Muy pocos compañeros han faltado menos que él. Una realidad inesperada, probablemente incluso para el propio De Marcos, endulzada encima con la renovación de contrato que antes de navidades suscribió al alimón con otro que nunca se rinde, Mikel Balenziaga. Prolongó su vinculación al Athletic hasta 2021. En breve, cumplirá los treinta y, la verdad, no da la sensación de que se le haya acabado la cuerda.